“Un fuerte escalofrío recorrió mi cuerpo. El frío que sentía era inexplicable y no pude controlarlo por mucho rato. Las horas siguientes a esa horrible sensación no las recuerdo con claridad pero mis amigos me han contado…”, platica aún con asombro Paco, un joven que en su época de preparatoria vivió una experiencia paranormal: fue poseído y exorcizado.
El recuerdo de ese día le parece “nublado, como cuando sueñas algo y al día siguiente recuerdas sólo alguna parte”. Se encontraba en el panteón con un grupo de amigos de la escuela con quienes acudió al sepelio de la hermana de un compañero, y tras el servicio se recostó junto a ellos sobre el pasto, ahí todo comenzó.
Tras el frío que recorrió su cuerpo, recuerda de forma poco clara que llegó una ambulancia al lugar “mis amigos me cuentan que eran como seis personas, entre ellos y los paramédicos, todos intentaron controlarme, subirme a la camilla, a la ambulancia y les costó mucho trabajo. Yo los aventaba, pateaba y gritaba”.
A ese episodio siguieron pruebas de drogas, de alcohol, de daño cerebral, todas negativas. Con la recomendación de mantenerlo vigilado, Paco regresó a su casa junto a sus padres, sin imaginar que uno de los “mitos urbanos” más comunes, esos que se cuentan a voces entre familias y vecinos y de los que él era totalmente incrédulo ocurría en su interior: una posesión.
Paco es uno de los tres de cada 100 casos que, según el padre José Guadalupe Franco, sacerdote exorcista de la Arquidiócesis de Morelia, llegan a comprobarse, casos
que van más allá de daños o de sensaciones inestables que experimentan la mayoría de los que creen que han sido ocupados por un espíritu maligno
Afirma que un gran porcentaje de casos, sean posesiones o sólo afectaciones, se dan por secuela del acercamiento de la persona a cosas espiritistas como adivinación de la suerte, del futuro, limpias o participar en cualquier tipo de juego o culto para invocar a entes del más allá.
Paco afirma no haber tenido ninguna experiencia de ese tipo, lo único probable que él encuentra para dar razón a su experiencia es “que mi novia de aquel entonces era como gótica, yo siempre creí que era más un tema de apariencias; pero de verdad desconozco si hacia algo más que eso. El asunto es que me pasó a mí y no a ella”.
Durante los cuatro meses siguientes hubo dos episodios más, “la siguiente vez que pasó algo extraño, no recuerdo al cuanto tiempo de diferencia fue, pero estaba en mi cuarto, solo, listo para dormir y me entró un temor, una ansiedad, que nunca he podido explicar ni he vuelto a sentir. Recuerdo que comencé a orar y prendí la televisión en un canal religioso y esperé a que el episodio se pasara, de la nada me quedé dormido y al despertar ya había pasado. Nunca lo comenté con nadie”.
El último y más crítico ocurrió mientras estaba en un grupo de oración de una capilla de esta ciudad a la que acudía con regularidad, “sólo recuerdo que a lo lejos vi al padre de la parroquia, hablando por teléfono y de repente dicen que empecé a gritar y aventar cosas, le hablaron al padre y cuando se acercó me le dejé ir encima; trataba de arrancarle la sotana, la cruz, cualquier símbolo de su embestidura”.
De nuevo fue llevado a su casa, colocado en su cama y a su alrededor sus familiares y amigos hicieron un circulo de oración. “De rato me levanté y fui al baño, sin entender porqué todos me veían raro, pero en ese momento ya todos estaban seguros de lo que me pasaba” y sólo fue cuestión de tiempo para que, por recomendación de un amigo, que fue testigo de ese episodio, Paco fuera llevado ante un exorcista.
EL MOMENTO DE LA LIBERACIÓN
Hace 10 años de que Paco vivió una experiencia que hasta entonces él creía propia del cine de ficción, luego de un par episodios de arranques de ira, violencia inexplicable y actitudes no propias de su personalidad del que fueron testigos varios amigos y familiares, éstos lo convencieron de ir a una iglesia local y platicar con un padre que realizaba exorcismos.
Hasta ese momento él seguía incrédulo de estar viviendo una experiencia paranormal, pero dice que accedió al procedimiento por darle tranquilidad a sus padres, quienes para ese momento ya se mostraban muy preocupados de lo que le había pasado, pues estaban seguros que la personalidad pacífica de Paco no podría experimentar esos episodios violentos sin una razón.
Yo no recuerdo mucho de ese día, sólo que platiqué con el padre de lo que me había pasado antes y después me contaron todo. Me puso un aceite y agua bendita y entonces comencé a ser agresivo, aventar cosas y gritar como en las veces pasadas. Tengo imágenes borrosas de la gente que participó, mi familia, mis amigos e integrantes de un grupo de oración del padre, pero sólo eso. Me cuentan que fue tan impactante lo que vieron, como me vieron a mí, y lo que pasó, que hubo gente que dejó de ir al grupo de oración por temor
Aunque su familia siempre ha sido apegada a la Iglesia y de ir a misa cada domingo, Paco afirma que hasta antes de la experiencia no se consideró muy apegado de manera personal, pero tras su vivencia incluso consideró ser sacerdote. Para ello vivió más de dos años de preparación en el seminario pero descubrió que no era su vocación.
“Claro que en algún momento pensé que si llegaba a ser sacerdote sería exorcista, para mí era como pensar en una especie de revancha contra el diablo, que si ya me había utilizado, ahora yo me dedicaría a combatirlo; pero después vi no era mi vocación”, platica.
UNA VIDA DEDICADA A COMBATIR EL MAL
Desde hace muchos años el padre José Guadalupe Franco ha dedicado su vida a la religión, pero fue hace cinco que decidió dedicarse a algo más profundo y para él más espiritual, realizar exorcismos. Tras horas y horas de preparación, hoy tiene “agenda llena” por parte de personas que buscan reencontrar la espiritualidad que creen haber perdido y aquellos, aunque son los menos, que viven una verdadera experiencia de posesión.
Con una serenidad que contagia, el padre platica en su espacio sagrado en las inmediaciones de la Catedral de Morelia, que a lo largo de este tiempo ha vivido experiencias muy diversas e innumerables,
a veces sí he sentido miedo, como no, soy humano; pero tengo fe en que el poder de la oración es lo que nos ayuda a salir adelante, en cualquier situación y un caso de éstos, en los que el mal se hace manifiesto; no tendría por qué ser diferente
Aunque sabe que es un tema que aún resulta tabú para muchos sectores de la sociedad, asevera que es más común de lo que la gente se imagina el tener una experiencia de afectación por el contacto con temas espiritistas, si bien una mínima parte de los casos que llegan a él se confirman como posesiones, luego de descartar padecimientos médicos y otras afectaciones espirituales, es algo muy real.
Y es precisamente el tema del estigma social lo que sustenta el hecho de que no se cuente con una relación o registro de los exorcismos que se han realizado en la Arquidiócesis local, lo único que se tiene establecido es un protocolo en el que los sacerdotes que lo pactican deben conocer a fondo el caso para descartar cualquier tipo de padecimiento médico, y no exponer a la persona a un procedimiento innecesario.
Una fuerza desmedida, hablar en dialectos no conocidos por la persona y una total repulsión a los símbolos religiosos son algunas de las acráticas que aluden a una posesión, y aunque enfrentar eso ha llevado al padre José Guadalupe a sufrir heridas y ataques, asevera que mientras tenga vida continuará dedicándola a hacer el bien y alejar el mal de las personas, “aunque a veces ellos no se dejan y salen de aquí y van de nuevo a los espacios de santería”.