/ lunes 10 de octubre de 2022

Sueñan artesanos con una escuela de guitarra en Paracho

La construcción profesional de un instrumento requiere años de formación, además de conocimientos en materias específicas como tecnología de la madera

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Un taller subsidiado por el Instituto de Capacitación para el Trabajo del Estado de Michoacán (Icatmi) con sede en la Casa de la Cultura de Paracho es hoy en día la única opción pública y gratuita para que una nueva generación adquiera los conocimientos en la elaboración de guitarras en su capital mundial.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia


Son apenas 12 alumnos los que se forman con el maestro Carlos Piña Pérez, una de las figuras más respetadas de este pueblo mágico, quien en entrevista lamenta que no exista una escuela formal, grande, que pueda especializarse en materias específicas y dé cabida a muchos más niños y jóvenes interesados en continuar con esta tradición reconocida en todo el mundo. “Es un sueño imposible, algo irrealizable”, dice con cierta resignación el profesor, cuyas guitarras se pueden encontrar en Internet hasta en 25 mil pesos, además de que grandes concertistas le han mandado a hacer instrumentos de gran valía por la calidad sonora que transmiten.

No es nuevo su esfuerzo por enseñarle a los menores las bases para diseñar guitarras. Recuerda que desde 2006, a raíz de la obtención de la marca colectiva en Paracho, presentó un proyecto de gran calado para que los niños se formaran en este oficio, pero la propuesta nunca encontró eco. Fue entonces que se conformó con impartir el taller mucho más reducido en el Icatmi, curiosamente cuando lo dirigía el ahora gobernador Alfredo Ramírez Bedolla. También ha dado cátedra con apoyos del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) y el Instituto Michoacano del Artesano, pero su ilusión, insiste, es que hubiese una verdadera escuela de la guitarra, que llegaran maestros de todo el mundo, que se dieran especialidades.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

“Lamentablemente sólo soy yo; si realmente fuera una formación integral, una escuela de laudería como debe ser, habría especialidades en guitarra acústica, eléctrica, romántica, antiguas”, dice quien ha formado a figuras del instrumento como Gerónimo García, Rubén Ramírez, Ricardo Jasso y César Amparo, por mencionar solo un puñado. Agrega que la construcción profesional de un instrumento requiere años de formación, además de conocimientos en materias específicas como tecnología de la madera. Por ello, calcula que una escuela formal sería muy costosa y no ve la voluntad para que se financie.

En su taller se comienza desde cero, y aunque lo ideal es que los alumnos permanecieran por tres años, muchos abandonan el barco antes de tiempo y truncan su proceso formativo. Sabe que hay muchos casos que aprenden de laudería en sus propias casas, con sus padres o abuelos, como ha sucedido desde 1848 en esta región de la Meseta Purépecha, sólo que habilitar una escuela pública sería democratizar la enseñanza.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

Se calcula que en Paracho hay 400 talleres familiares de laudería, sin embargo, la labor de personas como el maestro Piña son oxígeno puro si se considera que las nuevas generaciones han optado por carreras que nada tienen que ver con este oficio. “Ya no había guitarreros, esa es la verdad, se estaban perdiendo, pero mire, ya hay nuevos, y no lo digo a manera de presunción”, señala.


Marca colectiva es de membrete

En julio de 2006, el gobierno del estado que era encabezado por Lázaro Cárdenas Batel logró obtener la denominación de origen de las guitarras de Paracho a través de una marca colectiva, cuyo propósito era protegerse de la piratería proveniente principalmente de China, pero también fomentar el aprendizaje a través de una materia de elaboración del instrumento que sería obligatoria en secundaria, algo que pasado el tiempo quedó en el olvido.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

El mismo maestro Piña se involucró en el proyecto de la marca colectiva, algo que suponía una articulación productiva conjunta, con la finalidad de salir al mercado como un solo grupo, pero ello se resquebrajó “por el carácter individualista de los compañeros”. También se trataba de estandarizar los procesos, respetando la creatividad de cada persona, sólo que jamás se pusieron de acuerdo. “Nos faltó una capacitación intelectual y emocional, si no tenemos el sentido de la pertenencia, nunca iremos juntos en nada”, reconoce el longevo profesor.

Con él coincide el artesano Jesús Zalapa, quien se ha especializado en la realización de instrumentos en miniatura. En entrevista, muestra documentos que dan cuenta de los esfuerzos por implementar la marca colectiva que sin embargo nunca ha terminado por detonar. No se ha cumplido con reglas de operación, tampoco hay un modelo colectivo para la manufactura artesanal y menos una estrategia de ventas en territorio nacional o para la exportación.



Reprocha que la marca sea “sólo de membrete”, pues nunca se han certificado procesos de producción, controles de calidad ni estándares de materia prima utilizada. Esto tiene como consecuencia que no se respeten los procesos de producción artesanales, pues muchas veces se aceleran detalles como el secado de las maderas con tal de vender más volumen.

Actualmente son alrededor de 32 lauderos los que forman parte de la marca colectiva, pero ninguno de ellos, dice Zalapa, obtienen beneficio alguno.

Si hubiese un trabajo articulado, los maestros cobijados bajo este sello podrían producir más instrumentos de los que ahora hacen de forma individual, “cuando menos el doble”, dice el miniaturista, sin que se atentara contra la calidad.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

Jorge Alfaro, otro de los lauderos reconocidos en el municipio, precisa que hay que distinguir entre los artesanos, los maestros y los fabricantes. Los primeros dos dan vida al sello único de los instrumentos, creando piezas que son usadas por artistas o en la academia. En tanto, se cuenta con 20 fábricas que producen guitarras económicas al mayoreo y que hasta hace 10 años competían ferozmente con la industria china, algo que ya no es tan preocupante en esta época.

Quienes optan por el trabajo artesanal, se enfrentan a la disyuntiva de vender piezas caras pero muy tardadas, pues implica el uso de maderas especiales que exigen largos periodos de secado. En cuanto a la marca colectiva, coincide en que se ha subutilizado, con proyectos que quedaron en el aire como una exposición permanente y levantar un taller de laudería.

Hoy en día, sostiene, se enfrentan no sólo a la crisis que dejó la pandemia, sino a las secuelas de un estado violento que aleja constantemente a los turistas: “No es la inseguridad propiamente de Paracho, sino del entorno, pues Michoacán ya es visto como un destino poco confiable”.


La mitad de las marcas están en desuso

En Michoacán, la propiedad intelectual de los productos artesanales es coordinada por la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco). Esto se ve reflejado en marcas colectivas, denominaciones de origen, indicaciones geográficas y marcas de certificación.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

En materia de marcas colectivas, hasta octubre del presente año hay 22 vigentes, entre ellas la de Paracho, y una en proceso de certificación. En contrapartida, hay 24 que están vencidas, por lo que la Sedeco y el Instituto del Artesano Michoacano (IAM) afirman estar trabajando para la recuperación e impulso de las mismas.

Además, existen otras que están en trámites para obtener la certificación: las Quesadillas de Santa Ana Maya, los Plátanos de Coahuayana, las Guayabas del oriente y el Festival del torito de petate de Charo, así como las Nochebuenas del Oriente de Michoacán, los Rosarios y Coronas (para certámenes de Belleza) de Yurécuaro, y los Sombreros de Huetamo.


Se perdió apoyo institucional

Un ensayo de la investigadora Lucero Ibarra Rojas asume que, pese a la cantidad de marcas colectivas registradas en Michoacán, los apoyos institucionales han sido magros y cambiantes, dejando a los productores en el limbo: “Este problema podría haber sido evitado si las marcas hubieran adquirido suficiente relevancia para mantenerse a pesar de perder el apoyo institucional. Lamentablemente esto sólo ha sucedido en una muy pequeña cantidad de comunidades. En la mayoría de los casos no han sido usadas o han sido reemplazadas por las marcas individuales”, escribe en el documento publicado por el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología.

Con ella coincide Abel Castillo Martínez, presidente del Consejo Michoacano de Marcas Colectivas, quien afirma que los artesanos han sido usados con fines de propaganda gubernamental, pero en los hechos no se les impulsa con programas serios. Prueba de ello es que de los 20 mil que viven en el estado, apenas 800 han sido certificados por el Icatmi.

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Un taller subsidiado por el Instituto de Capacitación para el Trabajo del Estado de Michoacán (Icatmi) con sede en la Casa de la Cultura de Paracho es hoy en día la única opción pública y gratuita para que una nueva generación adquiera los conocimientos en la elaboración de guitarras en su capital mundial.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia


Son apenas 12 alumnos los que se forman con el maestro Carlos Piña Pérez, una de las figuras más respetadas de este pueblo mágico, quien en entrevista lamenta que no exista una escuela formal, grande, que pueda especializarse en materias específicas y dé cabida a muchos más niños y jóvenes interesados en continuar con esta tradición reconocida en todo el mundo. “Es un sueño imposible, algo irrealizable”, dice con cierta resignación el profesor, cuyas guitarras se pueden encontrar en Internet hasta en 25 mil pesos, además de que grandes concertistas le han mandado a hacer instrumentos de gran valía por la calidad sonora que transmiten.

No es nuevo su esfuerzo por enseñarle a los menores las bases para diseñar guitarras. Recuerda que desde 2006, a raíz de la obtención de la marca colectiva en Paracho, presentó un proyecto de gran calado para que los niños se formaran en este oficio, pero la propuesta nunca encontró eco. Fue entonces que se conformó con impartir el taller mucho más reducido en el Icatmi, curiosamente cuando lo dirigía el ahora gobernador Alfredo Ramírez Bedolla. También ha dado cátedra con apoyos del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) y el Instituto Michoacano del Artesano, pero su ilusión, insiste, es que hubiese una verdadera escuela de la guitarra, que llegaran maestros de todo el mundo, que se dieran especialidades.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

“Lamentablemente sólo soy yo; si realmente fuera una formación integral, una escuela de laudería como debe ser, habría especialidades en guitarra acústica, eléctrica, romántica, antiguas”, dice quien ha formado a figuras del instrumento como Gerónimo García, Rubén Ramírez, Ricardo Jasso y César Amparo, por mencionar solo un puñado. Agrega que la construcción profesional de un instrumento requiere años de formación, además de conocimientos en materias específicas como tecnología de la madera. Por ello, calcula que una escuela formal sería muy costosa y no ve la voluntad para que se financie.

En su taller se comienza desde cero, y aunque lo ideal es que los alumnos permanecieran por tres años, muchos abandonan el barco antes de tiempo y truncan su proceso formativo. Sabe que hay muchos casos que aprenden de laudería en sus propias casas, con sus padres o abuelos, como ha sucedido desde 1848 en esta región de la Meseta Purépecha, sólo que habilitar una escuela pública sería democratizar la enseñanza.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

Se calcula que en Paracho hay 400 talleres familiares de laudería, sin embargo, la labor de personas como el maestro Piña son oxígeno puro si se considera que las nuevas generaciones han optado por carreras que nada tienen que ver con este oficio. “Ya no había guitarreros, esa es la verdad, se estaban perdiendo, pero mire, ya hay nuevos, y no lo digo a manera de presunción”, señala.


Marca colectiva es de membrete

En julio de 2006, el gobierno del estado que era encabezado por Lázaro Cárdenas Batel logró obtener la denominación de origen de las guitarras de Paracho a través de una marca colectiva, cuyo propósito era protegerse de la piratería proveniente principalmente de China, pero también fomentar el aprendizaje a través de una materia de elaboración del instrumento que sería obligatoria en secundaria, algo que pasado el tiempo quedó en el olvido.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

El mismo maestro Piña se involucró en el proyecto de la marca colectiva, algo que suponía una articulación productiva conjunta, con la finalidad de salir al mercado como un solo grupo, pero ello se resquebrajó “por el carácter individualista de los compañeros”. También se trataba de estandarizar los procesos, respetando la creatividad de cada persona, sólo que jamás se pusieron de acuerdo. “Nos faltó una capacitación intelectual y emocional, si no tenemos el sentido de la pertenencia, nunca iremos juntos en nada”, reconoce el longevo profesor.

Con él coincide el artesano Jesús Zalapa, quien se ha especializado en la realización de instrumentos en miniatura. En entrevista, muestra documentos que dan cuenta de los esfuerzos por implementar la marca colectiva que sin embargo nunca ha terminado por detonar. No se ha cumplido con reglas de operación, tampoco hay un modelo colectivo para la manufactura artesanal y menos una estrategia de ventas en territorio nacional o para la exportación.



Reprocha que la marca sea “sólo de membrete”, pues nunca se han certificado procesos de producción, controles de calidad ni estándares de materia prima utilizada. Esto tiene como consecuencia que no se respeten los procesos de producción artesanales, pues muchas veces se aceleran detalles como el secado de las maderas con tal de vender más volumen.

Actualmente son alrededor de 32 lauderos los que forman parte de la marca colectiva, pero ninguno de ellos, dice Zalapa, obtienen beneficio alguno.

Si hubiese un trabajo articulado, los maestros cobijados bajo este sello podrían producir más instrumentos de los que ahora hacen de forma individual, “cuando menos el doble”, dice el miniaturista, sin que se atentara contra la calidad.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

Jorge Alfaro, otro de los lauderos reconocidos en el municipio, precisa que hay que distinguir entre los artesanos, los maestros y los fabricantes. Los primeros dos dan vida al sello único de los instrumentos, creando piezas que son usadas por artistas o en la academia. En tanto, se cuenta con 20 fábricas que producen guitarras económicas al mayoreo y que hasta hace 10 años competían ferozmente con la industria china, algo que ya no es tan preocupante en esta época.

Quienes optan por el trabajo artesanal, se enfrentan a la disyuntiva de vender piezas caras pero muy tardadas, pues implica el uso de maderas especiales que exigen largos periodos de secado. En cuanto a la marca colectiva, coincide en que se ha subutilizado, con proyectos que quedaron en el aire como una exposición permanente y levantar un taller de laudería.

Hoy en día, sostiene, se enfrentan no sólo a la crisis que dejó la pandemia, sino a las secuelas de un estado violento que aleja constantemente a los turistas: “No es la inseguridad propiamente de Paracho, sino del entorno, pues Michoacán ya es visto como un destino poco confiable”.


La mitad de las marcas están en desuso

En Michoacán, la propiedad intelectual de los productos artesanales es coordinada por la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco). Esto se ve reflejado en marcas colectivas, denominaciones de origen, indicaciones geográficas y marcas de certificación.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

En materia de marcas colectivas, hasta octubre del presente año hay 22 vigentes, entre ellas la de Paracho, y una en proceso de certificación. En contrapartida, hay 24 que están vencidas, por lo que la Sedeco y el Instituto del Artesano Michoacano (IAM) afirman estar trabajando para la recuperación e impulso de las mismas.

Además, existen otras que están en trámites para obtener la certificación: las Quesadillas de Santa Ana Maya, los Plátanos de Coahuayana, las Guayabas del oriente y el Festival del torito de petate de Charo, así como las Nochebuenas del Oriente de Michoacán, los Rosarios y Coronas (para certámenes de Belleza) de Yurécuaro, y los Sombreros de Huetamo.


Se perdió apoyo institucional

Un ensayo de la investigadora Lucero Ibarra Rojas asume que, pese a la cantidad de marcas colectivas registradas en Michoacán, los apoyos institucionales han sido magros y cambiantes, dejando a los productores en el limbo: “Este problema podría haber sido evitado si las marcas hubieran adquirido suficiente relevancia para mantenerse a pesar de perder el apoyo institucional. Lamentablemente esto sólo ha sucedido en una muy pequeña cantidad de comunidades. En la mayoría de los casos no han sido usadas o han sido reemplazadas por las marcas individuales”, escribe en el documento publicado por el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología.

Con ella coincide Abel Castillo Martínez, presidente del Consejo Michoacano de Marcas Colectivas, quien afirma que los artesanos han sido usados con fines de propaganda gubernamental, pero en los hechos no se les impulsa con programas serios. Prueba de ello es que de los 20 mil que viven en el estado, apenas 800 han sido certificados por el Icatmi.

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