Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Uno nace en este mundo para algo. Mientras José Méndez conduce la unidad 07 bautizada como “La Preciosa”, explica que su destino es ganarse la vida entre la basura. Desde el año 95 ha estado en lo suyo y es un convencido de que un cambio de oficio no le vendría bien. Como que uno no se siente a gusto en otra cosa, no se halla, dice.
Antes de que amanezca del todo, “La Preciosa” abandona la localidad de Jaripeo para tomar rumbo hacia Morelia. La unidad pertenece a la Unión de Recolectores de Basura “Generalísimo Morelos” y dentro de su ruta, están contempladas las calles de la Chapultepec Sur y Norte: zona de comercios, estudiantes y familias medianamente acomodadas. “La chamba ha estado baja”, advierte José mientras se estaciona en Agustín Melgar.
Huele a mierda. Huele a todo y a nada en específico. Desde las primeras bolsas que escombra Rodolfo Arroyo Correa, se evidencia la casi nula separación de la basura. Lo mismo encuentra comida echada a perder, que pañales, toallas sanitarias, cubrebocas y jeringas. Los recolectores han insistido en la importancia de dividir los desechos sanitarios, pero hasta ahora la campaña ha tenido poco eco o casi nada, para ser más exactos.
Rodolfo viste con la playera de la Unión, lleva sus botas de batalla y una gorra para despistar al sol. Usa cubrebocas, pero prefiere omitir los guantes, son incómodos para tratar la basura. Con habilidad magistral en las manos, va separando y recuperando cartón, plásticos, fierros y todo lo que puede significar ganancias económicas al momento de regresar al centro de acopio.
Tiene 29 años de edad y 13 trabajando en la recolección. Aunque alguna vez intentó dejarlo, a los tres meses claudicó. Cuenta que se fue a probar suerte a una empresa cementera, pero los mil 200 pesos de paga y las excesivas horas laborales lo hicieron renunciar. “Por lo menos acá me dan un poco más y me la llevo tranquis”.
En los brazos registra los gajes del oficio. Muestra las cicatrices que ha acumulado con los años y que son producto de cortaduras de vidrio. Pero también suma relaciones sociales. Con exactitud quirúrgica, ubica a los colonos y hace una radiografía detallada de ellos. A través de la recolección, ha aprendido a conocerlos. Sabe cómo tratarlos, calcula la cantidad de bolsas que le esperan en cada casa y comercio. La basura también dice mucho de la gente.
Por sus manos ha pasado de todo. Le cuesta trabajo enumerar las cosas más extrañas que la gente manda a la basura. Mientras bebe una Coca-Cola de medio litro, relata anécdotas de todo tipo: las 17 puntadas que un compañero recibió en el pie a causa de una cortada profunda, la rata que apareció y buscó morder a quien se le pusiera enfrente o el trabajador que sólo resistió un día hurgando entre los desechos porque “no era lo suyo”.
Es media jornada y la unidad no va ni a la mitad de su capacidad. La contingencia por Covid-19 no ha hecho que se incrementen los desechos y en el caso de la zona en la que trabaja “La Preciosa”, se ha presentado una disminución considerable: muchos negocios optaron por cerrar, las escuelas están en el olvido y los estudiantes foráneos regresaron a sus municipios.
La cuarentana no ha traído las ganancias a las que estaban acostumbrados. El dirigente de la “Generalísima Morelos”, Roberto Anguiano, precisa que en buenas semanas llegan a sacar entre 700 y mil pesos por unidad, pero en tiempos de aislamiento obligatorio, los ingresos han descendido y a lo mucho se llevan 300 pesos a la semana.
Por Morelia circulan 550 vehículos recolectores pertenecientes a 10 organizaciones, más 70 unidades que corresponden al Ayuntamiento de Morelia. A decir del director de Residuos Sólidos, Esteban González, el flujo de desechos se ha mantenido en la ciudad, pues en el corte del mes de marzo registraron 619.3 toneladas de basura, cifra similar a los 619.54 del 2019.
Hasta el momento, el Gobierno Municipal no ha ofrecido capacitaciones respecto al manejo de la basura en tiempo de contingencia ni tampoco ha entregado material de prevención a los trabajadores que integran las 10 uniones. Esteban González argumenta que cada dirigente es el responsable de salvaguardar la integridad de sus empleados, por lo que en su caso, afirma que cada semana otorga gel antibacterial, cubrebocas y guantes solamente a los recolectores institucionales.
Hablar de Covid-19 es algo que no atemoriza a José Méndez y a los suyos. Sabe que el contacto diario con la basura les ha generado anticuerpos para hacerle frente inclusive a bacterias más agresivas, pero también es consciente de que están en la primera línea de riesgo. “De todos los sectores, nosotros somos los más olvidados”.
“La gente cree que uno se acostumbra del todo a los olores, pero no es así. Hay veces que sí se manchan con las cosas que uno encuentra en el bote de basura. Lo que hemos estado haciendo es comentarles que si no separan los residuos nos vamos a ver en la necesidad de no llevárnosla, se los muestro para que ellos mismos sepan lo que nos quieren dar, que huelan cómo va todo mezclado”.
Ha sido una jornada floja. A las 12 del día José da un último rondín por las calles para tratar de cazar algo más. Nada. Toma rumbo por Mil Cumbres y al llegar al centro de acopio en Jaripeo ni siquiera se preocupa por ir a pesar lo reciclable. Sabe que la mini bolsa de latas y botellas no generarán ganancias suficientes en esta ocasión y mejor da paso a la poca descarga de los desechos para más tarde ser llevados al relleno sanitario.
En una parte del acopio se acumulan colchones, sillas y costales gigantes. Justo arriba, una imagen llama la atención. Se trata de un Pancho Villa que se observa serio y que se hace acompañar de la leyenda “Tiemblen Gringos”. José la mira como si fuera la primera vez, se ríe y a la cita le añade algo más: “Y que también tiemble el coronavirus”.