Nora, la bella taquera de la López Mateos

Todos son atraídos por la sensualidad de la taquera.

Filiberto Ramos / El Sol de Toluca

  · viernes 20 de octubre de 2017

Foto: Daniel Camacho

Zinacantepec, México.- La sonrisa de Nora siempre sobresale cada vez que llega un cliente nuevo, la amabilidad y sencillez, es su virtud, dice ella, ser bonita no está en su lista de cualidades, aunque la primera impresión de los comensales, es un piropo para su persona. Todos son atraídos por la sensualidad de la taquera.

“Así es mi esencia, no me arreglo para vender más, salgo temprano a prisas de mi casa para llevar a mi hija a la escuela, sin maquillarme o peinarme a detalle, salgo hacer mis compras y llegar con mi puesto hasta la avenida”, explica Nora Lilia Aranda Solano, una joven michoacana de la costa de Lázaro Cárdenas.

Foto: Daniel Camacho

 

La avenida Adolfo López Mateos, que conecta a Toluca con Zinacantepec, a un costado de la unidad deportiva, desde hace siete años es su punto de venta. Ahí se lo heredó su hermana y ella le ha sabido sacar provecho para el negocio familiar. En su oficio sortea a diario los piropos de los pretendientes que llegan improvisados a comprarle, también aquellos que sólo se paran por morbo y unos más, que han llegado a acosarla y asaltarla.

“Aquí me han manoseado, me han torteado así nada más por sus pantalones, me han asaltado varias veces, pero yo no me dejo, alguna ocasión me fui colgada de un carro y mi mamá me dice que soy bien acelerada pero yo sólo me defiendo”, relata Nora, de esos sorteos y gajes de su oficio.

De las 9:30 hasta el mediodía, Nora atiende a sus comensales ambulantes, que llegan por grupos, solitarios y cohibidos a preguntar los precios de los tacos de hígado, milanesa, costilla, mientras se dan su “taco de ojo”. A veces sólo van por eso, revela.

“En los rumores me han dicho que vendo droga, que cuando cerraron los table dance me vine a trabajar aquí, miles de cosas, pero mi trabajo solo es vender tacos”, aclara la michoacana.

Desde el asfalto, sobre la banqueta de Adolfo López Mateos, y parada junto a su triciclo, Nora luce siempre pantalones pegados al muslo, atractiva por naturaleza, con blusas cortas como es costumbre en la tierra caliente, su cabello suelto castaño claro que acompasa con su color de piel, común del puerto de Lázaro Cárdenas. Ojos café claro que lucen aún más con la sonrisa con que atiende a los clientes. Esa es su primera impresión. Pero en la conversación, cuando se abre a las preguntas de un cliente, revela a otra mujer, la “luchona” y poco frágil, la emprendedora que se hizo licenciada en Administración de Empresas y tiene su propio negocio.

-Yo no lo veo nada sorprendente, -dice Nora, mientras sonríe, como es su costumbre, y al referirse que lo que hace a diario, lo puede hacer cualquier mujer si se empeña en sus objetivos.

“Yo estudié la licenciatura en Administración de Empresas, eso creo que si es de destacar, porque trabajaba en una empresa y estudiaba al mismo tiempo, luego mi hermana me dejó este puesto”, explica.

En medio de la inseguridad que absorbe al Estado de México, con Alerta de Género en 11 municipios, Nora Lilia dice no tener miedo de salir a vender sola a diario, porque se sabe valiente.

“Asaltos, han sido como tres ocasiones y una vez me quisieron extorsionar, incluso nos fuimos a juicio porque no me dejé y los detuvieron, decían que eran de un cártel, pero yo no les tuve miedo y los enfrenté”, relata Nora.

Foto: Facebook

 

La joven de 30 años de edad, enlista ser madre soltera de una pequeña de ocho años, tener su carrera en Administración de Empresas y compartir además su trabajo como taquera, su negocio propio de una pollería que abrió hace poco.

Por si fuera poco, revela que también combina el modelaje como edecán para negocios y promociones cada vez que puede.

“Me han dicho, es que por qué te vistes así, y les contesto: ¡chingao! a poco yo te digo ¿por qué vienes con el zapato roto, todo mugroso, por qué no te bañas? así directo les contesto”, afirma Nora, orgullosa de su oficio, el que también replica su madre, doña Angelina, quien vende unos metros adelante.

-Mis padres me trajeron desde muy chica por una enfermedad que padecía, no soportaba vivir en lugares muy calurosos, -dice, mientras despacha al siguiente comensal. Su jornada continua y los clientes también, atraídos por la sensualidad de la taquera, que no reprocha y atiende con una sonrisa.

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