Morelia, Michoacán. (OEM-Infomex).- Un conversador de largo aliento, de esos a los que les basta con un par de preguntas para una charla que se puede extender sin prisa, pero con mucho sabor. Así fue la plática con Ismael Hernández, el creador de las Burguer Locas, de quien se informó su fallecimiento la mañana de este miércoles 10 de febrero.
Una noche de noviembre de 2020 nos recibió en su muy famoso puesto de la avenida Michoacán, frente a la vía del tren, donde los clientes se han arremolinado desde hace años para probar el sabor de unas enormes hamburguesas que parecen imposibles de ser consumidas por una sola persona, pero sí, así es como sucede.
Ya con la pandemia en pleno, Ismael nos contó cómo adaptó su negocio para cumplir con las medidas sanitarias. Cubrebocas y guantes para todos los empleados, gel desinfectante para los clientes y mesas más espaciadas. Con todo y eso, la gente no dejaba de acudir en masa, como si aquello se regalara.
En su relato que fue compartido en un suplemento de El Sol de Morelia, nos dijo que era la década de los 80 cuando llegó a la ciudad desde un lejano pueblo. Se trataba de un adolescente sin muchos conocimientos ni preparación escolar, así que se metió como ayudante de hamburguesas en un puesto ambulante en el Centro Histórico, que en esos tiempos era un hormiguero de negocios.
“Estaba duro, uno dormía hasta las 5 de la mañana, pero había necesidad de sacar un pesito o dos”, recordaba. También nos confesó que en esa época el Centro de la ciudad recibía en la madrugada a los integrantes de la comunidad LGBTTTI, lo que lo convirtió en su “hamburguesero” predilecto, el que lograba que mantuvieran la fiesta viva. Así nació aquel apodo de “La Loca” que con el tiempo se trasladó a la marca de sus hamburguesas.
Amante del deporte y convencido de que la gente debe recibir las oportunidades que busca, uno de sus últimos trabajadores era un niño que anteriormente paseaba por su puesto para vender gelatinas. “Mejor le dije que nos ayudara a servir en las mesas, así se gana su dinerito y le ayuda a su mamá”.
Y aunque era el patrón, nunca dejó de sentirse un elemento más de su equipo. “Si yo me ausento del negocio es solo un par de horas para echar una cáscara de futbol, pero si se me requiere aquí estoy, moviendo las manos de madrugada”.
Ismael resistió lo más duro de la crisis económica, se adaptó a la llamada Nueva Convivencia y ya preparaba una inversión para extender el local; darle más y mejor espacio a sus cientos de clientes que, sin duda, lo van a extrañar y a recordar con mucho cariño.