Apatzingán, Michoacán (OEM-Infomex).- Este lunes se cumple una semana de que los limoneros de la región de Apatzingán pararon actividades luego de que grupos delincuenciales amenazaron a los productores e intentaron subirles el cobro de piso de uno y hasta dos pesos por kilo de limón.
En las redes sociales desde la noche del domingo pasado, comenzaron a circular mensajes anónimos pero atribuidos a los grupos delincuenciales que mencionaban, por un lado, que sí habría corte de limón en Apatzingán y Buenavista y por el otro que se atuvieran a las consecuencias quién lo hiciera sin autorización.
También circularon audios en grupos de Whatsapp, donde lideres e integrantes de los grupos criminales se dicen protectores de la gente y se amenazan entre ellos.
Algunos limoneros se organizaron este lunes y salieron a vender y entregar el limón en la comunidad de Antúnez, en el municipio de Parácuaro, en donde aseguran “no nos están cobrando cuota”.
Los limoneros han externado ahora el miedo a que sean atacados ellos o sus huertas o empacadoras por drones que llevan granadas de fragmentación o bombas de fabricación casera, pero aún así algunos dueños de huertas, cortadores y limpiadores han decidido arriesgarse.
La disputa por el territorio en la región de tierra caliente, Michoacán, no distingue a nadie
Ni las viviendas, los negocios, iglesias e incluso escuelas, tampoco están exentas de sufrir algún ataque con explosivos cargados por drones.
El Sol de Morelia realizó un recorrido por distintas comunidades de Apatzingán. Uno de ellos fue el Ejido Cuauhtémoc Cárdenas, mejor conocido como “El Guayabo”. El pequeño poblado de menos de 500 habitantes se encuentra a 21 kilómetros al noroeste del municipio de Apatzingán.
Para llegar hay dos caminos. El más peligroso, de acuerdo con los pobladores, es el que inicia desde el crucero de Las Cahuingas y cruza los poblados de Lomas de Los Hoyos, Puerta de Alambre, Las Becerras, El Capire y El Alcalde.
No hay vigilancia alguna, pese a que hace más de 50 días han sido blancos de ataques aéreos. Los caminos están en malas condiciones y a ello se suma la falta de cobertura telefónica.
Las huellas de la violencia se reflejan también cuando un camión de carga, quemado, que luce estacionado a un costado de la vialidad, como testigo y víctima de la violencia.
Tras la suspensión de labores de corte por parte de los productores, el hostigamiento de grupos delincuenciales, como Los Viagra, se siguen haciendo presentes.
Según reportaron los mismos pobladores, el cruzar este camino implica el riesgo de ser detenido, despojado de sus pertenencias y ser revisados los celulares para constatar que no se reciben o reenvían mensajes donde los señalan de estar detrás del cobro de piso.
Una vez en “El Guayabo”, la lluvia sigue sin ceder. Allí, algunos pobladores y productores de limón nos reciben. El primer lugar que se visita es una escuela, cuya techumbre tiene dos hoyos en ambos costados.
Han caído como 30 (bombas) en toda la comunidad desde hace 20 días, pero aquí en la escuela han caído como seis; dos en la galera y las demás donde se queda la gente a dormir (los salones). La mayoría de las casas son de lámina y optamos por abrir la escuela para refugiarse ahí, declaró un poblador.
En promedio, desde el amanecer y/o hasta la noche caen cuatro artefactos desde el cielo, sin que a la fecha, por obra de algún milagro, ninguna persona ha resultado lesionada o fallecida. Tan solo en este primer cuadro de la localidad, carente de pavimentación, por la mañana cayeron tres bombas: una en la vivienda colindante con la iglesia, otra a media calle y una más en un rancho.
El problema aquí son Los Viagra. Toda la gente sabe que los dronazos vienen de allá, de Los Charcos, El Capire, todos los sabemos y el gobierno también lo sabe, aseguran.
Para este pueblo de 500 habitantes, aproximadamente, el vivir bajo estas condiciones “es de una impotencia” porque “más te pegan y te pegan y no te defiendes”. Por ello, no es una exageración cuando se dice que todas las casas del ejido han sufrido de algún atentado.
Tras observar la techumbre de la escuela, nos invitan a pasar a una vivienda que está cruzando la calle, a unos diez metros del plantel educativo. Allí por la mañana, fue arrojada una bomba por un dron, cuyo hueco sobre la tierra es visible aún, así como varios pedazos de la misma.
Allí están los pedazos del plástico de la hélice que traen, nos señala el poblador que funge como guía.
Posteriormente, nos llevan a la salida del poblado. El camino por terracería se complica por lo enlodado de la tierra a causa de la lluvia. A los costados se pueden observar las montañas y el río que las separa. Salvo el ruido de los motores, impera el silencio y una engañosa calma.
Los vehículos se detienen a la altura de un árbol de parota, pues sobre su tronco yace un pedazo del artefacto explosivo arrojado días antes. Mientas se observa el paisaje, el poblador nos indica la ruta para llegar a salvo de la cabecera hacia El Guayabo.
Sostiene que no es recomendable hacerlo desde Lomas de Los Hoyos hasta El Alcalde, pues “ahí están mochadas las carreteras” y además, hay tramos donde se colocaron “dispositivos” que al pasar estallan, según les informaron los propios soldados.
No le damos por ese lado porque se la pasan Los Viagras, nosotros tenemos el otro camino. Todos los que han cruzado por ahí les han quitado sus camionetas, han entrado a robar a sus casas; si les gustan tus zapatos te los quitan, sostiene.
Y a la pregunta expresa sobre lo evidente, sobre si es esta una zona, una tierra sin ley, sin titubear, responden “en parte sí”.
Silencio institucional
Por su parte el gobierno del estado no ha emitido postura oficial sobre el tema y en la semana pasada a través de un comunicado de prensa la Secretaría de Gobierno señaló que los limoneros no han querido dialogar con las autoridades.
Se desconoce por el momento si hay denuncias presentadas por extorsión en el caso de Apatzingán y la región, pero tampoco ha habido operativos de seguridad que intenten ayudar a los limoneros como si ocurrió en Uruapan con el caso de los industriales de la tortilla en la primera semana de agosto.