Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Hay una atmósfera tan llena de evocaciones en la celebración de la Noche de Muertos, que hasta Ray Bradbury la incluyó en su libro El árbol de las brujas, donde los protagonistas recorren con asombro y admiración las calles de Janitzio y los cementerios iluminados por miles de velas. El escritor supo transmitir lo que, probablemente, mucha gente sintió este lunes al recorrer camposantos de lugares como Arócutin o Tzurumutaro.
A diferencia de lo que Bradbury pudo hacer en los 80, visitar Janitzio, este año la isla cerró sus puertas a los visitantes, quienes en este 2021 regresaron cual marejada a la zona lacustre del lago de Pátzcuaro.
Más allá de lo que esto implicó en términos económicos para hoteleros, prestadores de servicios o vendedores de comida, las visitas traen consigo la colisión de esa industria turística con la tradición antigua, una coexistencia que las personas locales experimentan de diferente manera.
Por una parte, quienes parece que tienen mayor entusiasmo con los visitantes son los niños, dado que sin empacho alguno ejercen la tradición de andar por las calles de los pueblos o en los cementerios para pedir calaverita.
Para ello emplean una calabaza partida a la mitad donde las personas ponen dulces o dinero. Los hermanos Mario y Jaqueline Morales son participantes entusiastas de esta práctica y no es para menos, pues dicen que obtienen más dinero que dulces, e incluso los "gringuitos" les dan dólares. "Venimos todos los años, pero nomás un ratito".
Ubicada en el extremo opuesto del cementerio y de la actitud animosa de estos niños, es que estaba Miriam Morales, mujer nativa de Tzurumutaro que muestra cierta indiferencia ante los visitantes.
"Este año hay muchos, demasiado turismo, quizá por la contingencia sería bueno que fuera menos. Ahora siento que es mucho, tal vez vinieron más porque el año anterior no podían salir". Sin embargo, no se deja apabullar por la oleada de personas y, junto con su familia, arreglaron las tumbas de los ocho familiares que tienen en el cementerio, se sientan alrededor de las tumbas para conviven dentro de una burbuja que crean para sí mismos mediante la conversación y la indiferencia al exterior.
Aunque al dirigir la mirada hacia el panorama general no es difícil entender las razones de que el contraste entre la negrura del cielo nocturno con lo brillante de las velas y flores resulte tan atractivo. Y no sólo por la parte visual, sino también por los significados.
En este sentido, el estadounidense David dice admirar que la tradición honre a los familiares. Originario de San Diego, California, David cuenta que sabía de la existencia de esta tradición desde hace mucho tiempo, "pero esta fue la primera oportunidad que tuve de estar aquí, Pátzcuaro es muy famoso".
Pero además de Pátzcuaro y su zona lacustre, hay lugares donde la tradición tiene un sabor particular, como el caso de Santa Fe de la Laguna. En este poblado se acostumbra hacer un homenaje en las casas a las personas fallecidas durante el año; para este, la familia elabora altares que abarcan todo un cuarto, desde el dintel y reciben ofrendas.
"Ayer (39 de octubre) fue para los niños, ahora es para los fallecidos recientes y quienes vienen a traer la ofrenda son sus parientes y conocidos", cuenta Ana Fabián Manuel, una señora colocada en la entrada de su casa, donde haría velación toda la madrugada.
"Para mañana (el 2 de noviembre) se celebra misa en el panteón. Las ofrendas las llevamos para que el padre las bendiga; algunos se quedan toda la noche en las tumbas". Luego de esto, la ofrenda, en su mayor parte fruta, está otros dos días y luego es repartida entre familiares y conocidos.
Ante todo esto, el estadounidense David es atinado al concluir que la Noche de Muertos "es algo con mucho significado, es algo emotivo, es una cosa muy buena de ver y algo grandioso de su cultura”.
