Morelia, Mich.- (OEM-Infomex).- Con el nombre de Yolanda Herrera Rodríguez comenzó sus labores asignadas; sus compañeros la comenzaron a llamar Yolita. Sin embargo, cuando le solicitaron su documentación para el registro ante el IMSS, se vio en aprietos, no le quedó más que reconocer su nombre real: María de la Salud, registrada sólo con el apellido materno, así lo dice su acta de nacimiento.
María de la Salud Rodríguez es la empleada con mayor antigüedad en El Sol de Morelia, orgullosa con una pequeña sonrisa asegura que “tengo pila para rato todavía”.
Con el nacimiento de El Sol de Morelia, Yolita, como todos la llaman, inició su vida laboral en esta casa editorial. Antes desde las antiguas instalaciones en la calle Aquiles Serdán y a partir de la década de los años 80 en Avenida Madero, no importa dónde se encuentre El Sol, ella realiza con la misma responsabilidad sus tareas.
A los 19 años llegó a solicitar empleo, motivada por un grupo de amigas que le comentaron que estaba por abrir sus puertas un nuevo periódico; ya era una mujer casada con dos pequeños: Sujey, de 3 años de edad y Juan Alberto, un poco más chico.
Sin grandes ambiciones, sólo el deseo de tener un trabajo formal y desempeñarse en lo que ella sabía hacer, pidió el puesto de intendencia. Inició precisamente un 10 de agosto de 1978, el día en que El Sol de Morelia salió a la calle.
EL SOL ES MI VIDA
Yolita, en punto de las 7:00 horas de lunes a sábado comienza su labor en esta casa editorial, dedica ocho horas a asear desde la puerta de entrada y pasillo hasta el final, donde se ubican las rotativas, no sin antes pasar por administración, dirección, redacción e información. Para Salud, laborar en esta empresa significa su vida.
Es como mi segunda casa, de donde he tenido la posibilidad de formar a mi familia, a mis hijos y nietos, resultado del trabajo diario, así como sale El Sol
Después de Sujey y Juan Alberto procreó a Julio César y, cuando cursaba los 31 años nació Luis Adrián; sus tres hijos mayores le han dado la fortuna de ser abuela de siete hombres y mujeres que también son su razón de ser.
A través de los años, ha logrado cosechar excelentes amistades y compañeros, lo que se debe a lo que ella considera: un buen ambiente de trabajo.
Al terminar su jornada laboral, el trabajo no termina para esta mujer. Llega a su casa a continuar con las labores de ama de casa, aunque ya sólo cocina y atiende el hogar que comparte con su esposo, Juan Manuel Domínguez.
Su momento de relajación llega por la tarde, cuando se desprende de guantes, mandil y todos los utensilios para la cocina. Los suple por dos agujas o el gancho para tejer, mientras ve la televisión; decenas de prendas ha confeccionado en obsequio para las personas allegadas.
Es el sábado, cuando se alista para recibir a su gran familia el domingo, a quienes ofrece deliciosos platillos, sostiene largas pláticas con sus vástagos y para sus nietos, nada que una abuela no sepa consentir.
“HASTA QUE DIOS DIGA”
Me siento a gusto, me gusta estar aquí, he conocido a toda la gente que ha pasado por El Sol de Morelia, desde directores, reporteros y las secretarias. Para todos ellos ha tenido un gesto amable y de cariño. A muchos los consideran como sus chiquillos y chiquillas
A sus 60 años de edad, ha acumulado anécdotas y vivencias de esas que se denominan del “tercer tipo”, que pudieran asustar a cualquiera. Aseguró no tener miedo. Pero, lo mismo mencionó al “bebé” que llora, como a la “mujer” y la “niña” con sus zapatos de charol, que se pasean por las instalaciones del periódico, incluido el “señor bigotón”, todos ellos con vestimenta antigua, del virreinato.
Satisfecha y orgullosa de trabajar en esta empresa, reconoció la trayectoria informativa de esta casa editorial, donde estará “hasta que aquí y Diosito quieran”.
Aún le faltan algunos años para jubilarse. No se visualiza con el tiempo lejos del periódico, por lo que reiteró poner el mismo ímpetu todos los días en sus labores de limpieza y mantenimiento, que realiza junto con su inseparable compañera Soledad Martínez, la Güera, con quien ha estrechado un lazo de amistad, casi de familia, desde hace 18 años.
Cuando le preguntan dónde trabaja, María de la Salud contesta con toda dicha: “en El Sol de Morelia”.