Morelia Michoacán (OEM-Infomex)-“Dios porqué permites esto, si existes, porqué permites que me haga tanto daño y que golpee tanto a mi mamá”, así era el pensamiento de Nancy Edith Romero Torres, cuando de niña, los golpes de su padrastro le llegaban a nublar su vista.
Ahora, a sus 38 años de edad, Nancy recuerda con dolor una historia de explotación laboral infantil, rodeada de violencia, drogas, prostitución y delincuencia, que la llevó a ingresar al Cereso “David Franco Rodríguez”, donde lleva 14 años recluida.
Con las marcas que le dejó el consumo de heroína, rememora su infancia, en la que desde los 4 años comenzó a trabajar, iba con su padrastro a vender fruta y verdura al mercado, años después cambió el giro, vendían películas pirata.
Lo más complejo no fue ausentarse de la escuela, la cual Nancy disfrutaba, “sobretodo las materias de química y biología… me hubiera gustado ser doctora”; lo realmente difícil era aguantar los golpes de su padrastro, que a la más mínima provocación la dejaban tirada.
“Si yo no sabía vender me golpeaba muy feo… a veces me dejaba mal hasta una semana, recuerdo que me golpeaba duro con un cinturón de estoperoles”.
Nancy tenía 13 años cuando tras platicar con un muchacho en el puesto de películas, recibió una de las golpizas que nunca olvidará:
“Él (el padrastro) se enojó mucho y me golpeó con un tubo del puesto, después me dijo ya nos vamos recoge todo, y en la combi me volvió a pegar con fuerza, al llegar a la casa lo siguió haciendo, al grado que mi mamá se agarró a golpes con él para defenderme, el sacó una pistola y disparó, después dijo que no le hubiera importado matarnos, ese día me fui de la casa, mi mama me suplicó que no pusiera demanda”, recuerda desde el Cereso de Mil Cumbres.
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El problema fue transgeneracional, la explotación y los golpes eran tradición familiar, su mamá se separó de su padre por esa razón, sin embargo, su padrastro también fue un hombre violento, y tiempo después, Nancy también estaría con hombres que la agredieron física, sexual, emocional y económicamente.
A los 15 años conoció a quien fuera el padre de sus primeros hijos, dos de los seis que tuvo fueron procreados con él. Las drogas y la violencia eran parte del día a día en su nueva familia, después la prostitución pasaría a ser parte de una forma de mantener a sus hijos.
Tras un tiempo de separarse del papá de sus primeros hijos éste la buscó, pero las cosas no cambiaron volvió a golpearla y agredirla sexualmente, hasta que un día le rompió una guitarra en la cabeza, después de eso, cuenta Nancy, “él se robó a mis hijos, yo trabajaba en ese entonces en Zacapu con una señora que vendía cañas, y cuando regresé ya no estaban, él me demandó y se los llevó”.
Hace 16 años conoció a su verdadero papá, “le dije ¿dónde estuviste todo este tiempo que yo te necesité? ¡dónde estuviste todo este tiempo que yo te ocupé?, me dijo que lo perdonara, le dije no puedo, y no puedes venir tú ahorita a querer hacer conmigo lo que ya no hiciste cuando yo estaba chica, a querer remediar mi vida, o a querer solucionar mi vida”, relata con lágrimas en los ojos.
Para Nancy, sanar es complejo. “Todavía me duele y me duele mucho, porque yo sé que a base de todo, de mi infancia, la que tuve, y de todo lo que pasó con mi padrastro, yo sé que por eso mi vida no cambió, yo sé que por eso mi vida fue un desastre y estoy aquí en este lugar. No hubo una persona que me dijera ‘mira, Nancy, esto está mal; mira, Nancy, no lo hagas porque esto…’, no, me dejaron ser como un animalito”.
Hace poco más de una década, la invitaron a participar en un secuestro, y ella lo vio como una opción para salir de la “pinche pobreza de siempre”, pero las cosas no salieron como las planearon y ahora está cumpliendo una condena de 20 años.
Sin embargo, ella está segura que quiere sanar emocionalmente, que ya no quiere volver a drogarse, quiere poner un taller con lo que ha aprendido a hacer en el Cereso y sobretodo que quiere recuperar el amor de sus hijos.
“Primeramente Dios y no pierdo la fe, mi propósito es salir, recuperar a mis hijos, echarle ganas junto con ellos el tiempo que Dios me dé de vida y darles mi amor, no recuperar el tiempo que ya perdí, porque ese no se recupera, lo que se recupera es el amor, hay que recuperar el amor, porque el tiempo ya no, el tiempo ya pasó”.