Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).– El panorama para la industria de las salas de cine en México tuvo el año pasado una de sus peores crisis debido al Covid-19, con un 80 por ciento menos de ingresos respecto a 2019, lo cual arrojó pérdidas por 14 mil 600 millones de pesos, según el balance de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine) publicado a mediados de diciembre pasado.
Aunado al terreno ganado por las plataformas streaming (Netflix, Amazon prime, etc.) desde 2018, el confinamiento obligatorio –a partir del segundo trimestre del año pasado– aceleró el paulatino alejamiento de las salas de cine en México y en el mundo. No sólo se apagaron los proyectores, también las distribuidoras de películas retrocedieron ante la debacle acentuada por el relevo que representa la visualización a través de plataformas digitales.
Esta edición del Fin D, El Sol de Morelia platicó con Armando Casimiro Guzmán, cinéfilo moreliano quien ejerce la reseña crítica en un medio digital, sobre festivales de cine y asistencia a complejos de cine, así como sobre la mudanza paulatina de la audiencia hacia pantallas y dispositivos digitales, ante el azoro de los dueños de salas tradicionales.
Cinéfilo antes y durante la pandemia
“En cuanto abrieron los cines, yo fui a ver Retrato de una mujer en llamas (2019) de Céline Sciamma, con tres personas en una sala del Cinépolis Centro. Entonces, únicamente estaban trabajando los cines en 23 estados al 30 por ciento de su capacidad”, dijo Casimiro Guzmán al señalar que la “Sala de arte” del complejo fue cerrada temporalmente por tal situación.
Aunque sus hábitos de consumo no se circunscriben a las cintas comerciales, lleva el pulso de la cartelera en cuanto hay en ella de cine independiente, documental y trabajos calificados como “cine de autor”, sin dejar de ver de vez en cuando –por curiosidad o visos de polémica– películas que anticipan ser malas o de plano “churros”.
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“Siempre escojo la película que quiero ver, no voy por costumbre… desde que cerró Sala de arte por ahí de octubre, no he regresado porque no han llevado nada nuevo”, dijo luego de mencionar que la mayor parte de “estrenos importantes programados para el 2020” –como El despacho francés de Wes Anderson o La verdad de Hirokazu Koreeda–, han pospuesto su salida a salas comerciales, en tanto las distribuidoras se resisten a hacerlas circular por las plataformas streaming.
Al respecto, el especialista en cine, dijo que el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) “tuvo el acierto de compartir en línea la Semana de la crítica de Cannes”, mientras el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG) no pudo hacer lo propio, a causa del blindaje impuesto por las distribuidoras.
Aunque celebró que los festivales haya tratado de adaptarse a la “nueva normalidad” con visionados en línea y funciones al aire libre –como el caso de Guanajuato que innovó con funciones en la presa de “La Olla”–, Armando Casimiro reconoció que no fue un buen año ni siquiera para los mismos festivales, ya que en el caso particular del FICM, a pesar de mudar el festival a Cinépolis Klic y realizar proyecciones con aforo reducido –dijo– “ni siquiera en las funciones más fuertes se completó el número de personas permitido”.
El principio del fin
Aunque los albores de esta década estén definidos por la tensión entre quienes defienden “la sala tradicional como espacio idóneo” y los que prefieren las plataformas digitales, Armando Casimiro considera que las películas comerciales
“No tienen ya mucha cabida en las salas de cine”, pues su público se ha adaptado más rápidamente a las pantallas y dispositivos móviles, que los cinéfilos de cepa quienes buscan “la experiencia en sala”.
“A final de cuentas, las salas de cine en un futuro no muy lejano van a quedar para nichos de mercado muy específicos, para Sala de arte, por ejemplo… Cineclubes, muestras de cine, documentales, etc… todas esas películas no se consumen mucho mediante plataformas”, dijo al pronosticar que este proceso de cambio “es el principio del fin de las grandes cadenas de cine, tal como las conocemos”.
Al señalar que “ir al cine es un ritual”, él se asume como parte de ese sector del público que busca películas de talante más artístico y, por ende, prefiere la opción de verlas proyectadas en salas, antes que en plataformas streaming –dijo– “para vivir la experiencia sin tantos distractores”.