El anuncio de una marcha en la ciudad suele ser una mala noticia para la mayoría de los habitantes, quienes de inmediato piensan en los cortes viales, el tráfico, el tiempo perdido.
Sin embargo, existe un pequeño sector al que este caos les beneficia, se trata de un grupo de vendedores ambulantes, quienes ven en los inconformes una fuente de ingresos.
A estas grandes concentraciones de personas acuden vendedores con diferentes tipos de productos: desde golosinas y frituras hasta los que ofertan sombreros y sombrillas útiles para la ocasión de los marchantes.
Algunos de los oferentes cargan con sus mercancías en carritos o charolas, así que pueden seguir la marcha durante todo su trayecto. Otros prefieren instalar mesas plegables con sus productos previo al inicio de la manifestación, por lo que una vez que inicia la marcha dan por terminada su jornada.
Por supuesto, los precios de los productos deben ser accesibles: un cigarro a cinco pesos, casi lo mismo que un refresco; churros azucarados y las donas rellenas a diez; en 50 una sombrilla y sombreros tejidos desde 60 hasta cien pesos. Todo esto es de gran utilidad para los que osaron por manifestarse en ese día por el centro de la ciudad.