Uruapan, Michoacán.-Es primero de noviembre en Uruapan. Las dos puertas del Panteón Municipal San Juan Evangelista se encuentran abiertas para dar paso a los uruapenses que acuden cada año para conmemorar junto a sus difuntos el Día de Muertos.
El aire se llena de olor a cempasúchitl y de las voces de los comerciantes que ofertan la flor que esta temporada tiene un precio que va desde los 80 a los 100 pesos el manojo, afuera del recinto.
Asimismo, la música alusiva a la muerte se escucha en alguno de los puestos ubicados sobre la calle Cupatitzio. "Dame un abrazo papá, tal vez sea la despedida", resuena en una bocina.
También las cruces y coronas con sus listones coloridos son motivo de interés, "dos mil 500 la corona y desde 120 la cruz que guste, todo depende de la flor".
Por su parte, los limpiadores de tumbas ya se encuentran con pala, cubeta y azadón. "Lo que la gente guste dar", responde uno cuando alguien le pregunta el precio mientras camina apresurado pues alguien acaba de llamarlo para empezar la jornada.
Dentro del cementerio es difícil caminar. Ya algunos se encuentran recogiendo las flores secas de las visitas anteriores, incluso del año pasado, así como las hierbas que han crecido desde la última vez.
El agua también dificulta el paso debido a las cubetas llenas hasta el tope, importa mucho obtener el líquido para remover el lodo de las lápidas de las recientes lluvias.
No puede faltar tampoco la música, a 100 pesos la canción y mil 500 la hora, menciona uno de los músicos a la espera de ser contratado por alguna familia.
En algunas tumbas, ya suena la serenata para alegrar a los muertos y decirles "aquí estamos, venimos a verte". "¿Cuál quiere que le cante? ¿Flor de capomo o Tragos amargos? Échate pues la de la flor", y comienza la melodía que rompe el silencio de la mañana.
El Panteón Municipal parece ser un laberinto con sus múltiples pasillos por lo que a otros se les dificulta llegar a su destino. Es frecuente escuchar "¿Por dónde nos metemos?" o "Ya nos perdimos, no era por aquí". Aún así, la búsqueda es necesaria, hay que visitar al ser querido.
En el camposanto también hay tumbas de personajes ilustres de la ciudad. La tumba del bombero Abigail Patiño Mondragón, que murió en 1945 mientras realizaba sus labores, tiene una cruz de sal y papel picado. Cada año, la corporación de incendios le rinde homenaje al compañero que hasta una calle con su nombre tiene cerca del centro de la ciudad.
Durante todo el día, las personas entrarán y saldrán del lugar. Las flores ya no serán las mismas que al principio una vez que las personas se retiren del lugar, sin embargo, el cementerio comenzará a llenarse cada vez más de naranja y otros colores brillantes. Las ofrendas continuarán llegando hasta que sea momento de cerrar las puertas.
Es primero de noviembre en Uruapan, y ya se espera la llegada de los difuntos para decirles que aquí en la Tierra aún se les extraña.