LÁZARO CÁRDENAS, Mich.- (OEM-Informex).- En la región del Balsas prevalece la confección de las hamacas; la hechura y venta de esta artesanía es una forma de adquirir recursos para el sostenimiento de la familia. Así, a pie de la carretera La Mira-Lázaro Cárdenas, se encuentra Alfonso Díaz Jiménez, quien a sus 85 años de edad teje y exhibe sus hamacas, que por su calidad las divide en finas y gruesas, y por su tamaño en chicas, medianas y grandes.
El ingenio de la gente para conseguir el sostenimiento familiar hace que sea más admirable su trabajo, además de las hamacas de hilo plástico, de algodón, seda con soporte de madera y adorno tejido a gancho, se hacen sillones colgantes, también hechos con hilo de algodón y un soporte de madera que los hacen ver más elegantes.
La calidad de una hamaca “depende del tipo de fibra con la que se hace, utilizando los mejores hilos del mercado, que es el de cuerda trenzado, ya que debido a sus características tiene una fortaleza, durabilidad y suavidad que el cliente requiere”, platica para El Sol de Morelia.
El clima tropical de la Costa michoacana hace común dormir o descansar en una hamaca, para lo cual este artesano, y varios que vienen de los vecinos estados de Guerrero y Colima, se dedican a vender la tradicional artesanía que se cuelga a lo largo de la casa, cuarto, habitación, con sus dos respectivas sogas en unas varillas de acero en forma de letra “s”.
El trabajo lo hace con sus manos, en el que con cada objeto elaborado materializa su tradición y creatividad, el cual es admirado todos los días por propios y extraños pues la industrialización no ha mermado su ingenio, talento que todos los días es usado al crear nuevos modelos que fabrica en su sencillo puesto a bordo de carretera.
Para su elaboración utiliza un utensilio de madera llamado bastidor, el cual, con unas tablas largas a lo ancho, se pone a la medida que se quiera hacer, y empieza el urdido que hace la orilla de la hamaca, en forma de cuadros, de ahí inicia el enrollando del hilo y con las agujas va tejiendo y dando vueltas a través del bastidor; ya cuando la hamaca tiene el cuerpo necesario, se termina con la orilla, para enseguida ponerle “brazos” y luego procede a reforzar las muñecas que es donde se va a colgar.
“A veces vendo una, a veces nada, cuando se escasea quieren hamaca chica para niño, aquí han venido muchos turistas”, expresa. Algunos, dijo, le compran y otros le toman fotos justo en el momento que desempeña su entretenido oficio.
Los precios varían, la matrimonial bien tejida con hilo de seda con proletileno está en 700 pesos, pero dura mucho; una de color azul de seda cuesta 800 pesos, hay otras de 650 pesos o de 900 pesos tamaño King Size. Las de niño valen 250 pesos. Vende también cunas, sillones y bolsas.
Las hamacas chicas son elaboradas con dos kilos de hilo, uno que se utiliza en el urdido y otro en la confección de los brazos. Las hamacas medianas se elaboran con 2.5 kilogramos y las grandes son hechas con más de cuatro kilos.
EL SIGNIFICADO EN LA COMUNIDAD
La hamaca no es sólo un objeto de descanso, para quienes la elaboran y la utilizan dentro de su cultura cotidiana tiene muchos más significados, pues su uso está generalizado en las comunidades rurales como único medio para dormir. No así en las ciudades, donde una buena parte de la población alterna su descanso con el uso de la cama durante la época de frío y el de la hamaca en los tiempos de calor.
En la Costa de Michoacán generaciones han nacido, visto crecer y morir a su familia en una hamaca, pues utilizarla como cuna es una costumbre bastante común, aun fuera del medio rural. Esto se debe a las características propias del artículo, al que se le puede subir las orillas por medio de un nudo, convirtiéndolo así en un lugar seguro y fresco para los niños y al mismo tiempo lejos del suelo y los animales.
Utilizar la hamaca para sentarse es también una antigua costumbre en el medio rural. Las familias de menos recursos por lo general sólo cuentan con una mesa y dos o tres sillas, y en algunos casos ni siquiera disponen de estas cosas, ya que por tradición se sientan en banquillos, sobre todo a la hora de la comida, que se realiza en torno a una pequeña mesa de tres patas y junto al fogón donde se hacen las tortillas.
El hecho de que a una visita se le ceda una silla o un banquillo, es una muestra de cortesía, pero si le ofrecen una hamaca, significa un gesto de confianza y aceptación por parte de los anfitriones.
Don Alfonso Díaz dijo que a pesar de que la fabricación de sus hamacas apenas le deja para comer, no dejará de hacerlo, porque a su edad no hay quien le brinde un empleo, además de que fabricar descanso con sus llamativas hamacas para él es un placer.
Este hombre de la tercera edad sostiene: “No les neceo a las autoridades, si el gobierno me quiere ayudar lo hará”, expresa, mientras a unos metros de la carretera se aprecia llegar a una mujer de la tercera edad, Dora Loeza Robles, su esposa, quien trae consigo los alimentos de ambos para comer juntos en espera de clientes.