Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Todos los virus cambian con el tiempo y estas modificaciones pueden tener poco o mucho impacto en sus características; sin embargo, ¿cuáles son las normas para definir el nombre de estos agentes infecciosos?
Desde 1996, el Comité Internacional sobre la Taxonomía de Virus (ICTV) desarrolló una reglamentación para su nombramiento, en el que se consideran aspectos como familias, géneros o especies.
En el caso del coronavirus, la primera nomenclatura fue establecida por la Global Initiative on Sharing All Influenza Data (GISAID), la mayor base de datos genéticos sobre el Covid-19 y sus variantes a nivel mundial, Nextstrain, Pango y expertos en la materia. En ella se emplearon letras del abecedario combinadas con una serie de números para distinguir las múltiples secuencias víricas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) retomaría la idea y sugirió, en junio de este año, una clasificación para designar a las nuevas mutaciones del Covid-19 utilizando letras griegas. El propósito fue facilitar la identificación entre el público y evitar el estigma y la discriminación hacia un país o una nacionalidad. Un ejemplo de este caso es el empleo del término Delta en lugar de B.1.617.2., como se escribiría con base en la propuesta GISAID/Nexstrain/Pango.
Asimismo, la OMS designó dos categorías para los tipos de cepas: Variantes de Interés (VOI), cuando hay una mutación en el virus original y se ha identificado que causa transmisión comunitaria, múltiples casos o se ha detectado en diversos países, y Variantes de Preocupación (VOC, por sus siglas en inglés), si esa variante está asociada con un aumento de la transmisibilidad y virulencia o si disminuye la eficacia de las medidas de control o del diagnóstico, las vacunas y terapias disponibles para el coronavirus.