Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Tras un cierre de casi cuatro meses, el Centro Ecoturístico Pantzingo se vio duramente afectado al perder la temporada de Semana Santa y no recibir a cerca de mil 250 personas, debido a la contingencia sanitaria del Covid-19.
En entrevista para El Sol de Morelia, Francisco López Rodríguez, administrador del Centro Ecoturístico perteneciente a Nuevo San Juan Parangaricutiro, señaló que el promedio anual alcanza los 5 mil visitantes, entre los cuales, dijo, “hemos identificado cuatro grupos de turistas”.
Al respecto, especificó que mientras los campamentos escolares, llevan a cabo recorridos guiados, actividades de aventura y talleres didácticos, los grupos provenientes de instituciones académicas y dependencias de gobierno, así como ejidos y comunidades de todo el país “vienen a conocer la experiencia organizativa, de producción y diversificación productiva que se lleva a cabo en nuestra comunidad por lo que en Pantzingo se organizan visitas a las empresas comunales, charlas y talleres”.
Otro tipo de turismo sería los ecoturistas y el turismo en general que acude en busca de convivencia y esparcimiento.
“Ante la amenaza de contagio por Covid-19, nos vimos obligados a cerrar temporalmente el centro, a causa de la poca afluencia de visitantes generada por el confinamiento, así como por recomendación de las autoridades sanitarias”, dijo al enfatizar que no sólo Pantzingo, sino todo el municipio se vio “fuertemente afectado” al depender, en gran medida, de la economía que aporta el turismo.
El Centro Ecoturístico Pantzingo cuenta con servicio de hospedaje en cabañas tipo familiar o con capacidad para grupos grandes. De dos hasta 10 personas en las familiares y una, tipo albergue, con capacidad para 48 personas. Además de áreas verdes para camping, el lugar cuenta con un comedor comunitario “en el cual, mediante de reservación, se puede disfrutar de la sabrosa comida típica de la región y de recorridos guiados al volcán más joven del planeta y las ruinas del antiguo San Juan Parangaricutiro, así como las actividades de aventura de pista de comandos y una tirolesa de 500 metros de largo”.
A pregunta expresa sobre la conformación de un campamento ecoturístico en las inmediaciones del volcán Paricutín, el también cronista de Nuevo San Juan Parangaricutiro dijo que en 1994 la comunidad inició un programa de colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a partir del cual surgió la idea de crear un centro ecoturístico que inició su plan piloto en 1998 y al año siguiente “iniciaron de manera más formal los trabajos con el apoyo del Instituto Nacional Indigenista (INI)”, al construirse un albergue, un salón de usos múltiples y el comedor comunitario.
Te puede interesar: Balnearios, en crisis económica: van por la sobrevivencia
“Dada la demanda del servicio de hospedaje, en el año 2003 con el apoyo de la CDI, PRODEFOR y el Banco Mundial, se construyen otras tres cabañas con capacidad para dos, cuatro y 10 personas, así como un complejo de sanitarios en el centro y paralelamente se implementaron algunas actividades como el rappel, la tirolesa y la pista de comandos”, al subrayar que en 2007 se instalaron fotoceldas y calentadores solares en las cabañas y se estableció formalmente la empresa independiente de Ecoturismo de la Comunidad Indígena de NSJP, Michoacán.
La construcción más antigua del centro es conocida como la cabaña del Doctor Atl, paisajista y vulcanólogo que registró la actividad del volcán Paricutín (1943) y realizó centenares de dibujos y pinturas del acontecimiento.
“Al ser destruidos los observatorios de Jaratiro y El Calvario, Dr. Atl (Gerardo Murillo) instaló su residencia en esta cabaña que ya existía en el paraje de Pantzingo. Desde este lugar se tenía una vista excepcional del coloso de fuego llamado Paricutín, y desde ahí redacto crónicas, genero bocetos y pintó algunas de sus obras más emblemáticas sobre el volcán”, dijo al explicar que, años después de vivir en esa cabaña, Atl tuvo que regresar a la Ciudad de México por problemas de salud y la construcción quedó en propiedad de la familia Sandoval Murillo.
En 2008 fue cedida por dicha familia al Centro Ecoturístico Pantzingo, para ser restaurada y ofrecerla al turismo, puntualizó.