/ domingo 21 de junio de 2020

Un Día del Padre no tan padre

Este domingo fue un festejo distinto para algunos jefes de familia en la capital michoacana

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Jamás había que esperar tanto para festejar. Bajo un toldo y en una fila que no sabe de sana distancia, los papás esperan pacientemente a las afueras de Sirloin para poder comenzar oficialmente con su fiesta.

Domingo 21 de junio. Día del Padre. Casi las 5 de la tarde y nada. El hambre aprieta y comienza el mal humor. Aquel hombre que lleva una playera con la leyenda "Papá de una princesa... Montse" ya no se mira tan contento. Aunque no lo dice, su apariencia proyecta sus pensamientos: "Esto no fue una buena idea".

Avanzan los minutos y por si faltara algo, el cielo hace de las suyas con una lluvia que hace que todos se resguarden a las afueras del centro comercial. Los niños ya lloran, otros corren descontrolados y están a nada de sacarle una cana más a sus papás.

Las pocas sillas disponibles son utilizadas por mujeres y personas de la tercera edad. Los papás primerizos llevan en sus brazos a bebés que dormitan quien sabe si por hambre o por simple aburrimiento.

En los pasillos de Chedraui la cosa está más tranquila. Algunos despistados recorren la zona de licores con la esperanza de encontrar todavía algo. Pero nada. Los whiskys, tequilas y brandys de mayor prestigio ya fueron historia. Arrinconados y casi despreciados, aguardan las botellas de menor rango.

Foto: Iván Villanueva | El Sol de Morelia


Los que están familiarizados con las aplicaciones móviles, también supieron mover sus piezas. Un taxi llega, observa el celular y en menos de 5 minutos sale con un carrito lleno de bolsas. El pedido está completo y listo para ser llevado a domicilio.

La lluvia cesa, pero no así la prolongada fila. No hay silbidos, la cordura se presenta casi como un acto heroico, pero la desesperación es evidente. A esta altura, lo que se tenía planeado como una comida se convertirá en una cena de festejo.

Ya no se sabe si hace frío o calor. Bajo ese toldo la aglomeración asfixia. A los niños no les importa, siguen corriendo y jugando. Se miran contentos, más que sus padres. Pero qué importa, al final todo lo que se hace es por los hijos, ¿no?

Foto: Iván Villanueva | El Sol de Morelia

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Jamás había que esperar tanto para festejar. Bajo un toldo y en una fila que no sabe de sana distancia, los papás esperan pacientemente a las afueras de Sirloin para poder comenzar oficialmente con su fiesta.

Domingo 21 de junio. Día del Padre. Casi las 5 de la tarde y nada. El hambre aprieta y comienza el mal humor. Aquel hombre que lleva una playera con la leyenda "Papá de una princesa... Montse" ya no se mira tan contento. Aunque no lo dice, su apariencia proyecta sus pensamientos: "Esto no fue una buena idea".

Avanzan los minutos y por si faltara algo, el cielo hace de las suyas con una lluvia que hace que todos se resguarden a las afueras del centro comercial. Los niños ya lloran, otros corren descontrolados y están a nada de sacarle una cana más a sus papás.

Las pocas sillas disponibles son utilizadas por mujeres y personas de la tercera edad. Los papás primerizos llevan en sus brazos a bebés que dormitan quien sabe si por hambre o por simple aburrimiento.

En los pasillos de Chedraui la cosa está más tranquila. Algunos despistados recorren la zona de licores con la esperanza de encontrar todavía algo. Pero nada. Los whiskys, tequilas y brandys de mayor prestigio ya fueron historia. Arrinconados y casi despreciados, aguardan las botellas de menor rango.

Foto: Iván Villanueva | El Sol de Morelia


Los que están familiarizados con las aplicaciones móviles, también supieron mover sus piezas. Un taxi llega, observa el celular y en menos de 5 minutos sale con un carrito lleno de bolsas. El pedido está completo y listo para ser llevado a domicilio.

La lluvia cesa, pero no así la prolongada fila. No hay silbidos, la cordura se presenta casi como un acto heroico, pero la desesperación es evidente. A esta altura, lo que se tenía planeado como una comida se convertirá en una cena de festejo.

Ya no se sabe si hace frío o calor. Bajo ese toldo la aglomeración asfixia. A los niños no les importa, siguen corriendo y jugando. Se miran contentos, más que sus padres. Pero qué importa, al final todo lo que se hace es por los hijos, ¿no?

Foto: Iván Villanueva | El Sol de Morelia

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