Del techo del inmueble cuelgan las pequeñas cajitas apiladas de madera de cajeta, que evocan episodios de una infancia de generaciones de los años setentas y ochenta, las tradicionales guitarritas de Paracho y canastas de mimbre.
Entre olores, colores y sabores de una amplia variedad de dulces tradicionales michoacanos, de lo más selecto proveniente de entidades vecinas, desde temprana hora la señora Leticia Barriga Ferreyra se alista para abrir su negocio de dulces.
Rodeada de higos, trozos de piña, camote y otras frutas cubiertas en tacha; así como ates, jamoncillos, licores, cocadas, almíbares, tamarindos azucarados y de chile, morelianas y sin que falte el rompope, charanda y mezcal, conversa con El Sol de Morelia acerca de su vida en el Mercado Valentín Gómez Farías, ubicado en el corazón de “La Ciudad de la Cantera Rosa”.
Desde hace 37 años, en el local número 15, mantiene el gusto diario por el comercio, sin importar que sea día festivo; tiene muy presente que el cliente es primero. Calidad y calidez han hecho que este pequeño espacio, ubicado a medio pasillo, perdure a través de los años.
Madre de tres hijos, está orgullosa por haber criado a dos mujeres y un varón convertidos en profesionistas, quienes además se han dedicado a una segunda actividad laboral.
Su hija, de 36 años de edad, Juana Leticia Ruiz, además de ser pedagoga es sommelier, recientemente reconocida por la elaboración de bebidas.
“Estoy satisfecha por ellos, mi otra hija es odontóloga y otro hijo es administrador de empresas, de 35 y 33 años, respectivamente; los dos también trabajan en Telebachillerato.
“Imagínese, cómo no estarlo si de este negocio estudiaron, calzaron, vistieron y ya son personas de bien”.
A sus casi 59 años, otra de sus satisfacciones es ser abuela: tiene seis nietos, los más pequeños superan el año de edad y el más grande estudia preparatoria, “es como mi hijo. Me hice cargo de César Yahir, porque su mamá fue madre soltera”.
Él, es uno de los hijos del Mercado de Dulces, como muchos más que desde chiquitos aquí han crecido, con algunas limitaciones, pero aprendiendo de este oficio tan noble: el comercio.
Aunque es casada, se dijo frustrada, lo reflejó su rostro, porque ella tuvo que desatender a sus vástagos por hacerse cargo de la dulcería que lleva por nombre “Miriam”. Su esposo enfermó de una pancreatitis biliar, que lo motivó a una incapacidad temporal. Aunque después de reflexionarlo, retrocedió en su posición: “Estoy satisfecha por mi experiencia de vida. Tengo el reconocimiento y agradecimiento de mis hijos.
Tengo un trabajo maravilloso, a lo largo de los años he sabido conservar clientes que ahora son mis amigos; ya nos une un lazo de amistad, es lo que me hace fuerte
A su dulcería tradicional, convertida en el sustento para la familia (hijos y nietos) llegan visitantes nacionales e internacionales. “Los visitantes que más se reciben aquí son de la Ciudad de México; también los extranjeros, pero ellos comen menos dulces”.
Hasta principios de este nuevo siglo, los turistas arribaban a la capital michoacana a través de un camión en la Antigua Central de Autobuses, que se ubicaba a escasas dos cuadras del mercado y compraban en su puesto.
Para Leticia “no ha sido fácil estar aquí, he sacrificado de todo: tiempo, no hay descanso, pero el día que más peleo para descansar es el Día de la Madre”.
Cuando Leticia era una joven de 22 años, se casó a quien llamó “el amor de su vida”. La madre de su esposo era la propietaria del local de dulces, desde entonces adquirió el compromiso del manejo administrativo y comercial del pequeño negocio familiar.
“Tengo de todo lo que el cliente pide, todos y cada uno de los dulces tradicionales del estado, muchos de los que poseen marcas colectivas región de origen hasta de denominación de origen con son los ates y las espirituosas. Del exterior, están presentes las cajetas de Celaya, chocolates ‘Pedos de monja’ y el rompope San Antonio”, comenta mientras con el dedo señala los productos.
Este 2019, el peculiar Mercado de Dulces y artesanías cumplirá 51 años de existencia, aunque los antecedentes datan de 1935 cuando comenzaron a aparecer algunos vendedores de ates y laminillas en carritos frente a la Catedral de Morelia. Diez años más tarde, también se observaron expendios en los portales Galeana e Hidalgo.
No ha sido fácil enfrentar los altibajos de los visitantes, “antes -hace muchos años- nos permitían cerrar más allá de la media noche por el flujo constante de pasajeros. Ahora se cierra a las 10:00 de la noche este típico escaparate. Aun así, se trata de constancia, amor y disciplina, del gusto por estar aquí”, para mantener la vigencia ante un mercado tan competido y que escasea por ciclos.
DIGNIFICACIÓN A MEDIAS
El placer de lo tradicional y el orgullo de ser michoacano están presentes en todos y cada uno de los 171 locales de dulces y artesanías del Mercado de Dulces Valentín Gómez Farías.
Este lugar tradicional fue fundado el 14 de septiembre de 1968, y actualmente enfrenta una serie de adversidades, desde una modernización a medias, intervenciones en infraestructura con recursos propios para mitigar filtraciones de agua, hasta las repercusiones económicas que se traducen en bajas ventas.
La primera fase de rehabilitación se realizó en 2015, con inversión 100% federal, de la Secretaría de Turismo, a través del Convenio de Reasignación de Recursos con el Ayuntamiento de Morelia. Se intervinieron 90 locales, áreas comunes y servicios sanitarios, es decir, la mitad del mercado.
Sin embargo, ya no hubo continuidad; se quedó inconclusa la obra. Después de un año que artesanos estuvieron a la intemperie, en la plazuela principal, decidieron retornar a sus espacios utilizando capitales propios para la dignificación de los espacios.
“Ya no queremos la otra remodelación, se han hecho muchas mejoras, pero a iniciativa de nosotros. Si viene de parte del Ayuntamiento, ya no la vamos a aceptar”
Leticia Barriga Ferreyra.
SEGUNDO MÁS VISITADO
Por características y amplia variedad de productos artesanales y dulcería, este espacio es de gran tradición turística. Está considerado el segundo espacio más visitado de la ciudad, después de la Catedral.
En promedio recibe al año más de 100 mil visitantes nacionales e internacionales, es preferido por viajeros de la Ciudad de México, Querétaro, Guanajuato, Jalisco y Guerrero; no se diga de migrantes y paisanos radicados en Estados Unidos y Canadá.
Las mejores temporadas son las navideñas, Semana Santa, el verano y durante la vigencia de la Feria del Dulce y la Artesanía, que cada año organizan en septiembre los locatarios para celebrar su aniversario.