Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- El crecimiento exponencial e ilegal de la producción de aguacate en Michoacán no sólo ha traído consigo repercusiones ambientales -que se traducen en una pérdida forestal de 66 mil 762 hectáreas boscosas al año-, sino también problemáticas que carcomen y comprometen la preservación de los dos mil 100 sitios arqueológicos que hoy son reconocidos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en la entidad.
La problemática que el cultivo de aguacate ha generado sobre la preservación de los sitios arqueológicos del estado ya rebasó al INAH, y así lo reconoció el exdirector y hoy investigador del instituto, José Luis Punzo Díaz, quien confesó que los tres arqueólogos encargados de resguardar los vestigios de la entidad resultan insuficientes para cumplir con una tarea que calificó como “titánica”.
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En entrevista con El Sol de Morelia, Punzo Díaz precisó que las zonas arqueológicas, reconocidas como focos rojos por el cultivo de aguacate, se encuentran en municipios como Zacapu, Tingambato, Salvador Escalante, Tacámbaro, Ario de Rosales, Ziracuaretiro, Tzintzuntzan y Pátzcuaro.
“El instituto se encuentra rebasado, es una tarea titánica la que tiene. Somos cuatro, realmente tres arqueólogos actualmente atendiendo al estado de Michoacán, porque una compañera ya se encuentra en proceso de jubilación y eso dificulta aún más nuestra tarea, pero estamos haciendo lo que se puede, con un compromiso mayúsculo, con lo que tenemos a la mano”, dijo.
José Luis Punzo remarcó que este problema está acompañado de vicios sistemáticos, donde las autoridades no han podido limitar el cambio de uso de suelo con fines agrícolas, principalmente enfocados en el cultivo de aguacate, cuyas raíces han alcanzado históricos vestigios arqueológicos que están fuera del resguardo que ofrece el INAH.
“La invasión del aguacate se ve reflejada en innumerables vestigios arqueológicos, pero sobre todo en Tingambato, donde el llamado 'oro verde' está cubriendo sitios a donde ya no podemos entrar, porque el cultivo de este fruto está acompañado de infraestructura que limita nuestra operatividad”, refirió.
Sitios arqueológicos de Michoacán, en la indefensión
En medio del problema que gira en torno a la preservación de los sitios arqueológicos y el cultivo de aguacate, el director del INAH en Michoacán, Marco Antonio Rodríguez Espinosa, recalcó que, de los dos mil 100 vestigios identificados por el instituto en el estado, sólo seis están bajo el resguardo del mismo.
Los seis sitios arqueológicos que gozan del blindaje del Instituto Nacional de Antropología e Historia son: Tres Cerritos y el Rancho San Jacinto, ubicados en Cuitzeo; La Nopalera, localizada en Huandacareo; Tingambato; Tzintzuntzan; Ihuatzio, y San Felipe Los Alzati.
Los demás están identificados, mas no blindados por el instituto a su cargo, lo cual compromete su preservación.
Ante este escenario, el director del INAH dijo que se han iniciado ya diferentes procesos jurídicos para poder resguardar las zonas arqueológicas, donde, derivado del cultivo de aguacate u otras actividades, el accionar del instituto se está viendo limitado.
Esta indefensión, justificó, responde al elevado costo que implica el resguardo de un sitio arqueológico, además de que la recaudación que generan estos espacios cuando se abren al público no cubren ni siquiera gastos de inversión.
“El resguardo de un sitio arqueológico que se abre al público ronda sobre el millón y medio de pesos al año, por toda la infraestructura que se requiere, y los recursos que se generan no llegan ni cerca a la inversión que se requiere”, agregó.
Daño causado por cultivo de aguacate, incuantificable
Aun cuando se tienen identificadas las zonas arqueológicas carcomidas por el aguacate, Punzo Díaz aceptó que no existe un cálculo preciso para enumerar cuántos vestigios están prácticamente desaparecidos a consecuencia de esta problemática.
“El daño es incuantificable, porque de inicio no tenemos un cálculo preciso de cuántos sitios arqueológicos existen en Michoacán, pues las manos que tenemos sólo nos han permitido identificar dos mil 100”, aseveró.
En respuesta al conflicto, el arqueólogo egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia resaltó que se ha buscado echar mano de las autoridades estatales y municipales involucradas, aunque reconoció que el cambio de administraciones termina convirtiéndose en otra limitante.
“Podemos construir buenas relaciones con los gobiernos estatales o municipales, pero al paso de seis o tres años la situación vuelve a ser la misma, sin impor que hayamos encontrado buena disposición en un inicio, lo que se convierte en un círculo vicioso que no nos permite tener un diagnóstico claro”, agregó.
Aguacate acecha zona arqueológica de Tingambato
Tingambato es uno de los municipios donde la invasión del aguacate en zonas arqueológicas es evidente, o al menos así se pudo apreciar en un recorrido realizado por El Sol de Morelia en dicha región, cuya dimensión territorial es de 188.8 kilómetros cuadrados, y poblacional de 16 mil 325 habitantes, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En este municipio, ubicado a apenas una hora con 20 minutos de la capital michoacana, el acecho del aguacate se aprecia a simple vista, tomando en cuenta que su zona arqueológica está totalmente rodeada por huertas de aguacate.
Las rejas que dividen y resguardan a la zona arqueológica resultan insuficientes para frenar el cultivo de aguacate, ya que en este lugar yacen árboles del también conocido “oro verde” a apenas unos metros de los vestigios protegidos por el INAH.
Detrás de las rejas fue imposible identificar si existen vestigios arqueológicos a la deriva de la producción agrícola que impera en la zona, ya que el acceso es limitado, como también lo fue la lente de las cámaras utilizadas para registrar el estado en que se encuentra la riqueza arqueológica de Tingambato.
Sin embargo, de acuerdo con el investigador del INAH, José Luis Punzo, hay vestigios arqueológicos cubiertos por árboles de aguacate, frente a lo que reconoció que el instituto ha visto truncadas sus posibilidades de accionar, debido a que son terrenos privados.
Riqueza arqueológica, a cambio de desarrollo
Para la población de Tingambato no parece existir ningún problema, pues, en un sondeo realizado por El Sol de Morelia, sus habitantes coincidieron en que los ingresos que genera el aguacate compensan el daño causado a los sitios arqueológicos del municipio.
“Las ruinas no son más que ruinas, sabemos que tienen su relevancia y que merecen cuidado, pero el aguacate nos ha dado más que esas ruinas, es nuestro único medio de subsistencia”, comentó el señor Joaquín Cruz, entrevistado en la plaza de Tingambato.
A este argumento se sumó el señor Artemio González, quien, si bien defendió la expansión de la franja aguacatera en Tingambato, consideró importante que las autoridades coadyuven en el resguardo de las zonas arqueológicas.
“Aquí se resguardó una zona, pero en los cerros hay más pirámides ocultas, cosa que no se ha investigado, entonces, cuando lo hagan, se necesita trabajar en su protección, sin pegarle al aguacate, que de eso vivimos”, agregó.
A propósito de la defensa que manifestaron los habitantes de Tingambato entrevistados, es importante mencionar que, con base en datos ofrecidos por el Consejo Estatal de Población, en este municipio 41.47 por ciento de su población no es económicamente activa, factor que orilla a los tingambenses a ver en la producción agrícola, su única plataforma de desarrollo económico.
Ayuntamientos, sin respuesta
Marco Antonio Rodríguez, director del INAH, remarcó la necesidad de que los ayuntamientos michoacanos coadyuven en la preservación de los vestigios identificados en sus respectivos municipios, luego de reconocer que existe desentendimiento en las autoridades locales.
“El cambio de administración suele ser un problema, pero este problema toma aún mayor fuerza cuando las autoridades municipales no colaboran con el instituto, se entiende que el tema no es de su competencia directa, pero es importante que funjan como el primer contacto de atención de denuncias”, enfatizó.
A propósito de las declaraciones del director del INAH, es importante mencionar que El Sol de Morelia buscó la postura de la presidenta de Tingambato, Marisol López Figueroa, pero no se tuvo suerte, debido a que la alcaldesa, de acuerdo con versiones del ayuntamiento, se encontraba recorriendo el municipio para valorar posibles daños tras el sismo.
Lo que sí se informó es que el pasado 14 de septiembre se estableció una mesa de trabajo con el gobierno de Michoacán, donde tuvo participación Alfredo Ramírez Bedolla, para dar seguimiento a la problemática que enfrenta la riqueza cultural de Tingambato.
Zonas inaccesibles en Tierra Caliente
José Luis Punzo reconoció a su vez que existen zonas, sobre todo en Tierra Caliente, donde el INAH no puede ingresar, derivado de la crisis de seguridad que impera en el estado.
El investigador no se atrevió a afirmar que detrás del cultivo de aguacate existan grupos delincuenciales involucrados, o que éstos de alguna u otra manera impidan el acceso del instituto, pero sí confesó que en municipios como Turicato el INAH prefiere mantenerse al margen.
“Es muy fuerte, negarlo no tiene ningún sentido, yo trabajo en la zona de Tierra Caliente, en Uruapan, La Huacana y Turicato, pero hay zonas donde cada vez se vuelve más difícil acceder, sobre todo porque andamos en el cerro, y hemos tenido que cambiar nuestras estrategias, dejar de ir a ciertos lugares o simplemente limitarnos a trabajar con material recabado en laboratorio”, subrayó.
Aguacateros dicen desconocer invasión
Del tema la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México (APEAM) prefirió no opinar, pero no sólo eso, sino que sus líderes y representados dijeron desconocer el problema que gira en torno a la invasión de la franja aguacatera sobre los sitios arqueológicos del estado.
“Ese tema no lo voy a tratar, porque no tengo conocimiento de eso”, contestó tajante el director general de APEAM, Armando López Orduña, luego de solicitar su opinión al respecto.
Lo mismo contestó el exdirector de APEAM, Adrián Iturbide Mejía, quien contestó a un mensaje: “desconozco totalmente el tema, me gustaría saber, pero en este momento no soy buen referente”.
Bajo este tenor, el INAH no cuenta con una medición que detalle cuál es el daño causado sobre los sitios arqueológicos, a consecuencia de la expansión desmedida de la franja aguacatera, ni tampoco el estado que guardan muchos de ellos, debido a las restricciones de acceso en las zonas adecuadas para el cultivo de este fruto.