Morelia, Michoacán (OEM Infomex).- El lago de Pátzcuaro ha tenido problemas de sustentabilidad desde hace al menos un siglo y por más dinero que se le invierte, los resultados para sanearlo son nulos. Los investigadores Juan Pablo Ramírez Herrejón y Omar Domínguez Domínguez afirman en la revista de divulgación Saber Más que los impactos severos sobre el cuerpo de agua iniciaron en la década de 1930 y desde entonces son tres los factores que denotan su deterioro: la calidad del agua, la condición del hábitat lacustre y el aspecto biológico.
Por su parte, Javier Reyes Ruiz distingue en su tesis doctoral del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) que los fracasos constantes en programas de desarrollo se deben a factores como la falta de diagnósticos adecuados, abundancia de planes vagos y generalizados, la fallida coordinación institucional, rotación de funcionarios responsables e incluso la incapacidad ciudadana para organizarse para sus propios intereses.
Este atractivo natural que genera millones de pesos en derrama económica por el turismo nacional y extranjero acumula problemas que han sido diagnosticados en cientos de estudios científicos, foros, planes de desarrollo, tesis universitarias y artículos de divulgación. Sin embargo, lejos de mejorar, sus condiciones cada vez son más deplorables.
De acuerdo a la diputada local Macarena Chávez, basada en estudios de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) en los últimos 15 años se han gastado alrededor de 5 mil millones de pesos en programas para sanear al lago, además de proyectos productivos en la región, pero la realidad indica que el agua cada vez es más insana y el entorno natural sufre de problemas como la tala ilegal y el cambio de uso de suelo. Además, la pobreza en la región va en aumento.
Proyectos no consultan a las comunidades
Uno de los investigadores que más ha trabajado en el tema es Arturo Chacón Torres, fundador del Instituto e Investigaciones sobre los Recursos Naturales (Inirena) quien ha insistido reiteradamente que los municipios que forman parte de la ribera (Pátzcuaro, Quiroga, Tzintzuntzan y Erongarícuaro) no tienen un programa de ordenamiento ecológico territorial, documento escencial para emprender un verdadero rescate.
Dice en entrevista que a lo largo de los años ha imperado la abundancia de proyectos que nunca se aglutinan en uno solo y que tampoco toman en cuenta las necesidades de los habitantes que dependen del lago para mejorar su economía. Por el contrario, pese a los millones de pesos invertidos los resultados indican que en los últimos 30 años el embalse ya perdió dos metros de profundidad y tres metros de costa o altitud.
El déficit de volumen es innegable: mientras en 1972 el área abarcaba 111.7 kilómetros cuadrados, para 2014 la superficie era de 72.2. En poco más de cuatro décadas, se perdieron 3 mil 950 hectáreas de humedales. Arturo Chacón afirma que en 1989 realizó una batimetría en la que detectó una profundidad máxima de 12.2 metros, mientras que en 2019 ya estaba en 10.25.
“Hicimos el cálculo del volumen y el lago está entre los 300 y 400 millones de metros cúbicos, contra 628 millones que calculé hace 30 años, quiere decir que está entre el 40 y el 50 por ciento de su capacidad”.
Coincide en que desde 1938 se estudiaron problemas de turbidez, disminución de profundidad y maleza acuática. Desde entonces, investigadores como Fernando de Buen ya sugería que tenían que hacerse labores de rescate.
¿De qué está enfermo?
Entre los males que desde hace décadas afectan al lago de Pátzcuaro está la deforestación, por causas como el uso de leña como combustible, plagas, incendios provocados y la explotación ilegal de los bosques, con pérdidas que rebasan las 10 mil hectáreas. De manera paralela, existe el cambio de uso de suelo, mismo que se refleja en una explotación agrícola y ganadera de tipo extensivo.
El 85 por ciento de los suelos de la cuenca ya tienen problemas de erosión, lo cual produce una significativa acumulación de azolves en el lago a razón de 1 centímetro cada año. La falta de infraestructura de saneamiento tiene como resultado una importante contaminación difusa y un estado de insalubridad en las partes baja y media de la cuenca.
Otro de los males que no se ha podido erradicar a lo largo de los años es la contaminación del suelo y agua, pues el 33 por ciento de la basura no se recolecta, el 70 por ciento de las aguas residuales de las zonas urbanas y rurales no se tratan y al mismo tiempo coexisten las descargas de drenes agrícolas.
En tanto, las descargas de aguas residuales sin tratar o con un tratamiento deficiente provienen de 15 sitios, incluyendo Pátzcuaro y Quiroga.
En el lago ya hay cuatro especies acuáticas y 32 vegetales terrestres en peligro de extinción, entre ellas el emblemático pez blanco, identificado con la cultura purépecha. El agua presenta alta turbidez, ensalitramiento, altas concentraciones de nutrientes en lugares puntuales y abatimiento del nivel de oxígeno disuelto en algunas zonas específicas.
Arturo Chacón hace hincapié en la cantidad de fertilizantes y pesticidas usados en la agricultura, sobre todo para la siembra de aguacates, que cada vez es mayor. Ese tipo de residuos se suman a la contaminación natural, como la que proviene de volcanes. “Hablamos de un 20 por ciento de deterioro normal y un 80 por ciento provocado por el hombre, que se podría evitar”.
Programas han fracasado
En el largo camino de intentos gubernamentales por sanear al lago de Pátzcuaro han corrido ríos de dinero, pero casi todo vertido en programas que ni siquiera concluyen o falsean resultados. “Yo los llamos usos y costumbres del paternalismo institucional”, dice Chacón Torres, quien lamenta que cada vez que se anuncia un nuevo plan sea interpretado como un poquito de recursos solo para el corto plazo.
El desfile de buenos propósitos ha incluido proyectos como el Revelapa y Codilapa, enfocados a limpiar las orillas del lago, pero pronto desaparecieron. Un caso interesante fue la Organización Ribereña en contra de la Contaminación del Lago de Pátzcuaro (ORCA), que incluyo capacitación para indígenas, pero terminó por naufragar.
También hubo un tiempo en que la intervención corrió a cargo de la entonces Semarnap (Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca) que aterrizó el “Plan Pátzcuaro 2000”, encabezado por el activista Víctor Toledo. De entrada lucía bien, pero con el tiempo, dice Chacón, se fue politizando hasta el punto de colapsar. Ya con Lázaro Cárdenas Batel en la gubernatura de Michoacán, se dio pie a una alianza con la Fundación Gonzalo Río Arronte, a fin de dividir los costos de investigación sobre la cuenca. El Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) fue contratado para hacer una cartera de proyectos, pero “tomaron al lago como si fuera de su propiedad, hicieron subcontratos, cotizaron excesivamente caro y lo único que salvaron fue a ellos mismos, porque antes de eso estaban por desaparecer”.
De manera “tramposa”, el IMTA informó que el lago estaba mejor que antes gracias a ellos, quienes lo dejaban con un 8 de calificación y desde luego proponían inyectar más recursos, lo que en efecto consiguieron hasta finalizar la administración de Leonel Godoy Rangel, en 2012.
Las prácticas de corrupción han nadado sobre este lago, con proyectos ejecutivos de plantas de tratamiento con precios inflados: “Se llegaron a cobrar hasta en 2 millones de pesos, cuando no en realidad costaban menos de 150 mil pesos”, dice Chacón.
Con todo ese saqueo, el académico concluye que el tejido social en la zona se rompió, con lo que volvieron los cacicazgos y la explotación desdemedida de recursos naturales. Desde entonces, ya son más de 10 años sin un proyecto global, y solo hay trabajos por zonas encabezados por la misma fundación Gonzalo Río Arronte.
Pese a tantos daños provocados por la desorganización y los intereses particulares, el fundador del Inirena subraya que técnicamente sí es posible rescatar al lago.
Consumo local y seguridad alimentaria
La doctora en Desarrollo Regional por la UMSNH, Yaaye Arellanes-Cancino, afirma en entrevista que la pesca para los pobladores ribereños ha significado históricamente una parte importante para su subsistencia e incluso para la soberanía alimentaria. Aunque ha mermado con el paso de los años, no deja de ser fundamental para familias donde mujeres y hombres se reparten los trabajos en la cadena de producción, que comienzan con la recolección y terminan con la venta.
La importancia del pescado no solo se remite a la renta económica, sino a la propia alimentación de proteína de origen animal de la que gozan miles de habitantes de localidades como San Jerónimo Purenchécuaro, Ihuatzio o Santa Fe de la Laguna. “La hipótesis de que la pesca en aguas interiores es exclusivamente para autoconsumo no necesariamente es cierta, pues para cientos de familias sí es un ingreso importante”, subraya la también investigadora de Cátedras Conacyt.
En la actualidad se calcula que unas mil personas se dedican a la pesca, aunque no hay un censo oficial debido a que nadie está afiliado a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER). Algunos se organizan en cooperativas o en uniones formales, mientras que otros son completamente independientes e incluso tienen “parcelas” del lago que no pueden ser usadas por nadie más.
En cuanto a la división de las tareas, los varones suelen protagonizar la recolección, en tanto que las mujeres son las que venden y también las que hacen labores como el destripado, la separación y el secado, así como el lavado de las redes, actividades que por sí solas no son remuneradas.
Finalmente, Arellanes-Cancino coincide en que en el gran desfile de programas gubernamentales los pescadores han sido ignorados, prueba de ello es que a finales de la década de los 90 se impuso una veda sin consulta previa, lo que terminó por romper la confianza hacia las instituciones.