Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- “No hay palabras que sanen el dolor de una pérdida ni abrazo suficiente que amaine la rabia que nace cuando tras de esa pérdida subyace la violencia sobre una persona amada, pero a ti, que me lees, sólo te puedo decir que no estás sola/o, tu dolor por el ver arrebatada de tu lado la vida de una mujer que amabas lo compartimos contigo, lo arropamos con amor y lo acompañamos hasta que encuentres justicia para ella y paz para ti”.
El mensaje, por demás emotivo, estaba colocado sobre una de las zapatillas rojas dispersadas este domingo en la Calzada Fray Antonio de San Miguel como parte de las manifestaciones sociales del 8 de marzo. Desde las 15:00 horas, la artista Arendine Navarro Valenzuela en colaboración con mujeres y hombres organizaron esta pieza autoría de Elina Chauvet, una instalación de arte público cuyo propósito es causar empatía por el irreparable dolor de quienes han perdido a un ser querido, sobre todo en contextos de violencia social.
La convocatoria, está por demás decirlo, fue exitosa. Unos 120 pares de zapatos en color rojo cubrieron el piso frente a las instalaciones del Centro Cultural de la UNAM. De a poco, se fueron sumando personas que no solo miraban la propuesta, sino que se adherían a ella al colocar sus pensamientos sobre una realidad ineludible, que ha hundido al país en un ambiente criminal pero, que pese a todo, busca caminos que lleven a la esperanza.
A esa explanada llegaron mujeres jóvenes y maduras, se vio a artistas, académicas, funcionarias, activistas, madres e hijas de familias, todas en una sola voz, la de exigir que se detenga la ola de feminicidios, la de clamar por los derechos como el aborto libre y la equidad de género. Los zapatos rojos fueron el arte-objeto para el desahogo: “Después de tantos días oscuros, por fin seremos libres”, se leía sobre unas botas; “Hoy salgo a luchar por ti, hermana”, era el mensaje al interior de unas zapatillas abiertas; “Y que este año se cumplan más sueños que promesas vacías. Que ninguna niña ni mujer tenga miedo de regresar a casa”, era el texto en unos zapatos planos.
En medio de la instalación, no faltó la presencia de vendedores ambulantes que lo mismo ofrecían cigarros sueltos que paletas, pero bastaron algunos minutos para que la Calzada fuera insuficiente, pues cientos de mujeres la fueron llenando de a poco. Las sonrisas eran la evidencia por la energía que estaba por desfogarse minutos después en la marcha que arrancó justo en ese punto para terminar en el corazón del Centro Histórico. En tanto, algunos colectivos organizaban a los pocos reporteros varones que querían cubrir los acontecimientos, “pueden hacerlo, pero nada de fotos en primer plano o meterse entre los contingentes”, se les advertía.
Antes de las 17:00 horas, los zapatos rojos, vacíos, sin dueñas, se conjuntaron con los zapatos que impulsaron a las mujeres michoacanas que levantaron la voz como una sola, que se unieron en una memorable jornada de domingo, donde los pañuelos verdes y morados fueron el símbolo de una lucha en plena ebullición.