Morelia, Michoacán (OEM Infomex).- Sobre la calle donde el 29 de junio acribillaron a Hipólito Mora, quedó suelto un pedazo de papel en los que el fundador de las autodefensas en La Ruana solicitaba el pago para sus tres escoltas, dos de ellos vecinos del mismo pueblo y amigos personales del agricultor limonero. Sus nombres: Roberto Naranjo Andrade y Calixto Álvarez Andrade, a quienes se sumaba Saulo Gamaliel Alcántar Reyes, oriundo de Morelia, todos adscritos a la Guardia Civil y quienes murieron en la emboscada atribuida al Cártel de Los Viagras.
Aunque los nombres más visibles del movimiento fueron los del doctor José Manuel Mireles, Estanislao Beltrán, Cemeí Verdia, Luis Antonio Torres y por supuesto Hipólito Mora, Calixto Álvarez también participó en la fundación del grupo insurrecto en 2013, siendo parte de los enfrentamientos armados que nunca cesaron, ni siquiera cuando había transcurrido una década de aquella revuelta social.
Una de sus escasas apariciones ante medios de comunicación fue el 15 de marzo de 2014, cuando mostró su inconformidad por el arresto de Hipólito ocurrido tres días antes, a quien acusaban de participar en el asesinato de José Luis Torres y Rafael Sánchez Moreno, “El Pollo”, que también eran parte del levantamiento en Tierra Caliente.
Calixto dejó ver la división irreconciliable entre los autodefensas, pues pidió al gobierno investigar a Luis Antonio Torres “El Americano”, a quien le achacaba crímenes y actos de corrupción. “Es una tristeza que la gente que anda bien sea detenida nada más porque un pendejo abre la boca; el señor (Hipólito Mora) no debería estar detenido”, le dijo entonces a un noticiero de la cadena MVS.
Quienes conocieron a Calixto en La Ruana lo califican como un inseparable de Hipólito, a quien le prometió acompañarlo hasta el final. En noviembre del año pasado repelió una agresión contra su jefe y amigo, el primero de los tres atentados en un lapso de siete meses. “Yo incluso creo que Hipólito pudo escapar de su muerte, pero se quedó a defender a Calixto, porque eran muy fieles, no se iban a dejar solos uno a otro”, mencionó Guadalupe Mora, hermano de la víctima, durante el velorio en el pueblo.
Roberto Naranjo Andrade no fue fundador de las autodefensas, pero sí un policía comprometido con la causa de Hipólito. En el segundo atentado ocurrido el 4 de marzo de este mismo año, salió herido tras responder la agresión de varios hombres armados que dispararon desde distintos puntos en plena calle, también en La Ruana.
“Yo le decía que ya se saliera de eso, que era mucho riesgo, le preguntaba si acaso quería morir, pero era necio”, relata su pareja sentimental, quien lo acompañó en los últimos 12 años de su vida. Pese a las constantes amenazas y el par de atentados, Roberto jamás intentó mudarse a otro lugar, pues “no quería que lo llamaran cobarde”.
Siempre de buen humor, el guardia no se conformaba con realizar sus labores de protección personal, sino que se sumaba a las jornadas en el corte de limón, actividad por las que no obtenía ingresos, pero lo hacía por el gusto de acompañar a su jefe y también amigo.
Antes de ingresar a la Guardia Civil, Naranjo Andrade se dedicaba a ordeñar vacas en La Ruana, donde la ganadería es la actividad principal junto a la agricultura. “A Hipólito lo conocía muy bien; él nos estimaba mucho, porque yo seguido les llevaba de comer y a partir de eso hicimos una buena amistad”, relata la mujer, quien recuerda que su esposo salió con un balazo en el hombro tras el segundo ataque.
Con apenas 40 años cumplidos, el policía estatal dejó cuatro hijos, uno con su reciente pareja, quien hasta el momento no ha recibido ninguna información sobre el seguro de vida, pese a que el gobierno del estado prometió agilizar los trámites para garantizar ese derecho para los deudos.
La experta en temas de seguridad Lorena Cortés apunta que la profesión de policía es de las más riesgosas en México, pues en lo que va del sexenio han sido asesinados 1,818 elementos. Tan solo el año pasado, 24 de esos servidores murieron en Michoacán en enfrentamientos armados, a los que se suman 16 en este 2023.
En ese contexto, los escoltas son especialmente vulnerables, subraya Cortés, pues además de estar amenazados de forma constante, prácticamente renuncian a su vida propia, por la obligación de estar alertas día y noche.