Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En medio de la madrugada, entre luces de colores, humo y el transcurrir de las botellas de alcohol, los altavoces llegan a su máxima capacidad. De lado a lado, retumba Todo me sale mal del Tri y los gritos de euforia no se hacen esperar. “¡Ya está llegando la familia Lora!” anuncia desde el micrófono el animador y desde las mesas le responden con un desaforado “¡A huevoooo!”.
Es viernes, el cover para el acceso es de 350 pesos, pero en el lugar ya no hay una silla más. Los encargados del establecimiento luchan contra las dimensiones del espacio e improvisan asientos nunca antes utilizados. Los clientes de toda la vida se saludan entre sí, comparten abrazos, risotadas y brindis a la distancia.
Celia Lora tiene 39 años, es hija del cantante Alex Lora y su primera aparición ante la opinión pública fue en mayo del 2010, cuando se vio involucrada en un accidente automovilístico que tuvo como consecuencia la muerte de un hombre y el verse obligada a pasar varios meses en la prisión de Santa Martha Acatitla.
Pero las cosas han cambiado. Dedicada al modelaje, la hija de la estrella de rocanrol está catalogada actualmente como un referente de la venta de contenido para adultos. Según las estimaciones del ranking de la plataforma OnlyFans, genera ganancias anuales que superan los 14 millones de pesos.
Su presencia en Morelia para dar un espectáculo en un centro nocturno ha provocado que cientos de hombres se aglutinen para comprar deseo en forma de licores a distintos precios y en bailes sexuales a cargo de mujeres que recorren la pista, una tras otra.
Ya pasa de la una de la mañana y desde el sonido se busca apaciguar a la muchedumbre con canciones del Tri. “Estoy esperando mi camión en la terminal del A.D.O./ quiero que me lleve muy lejos/ y a la chingada de aquí/ no me he podido consolar/ desde que mi novia me dejó/ no me consuelan las chaquetas/ ni las pastas ni el alcohol”, corean al unísono voces desafinadas.
El pasar de las mujeres no es suficiente, sobre todo para aquellos que miran con preocupación cómo su cubeta de cervezas que supera los mil pesos se va agotando peligrosamente. En contraparte, están los que han sustituido del vocabulario la palabra “medida” por “exceso” y se han olvidado por completo del reloj.
A eso de la 1:20, se apagan las luces, en las pantallas aparece una cuenta regresiva y Celia Lora desciende del camerino. Vestida con unos jeans, una blusa azul y botas negras, la que fuera portada de la revista Playboy deja en claro que no habrá espectáculo sin ropa y que, si alguien pretende acceder a su contenido para adultos, tendrá que pagar por los canales correspondientes.
“¿Ya andan pedos o todavía no?”, es la primera frase que suelta al público, posteriormente se sienta en un sillón y con apoyo de otro animador, dirigirá concursos de table dance, consumo de alcohol a alta velocidad y bailes que tienen como fondo las canciones que ha venido componiendo su papá desde la década de los 60. El premio para los ganadores de cada una de estas dinámicas es la oportunidad de poder tomarse una fotografía con la modelo.
Respaldada por mujeres que visten de conejas, Celia Lora extiende su show por más de una hora. Cuando siente que los decibeles van a la baja, de nueva cuenta recurre a la narrativa de la fiesta y el alcohol: “¡Aquí todos venimos a ponernos hasta el huevo!”.
Cada minuto que transcurre, representa ganancias monetarias para ella, pero también implica mantenerse como tendencia en las redes sociales, donde cada vez se vuelve más complejo alargar el periodo y la etiqueta de influencer.
Te puede interesar: La cuarentena del sexo en Morelia
Mientras al interior el baile no parece dar señales de llegar a su fin, a las afueras del lugar los trabajadores del valet parking despiden a aquellos clientes a los que la cartera los ha traicionado.
En esos alrededores, un hombre ronda misteriosamente y cuando ve la oportunidad, ofrece tarjetas de otro centro nocturno que se encuentra cruzando la avenida. “Vas a ver un mejor espectáculo y a precios más bajos”, promete mientras se aleja como si acabara de cometer un acto ilícito.