/ sábado 27 de marzo de 2021

Penitencias, un arduo camino en Tzintzuntzan

Después de la Procesión del Silencio, los fervorosos cumplen con su manda hasta llegar a la localidad de “Ojo de agua”

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).– Llevar la cruz a cuestas, detenerse a rezar en cada estación y flagelarse con la “disciplina”, es parte del tortuoso y, a la vez, redentor camino que han de cumplir “los penitentes” en la procesión que se lleva a cabo la noche del Viernes santo en Tzintzuntzan.

Esta edición del Fin D, El Sol de Morelia platicó con Salvador Domingo Melchor, profesor normalista de 24 años, quien empezó a participar en las representaciones del viacrucis desde los 10 años y logró el papel de Jesucristo poco antes de cumplir la mayoría de edad –experiencia que calificó como “una de las más agradables de mi vida”–, para después comprometerse desde el 2017 con una manda, que sólo se vio interrumpida el año pasado por la suspensión de la Semana Santa.

Si bien desde pequeño cultivó la devoción por colaborar en las celebraciones religiosas de su comunidad, no fue sino hasta el papel del “Nazareno” que comprendió la responsabilidad que implica prepararse para representar al rey de los judíos.

“Físicamente hacía mucho ejercicio en aquel entonces, debí prepararme para poder aguantar el recorrido alrededor del Atrio de los Olivos con una cruz que pesa alrededor de unos 70 kilos”, dijo luego de mencionar los “retos personales” que debió cumplir como parte de las obligaciones religiosas: confesarse desde el inicio de la cuaresma, dejar de tomar y de salir a fiestas, abstinencia sexual y asistir a misa.

Sólo una vez les es permitido a los jóvenes elegidos de la comunidad representar a Jesucristo. A Salvador le hubiese gustado volverlo a hacer –confiesa– “pero lo van rolando año con año”. De ahí que haya pasado de la “judea” a las penitencias, por un gusto personal, pero también porque su padre fue “penitente”.

Te recomendamos: Celebración de Semana Santa, a puerta cerrada: Arquidiócesis

Aunque ambas procesiones suceden el Viernes santo, el viacrucis rodea el antiguo Convento Franciscano de Santa Ana durante el mediodía –con una gran convocatoria de turistas y habitantes de las comunidades vecinas–, mientras “las penitencias” se despliegan en una caminata a pie descalzo por 35 estaciones, a partir de las 22:00 horas.

Previamente, se lleva a cabo la “Procesión del silencio”. La salida es en el templo dedicado a la Virgen de la Soledad, con los símbolos por delante: la corona de espinas de Jesucristo, los clavos y la placa con el acrónimo para “Jesús nazareno, rey de los judíos” (INRI). Detrás marcha la urna con el señor del Santo Entierro, custodiada por los cargueros, seguido éste de la imagen de la Virgen de la Soledad y después los cristos de los barrios elaborados con pasta de caña.

El cortejo concluye su marcha en el templo para velar al Santo Entierro y entonces parten los varones vestidos con su cendal blanco, capirote, “disciplina” (flagelo) y rosario en mano, además de una cruz o grilletes, como sacrificio opcional. Después de cumplir con las 35 estaciones, deben llegar a la localidad de “Ojo de agua”.

“Hay compañeros que tienen a sus esposas embarazadas y lo hacen para que todo salga bien, otros entran para ofrecer el sacrificio a la salud de un familiar enfermo y, por ejemplo, yo el primer año dediqué la manda para entrar a donde yo quería estudiar”, dijo Domingo Melchor quien lleva 3 años consecutivos como penitente.

Al respecto, explicó que su promesa fueron 4 años para cumplir el compromiso religioso y uno más “en agradecimiento por haberme dejado cumplir los años anteriores”.

A pesar de que el año pasado se suspendieron las celebraciones de Semana Santa, él y un grupo de personas buscaron por varios medios de realizar las penitencias –dijo– “pero no se logró”. Éste año no será distinto, las actividades públicas están suspendidas hasta nuevo aviso. La pandemia no ha cedido y en Tzintzuntzan aún no llegan las vacunas para las personas de la tercera edad.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).– Llevar la cruz a cuestas, detenerse a rezar en cada estación y flagelarse con la “disciplina”, es parte del tortuoso y, a la vez, redentor camino que han de cumplir “los penitentes” en la procesión que se lleva a cabo la noche del Viernes santo en Tzintzuntzan.

Esta edición del Fin D, El Sol de Morelia platicó con Salvador Domingo Melchor, profesor normalista de 24 años, quien empezó a participar en las representaciones del viacrucis desde los 10 años y logró el papel de Jesucristo poco antes de cumplir la mayoría de edad –experiencia que calificó como “una de las más agradables de mi vida”–, para después comprometerse desde el 2017 con una manda, que sólo se vio interrumpida el año pasado por la suspensión de la Semana Santa.

Si bien desde pequeño cultivó la devoción por colaborar en las celebraciones religiosas de su comunidad, no fue sino hasta el papel del “Nazareno” que comprendió la responsabilidad que implica prepararse para representar al rey de los judíos.

“Físicamente hacía mucho ejercicio en aquel entonces, debí prepararme para poder aguantar el recorrido alrededor del Atrio de los Olivos con una cruz que pesa alrededor de unos 70 kilos”, dijo luego de mencionar los “retos personales” que debió cumplir como parte de las obligaciones religiosas: confesarse desde el inicio de la cuaresma, dejar de tomar y de salir a fiestas, abstinencia sexual y asistir a misa.

Sólo una vez les es permitido a los jóvenes elegidos de la comunidad representar a Jesucristo. A Salvador le hubiese gustado volverlo a hacer –confiesa– “pero lo van rolando año con año”. De ahí que haya pasado de la “judea” a las penitencias, por un gusto personal, pero también porque su padre fue “penitente”.

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Aunque ambas procesiones suceden el Viernes santo, el viacrucis rodea el antiguo Convento Franciscano de Santa Ana durante el mediodía –con una gran convocatoria de turistas y habitantes de las comunidades vecinas–, mientras “las penitencias” se despliegan en una caminata a pie descalzo por 35 estaciones, a partir de las 22:00 horas.

Previamente, se lleva a cabo la “Procesión del silencio”. La salida es en el templo dedicado a la Virgen de la Soledad, con los símbolos por delante: la corona de espinas de Jesucristo, los clavos y la placa con el acrónimo para “Jesús nazareno, rey de los judíos” (INRI). Detrás marcha la urna con el señor del Santo Entierro, custodiada por los cargueros, seguido éste de la imagen de la Virgen de la Soledad y después los cristos de los barrios elaborados con pasta de caña.

El cortejo concluye su marcha en el templo para velar al Santo Entierro y entonces parten los varones vestidos con su cendal blanco, capirote, “disciplina” (flagelo) y rosario en mano, además de una cruz o grilletes, como sacrificio opcional. Después de cumplir con las 35 estaciones, deben llegar a la localidad de “Ojo de agua”.

“Hay compañeros que tienen a sus esposas embarazadas y lo hacen para que todo salga bien, otros entran para ofrecer el sacrificio a la salud de un familiar enfermo y, por ejemplo, yo el primer año dediqué la manda para entrar a donde yo quería estudiar”, dijo Domingo Melchor quien lleva 3 años consecutivos como penitente.

Al respecto, explicó que su promesa fueron 4 años para cumplir el compromiso religioso y uno más “en agradecimiento por haberme dejado cumplir los años anteriores”.

A pesar de que el año pasado se suspendieron las celebraciones de Semana Santa, él y un grupo de personas buscaron por varios medios de realizar las penitencias –dijo– “pero no se logró”. Éste año no será distinto, las actividades públicas están suspendidas hasta nuevo aviso. La pandemia no ha cedido y en Tzintzuntzan aún no llegan las vacunas para las personas de la tercera edad.

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