Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En 14 días se inhabilitaron 250 minas en caminos de la región de Tierra Caliente en Michoacán, las cuales habían sido previamente enterradas por grupos criminales.
A la fecha tres artefactos han explotado: el primero el 31 de enero contra un camión de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) que dejó un soldado herido en Apatzingán. El segundo, el 13 de febrero, en donde un campesino murió y su hijo resultó gravemente herido.
El tercer caso registrado de la activación de minas ocultas por el crimen organizado fue en la comunidad de La Alberca, Apatzingán, en el que tres vacas murieron.
Los dispositivos son destruidos, pero no son puestos a disposición, ante el riesgo que implica su traslado. La tarea se mantendrá durante las próximas semanas, especialmente en donde se han detectado campamentos.
Regularmente estos sucesos ocurren en países que se encuentran en medio de conflictos bélicos o azotados por el terrorismo, pero en México no era algo común hasta ahora.
Según la agencia noticiosa Associated Press, este tipo de explosivos son colocados en territorios que disputan el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el grupo criminal Los Viagras.
Un militar, quien prefirió reservar su identidad, aseguró a ese medio internacional que él ha desactivado más de 25 minas en la región donde opera el CJNG y explicó que existen ciertos artefactos caseros que pueden ser activados mediante un celular, por la presión o al mezclarse dos sustancias químicas.
Otro tipo de dispositivos que han generado destrucción y pánico entre pobladores de Tierra Caliente en los últimos meses, son los drones cargados con explosivos utilizados frecuentemente por organizaciones del crimen organizado.
¿Cómo se desactivan?
De acuerdo con el medio RED 113, quien consultó a elementos que realizaban un operativo en la población de Naranjo de Chila, Aguililla, con dirección a la localidad de Acatlán, para evitar que los dispositivos provoquen decesos o lesiones de civiles, primero “peinan” la zona.
Cuatro oficiales buscan indicios, como cables que sobresalgan en el terreno, los cuales están conectados a una fuente de energía (una batería o radio). En caso de que confirmen el hallazgo de una mina, la zona es asegurada.
Luego, con un detector de metales realizan una inspección, a fin de confirmar o descartar riesgos. Si emite señales, entonces se amplía el perímetro y un especialista con traje blindado de 55 kilos se acerca para determinar el tipo de dispositivo, ubicar la fuente de energía y desactivar la mina.
Finalmente, el aparato es destruido de forma controlada para eliminar los riesgos a la población y los elementos de seguridad. Un proceso similar al que ocurre con los vehículos llamados “monstruos” que no se aseguran y solo se informa a la Fiscalía General del Estado (FGE) para luego desmantelarlos con maquinaria pesada, a fin de evitar que puedan ser usados de nuevo.