Morelia, Mich (OEM-Infomex).-"¡A un lado, a un lado, háganse a las orillas!", gritoneaban los niños, todos personificados de soldados romanos. El sol se hace sentir con fuerza y en las calles de la colonia Juárez la gente se ha aglutinado para ser testigo de una representación más de la tradicional Pasión de Cristo.
Alfredo Hernández está en su papel, por unas horas es Jesucristo y en su mirada solo hay concentración. Es casi la una de la tarde y en sus hombros le han colocado una cruz de madera que pesa cerca de los 70 kilos.
Rodeado de feligreses, ha comenzado su recorrido a las afueras de la iglesia el Salvador del Mundo, mientras los soldados romanos le dan latigazos y se mofan de su sufrimiento, tal como se describe en la biblia de la religión católica.
Solamente por delante, lo acompañan los ladrones Dimas y Gestas. "¡Wey, sí me duelen los putazos!", alcanza a liberar este último a su compañero de actuación como advertencia de que no se debe tomar tan en serio su papel de castigador.
En el andar que inicia en la avenida Manuel Muñiz también se observa una unidad de la Policía Morelia, vendedores de raspados, aguas, refrescos y botanas. Todos llevan a cuesta el sufrimiento de una tarde calurosa.
La mayoría de los asistentes son adultos mayores. Se muestran conmovidos y se vuelven partícipes con rostros desencantados, miradas tristes y un silencio sepulcral. También están las oraciones y con ello el dolor simbólico de los muchos que depositan su fe en la figura de Jesucristo.
Los niños son los más sorprendidos. Cuando el Viacrucis hace una pausa en Martín Castrejón un varón que no supera los siete años pregunta nervioso a su mamá qué es lo que está sucediendo y ella trata de hacerle ver que todo forma parte de una actuación.
Después de casi dos horas de recorrido, Jesucristo comienza a ver de nuevo el templo en donde empezó todo. Se mira agotado, con sudor sobre el rostro que se fusiona con la falda sangre, pero también satisfecho porque sabe que está en la recta final.
Paradójicamente, cuando Jesús, Alfredo, está sobre la cruz, se convierte en el momento de más alivio. Suelta sus últimas líneas del diálogo antes de simular su muerte. Pasan de las tres de la tarde y los fieles que aguantaron hasta el final dedican aplausos a los actores.
Luego viene la repartición de agua por todos lados y el suspiro de cansancio. Las calles de la Juárez se comienzan a vaciar con un saldo blanco y los niños corren por todos lados, se mantienen jugando a que son soldados romanos.