MORELIA, Mich.- (OEM-Infomex).- Al caer la noche del Viernes Santo miles de creyentes acompañaron a la Virgen María en su duelo tras sepultar a su hijo Jesús. Un recorrido entre velas y estruendosos golpes de tambor acompañaron a las 24 cofradías en su andar a lo largo de la antigua Calle Real (avenida Madero) en la Procesión del Silencio.
El silencio, señal de respeto, dolor y fe, fue uniforme durante la casi hora y media que duró el recorrido del contingente que inició minutos antes de las 20:00 horas en la Calzada de Fray Antonio de San Miguel hasta la Catedral y su posterior continuación hacia el templo de Capuchinas.
En su andar, los integrantes de la comitiva, ataviados con túnicas y capirotes que cubren sus rostros, uniformes de guardias romanos y fariseos, cargaron a cuestas enormes imágenes religiosas de Cristo Crucificado y la Virgen, para sólo detener su paso en los puntos marcados para pronunciar cada una de las seis saetas, versos breves que se recitan de manera solemne.
Frente a catedral, ante la mirada expectante de los miles de fieles, turistas y uno que otro curioso que se detuvo en su andar al ver la majestuosidad de la procesión, el Arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos pronunció el pésame a la Virgen, quien vio morir a su hizo en la cruz por el perdón de todos los pecadores del mundo.
Tras resaltar la importancia de acompañar en silencio el penar de la Virgen de Dolores, llamó a los creyentes a unir “toda la rabia, el dolor y descontento que se puede sentir al sufrimiento de la Virgen. Al dolor que ella lleva y que su rostro refleja es un dolor trasformador”.
Venimos una vez mas a acompañarte en este viernes de la pasión de tu hijo. Mira la luz en nosotros y muéstranos a tu hijo y muéstranos su amor y también a nuestros hermanos heridos por la droga, el alcoholismo, la pobreza, la migración. Muéstranos a tantas mujeres que son despreciadas en nuestro mundo
Al término de las palabras del jerarca la comitiva continuó su camino y entonó la última Saeta en el atrio del Templo de Capuchina en señal de fin del doloroso andar de la Virgen María.