Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Don Israel Rivera ha intentado orar por su esposa muerta hace tres años y su madre que dejó este mundo dos décadas atrás. Sentado en una pequeña silla de madera, frente a la tumba de ambas, sin nadie más que lo acompañe, es difícil que se pueda concentrar ante los cientos de turistas que visitan el atrio del templo de Nuestra Señora de la Natividad, en Arocutín, a solo 20 minutos de Pátzcuaro.
Lo que intenta ser un rito ceremonial para recibir a las ánimas se convierte por momentos en un espectáculo de celulares grabando videos y tomando fotografías, con Youtubers que presumen estar en Michoacán, motociclistas que llegan en grandes caravanas e incluso uno que otro adolescente que combina la tradición purépecha con el Halloween.
Llegada la medianoche, el sacerdote de la zona oficia una misa afuera de esa iglesia construida a finales del siglo XVI, donde dice a sus feligreses que es un día de fiesta, porque sus muertos los están visitando. Mientras los pobladores escuchan atentos, los turistas continúan observando cada tumba, cada detalle de las ofrendas que principalmente tienen frutas, pan, bebidas y algunas de ellas fotografías en gran tamaño de los difuntos.
Algunos quisieron entrar al templo, pero minutos antes de la misa, una señora les indica que ya no es posible porque todos deben permanecer en el atrio, único en su tipo en todo el estado porque no hay lápida alguna, sino solo tierra amontonada encima de cada cuerpo.
Resignado a que la oración se concrete hasta bien entrada la madrugada, nos relata que sus abuelos le enseñaron cómo llevar esta tradición, por lo que ahora hace lo propio con sus nietos. Desde el 31 de octubre colocan un gran arco frente a la puerta principal de la iglesia como el instrumento para recibir a las ánimas, es su guía para que no se pierdan en el camino.
Israel destaca que todas las flores colocadas son de origen natural, y aunque un poco abrumado, se alegra de que haya visitantes porque dejarán buenos ingresos, sobre todo a las familias que afuera del atrio venden cena.
María Barajas, otra de las mujeres que presume su práctica de sincretismo religioso, disfruta el momento de encontrarse con su “papá grande”, su madre y dos hermanas, a quienes les ha llevado fruta. Asegura que se va a quedar ahí hasta que amanezca, sin importar que el frío ya ande en los siete grados centígrados y quizá se acerque al cero horas más tarde.
Arocutín conserva intacta la tradición, mientras que en Pátzcuaro la fiesta se ha convertido en una mezcla que incluye niños disfrazados de anti héroes de películas de terror, catrinas frente a la Plaza Vasco de Quiroga, bandas de rock sonando en las banquetas y grupos de música regional en el escenario principal auspiciado por el Ayuntamiento.