Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Un silencio sepulcral se apoderó del centro de Erongarícuaro justo cuando llegaba la medianoche, entre el 1 y 2 de febrero. En la tierra, una yácata de adobe fue instalada para que los hombres más respetados del pueblo (los Tata K'eriecha) subieran a conversar con el dios Kurhiahueri y recibir así el nuevo año de su propio calendario. En el cielo, las estrellas de la Constelación de Orión estaban ya en su punto más alto y entonces se encendió el Fuego Nuevo, conocido por la cultura purépecha como Ch'upiri Jimbaŋi.
La ceremonia que fue prohibida por los españoles y retomada gracias a la iniciativa de líderes regionales y académicos en 1983 se vive con un respeto absoluto. No se permite ni siquiera los cuchicheos, se silencian los celulares, queda prohibido tomar fotografías y video en el punto más importante del ritual y posterior al encendido los asistentes pueden unirse con sus ocotes prendidos.
En Erongarícuaro, un municipio que no rebasa los tres mil habitantes y contenencias que ya buscan la autonomía gubernamental, se desbordaron sus calles estrechas e inclinadas con millas de personas que arribaron desde diferentes puntos del país e incluso del extranjero. Lo mismo había visitantes que llegaron de Jalisco que de Guanajuato, de Estados Unidos y de Alemania, pero eran los menos, porque los más provenían de las cuatro regiones purépechas: la Ciénega de Zacapu, la Lacustre, la Cañada y la Meseta.
Fue precisamente el izamiento de su propia bandera el acto que inauguró la jornada estelar de esta tradición. Con los colores morado, azul, amarillo y verde, el lábaro se dejó acariciar por un viento que a eso de las 10:00 de la mañana no era tan frío como algunos suponían, e incluso los rayos del sol dejaban que los primeros testigos se despojaran de sus chamarras y rebozos.
Con la presencia de decenas de niñas y niños, esos que no deben perder las tradiciones, se explica que la bandera cuyo lema es “Juchari Uinapekua” (nuestra fuerza) representa en cada color a las ya mencionadas regiones y alude a símbolos como el maíz , el agua, los templos, el pescado blanco, los ríos y los bosques. Además, el dios Kurhiahueri aparece al centro rodeado de rayos solares que proyecta a los cuatro puntos cardinales mediante igual número de grupos de flechas.
No ha llegado ni el mediodía y las opciones para hospedarse en el pueblo se reducen a cero. El dueño de un hotel explica en entrevista que hay habitaciones que fueron apartadas con siete meses de anticipación, mientras que los domicilios particulares difíciles podrán ser habilitados como posada porque es el año nuevo y estarán llenos de visitas. Si alguien no puede viajar de noche deberá buscar opciones en Pátzcuaro, a tan solo 30 minutos por un tramo carretero que está en buenas condiciones.
Músicos desde pequeños
Uno de los primeros actos culturales fue encabezado por la Orquesta Sinfónica Comunitaria Vasco de Quiroga, dirigido por Juan Carlos Guerrero Jerónimo, quien ha preparado un grupo nutrido de niños y adolescentes radicados en Tzintzuntzan, Tzurumútaro, Pátzcuaro y el propio Erongarícuaro. Con sones y abajeños purépechas como “Josefinita”, “Día de Campo” y “Flor de Canela”, estos 60 músicos se fueron ganando al público gracias a una brillante ejecución de violines, violas, chelos, contrabajos, oboes, flautas, clarinetes, fagot, trompetas, cornos y tuba, más la sección de percusiones, en donde no faltó el bombo y los timbales.
Juan Carlos, ejecutante y profesor de varias generaciones, se ha involucrado en las celebraciones del Fuego Nuevo desde 2001, cuando la ceremonia se realizó en su natal Cherán, a partir de lo cual asiste con algún proyecto porque su propia lucha es la de heredar los conocimientos para que la música purépecha se siga interpretando.
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Quien no nació en estas tierras, pero ya se siente parte del pueblo es el escultor Martín Rivera López, pues lleva 42 años de residencia y ahora fue elegido para intervenir la piedra utilizada en los festejos. En entrevista, explica que esculpió los símbolos del maíz y el pez, “una representación de la montaña y del lago, del intercambio comercial que se hacía en este lugar”. También ha agregado un espejo de obsidiana, como referencia a las raíces del nombre y su pronunciación original.
Don Martín celebra que el también llamado “Eronga” haya sido el elegido para encender el Fuego Nuevo, pese a cierta polémica de quienes consideran que ya hay más mestizos que indígenas y que la lengua materna se ha ido perdiendo.
“Es una consecuencia de la Conquista, pero nuestra cultura resiste y sobrevive, al igual que nuestros cultivos tradicionales como el maíz, el frijol, la calabaza o el chocolate”,
añade quien en sus años de juventud mejora la sociología y en un trabajo de campo Conocí Santa Fe de la Laguna, razón suficiente para enamorarse de esta cultura.
Invitado por los cargueros de Arantepacua, Constantino Coenete Rueda es un músico todo terreno que ejecuta instrumentos de tríos y cuartetos, lo mismo el acordeón, la guitarra, la batería, el bajo o el teclado. Pero hoy no hay cabida para las rancheras ni los boleros, sino para la música purépecha: “Lo que hacemos es conservar las reglas originales, porque con el tiempo se ha modificado, le meten hasta huapango o ritmos de otros estados, que parece igual, pero no lo es”, afirma, y poco después se pone a tocar “Las lágrimas de Don Patricio”, en honor a un viejo maestro de su pueblo.
A medida que avanzan las horas la fiesta crece. Por las calles y en el escenario también hay danzas originarias, con vestidos espectaculares y ejecuciones inobjetables. Las clásicas Maringuías, que no son otra cosa que hombres caracterizados como mujeres, le ponen elegancia y gracia a la celebración, la cual alcanzará su punto más delirante ya por la noche, cuando los Caporales de Curácuaro casi revienten la tarima al azotar sus propias prendas y perseguir al Torito en plena referencia carnavalesca.
Se desborda el desfile
Además del propio encendido del Fuego Nuevo, el acto estelar del día es el desfile tradicional que se hace en cada una de las sedes elegidas, pues llegan habitantes de las cuatro regiones para mostrar sus propias tradiciones. Entre miles de participantes se alista Alberto Ávila, originario de Nahuatzen, quien explica que este recorrido es un símbolo de hermanamiento, reconocerse como parte de un solo pueblo y entonces estar alegre, bailar mucho, recobrar los valores que los hacen fraternos. En su cuello cuelgan pequeñas ollas de barro que le fueron obsequiadas por cargueros de la zona, mientras que él ha ofrecido objetos de madera que trabajan en su terruño.
Minutos más tarde la alegría y el color serán los protagonistas del Año Nuevo: decenas de músicos le ponen sonido a los bailes de poblaciones como Janitzio, Nahuatzen, Jarácuaro, Ucasanástacua, Tarecuato, Cuácuaro, Ichiqueo, Caltzontzin, Carapan, Sevina, San Juan Nuevo , Chilchota, San Lorenzo Purenchécuaro, Santo Tomás, Patambán y muchos otros.
Con carteles y banderas que los identifican, los purépechas bailan sobre las calles ya su paso lanzan confeti, pinole y cal a quienes observan desde la banqueta, provocan hilaridad en todo momento. Las mujeres han llevado sus mejores vestidos bordados a mano, mientras que los varones optan por sombreros y finas camisas, aunque el máximo colorido lo ponen quienes portan las espectaculares máscaras de diablo, los cuernos de venado, los bastones de los Viejitos, el torito enfurecido e incluso velos místicos que cubren por completo el rostro.
Para esas horas, poco más de las 4 de la tarde, los vecinos de Eronga han dado muestras de su hospitalidad al ofrecer comida gratis para todos los asistentes, quienes se forman en orden para obtener platos de churipo, carnitas, pozole o carne de puerco bañada en salsa verde, complementada con aguas frescas. A lo largo del día no se ha observado a nadie con alguna bebida embriagante y eso tampoco ocurrirá por la noche, lo que deja claro el nivel de respeto para recibir a su propio año.
Cuando la ceremonia concluye ya es la 1 de la madrugada. El termómetro llega a los 3 grados en su sensación térmica y entonces habrá que desocupar la plaza, no sin antes escuchar que en 12 meses los purépechas se volverán a reunir, pero ahora en Ocumicho, donde los diablos estarán listos para encender el Fuego Nuevo.