Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Un dicho que corre de manera atemporal es aquél que dice “somos lo que leemos”, una frase que más allá de juzgar los gustos por las tiras cómicas, nos acerca a conocer las ideas que deambulan nuestra mente.
Hay quienes gustan de la literatura moderna, quienes disfrutan un buen clásico, así como hay quien aún buscan en los puestos de periódicos aquellas icónicas novelas de vaqueros y policiales, unos cuentillos cortos que dejaban poco a la imaginación.
Dentro de sus menos de 100 páginas, el Libro Vaquero contaba una historia del viejo oeste, donde hombres bien armados, ataviados a cuero y montados a caballo iban en salvación de la mujer metida en apuros en esa historia.
Estos textos impresos en papel periódico fueron el boom literario de los años sesenta, según cuenta la escritora Elvira Liceaga.
“Queríamos reivindicar la idea de que en México, en general, no se lee, porque no es cierto: El Libro Vaquero fue el libro más leído del país, durante los sesentas hasta casi los 2000”, dijo.
Y es que, además de la venta en puestos de periódico o cajas duras como se les conocía anteriormente, los libros vaqueros se comercializaban en pequeños locales, había quienes compraban por montones las novelas y hacían de eso su forma de vida.
Tal es el caso de Pedro Sánchez, un comerciante que a partir del año 2000, se dedicó a recolectar decenas de revistas olvidadas en los camiones del transporte público, abrió su local de venta de libros vaqueros, un pequeño espacio ubicado sobre la avenida Lázaro Cárdenas.
Retrocede el oferente y cuenta que, en sus tiempos de oro, había muebles atascados de la novela vaquera, surtidores que viajaban desde la Ciudad de México exclusivamente a llenar su local, alguno que otro señor que aburrido de las mismas novelas de siempre, que recurría al canje o el trueque, algo a lo que don Pedro siempre estaba dispuesto.
“Nombre, en mis épocas buenas, llegamos a sacar junto con mi esposa hasta cuatro mil pesos en un día y eso que las novelas las vendíamos a cuatro y cinco pesos, imagínate tú, cuánta gente que teníamos en el local”, relata mientras los ojos se le iluminan más al recordar la época dorada.
En un local 3×3 Pedro y su esposa Mary soñaron con vivir de eso para toda la vida, no obstante, nunca imaginaron que el paso de los años y la llegada de las nuevas tecnologías, acabaría con la esperanza, de lo que nació de la nada.
Con nostalgia, don Pedro narra cómo poco a poco se fue quedando sin proveedores, sus estantes se fueron vaciando y sus clientes dejaron la tienda en el olvido.
Ahora, trabaja como maestro particular y velador por las noches, pues el negocio que alguna vez mantuvo a su familia, ya no existe.
“Yo quebré por ahí de 2015, ya no había nada qué hacer, ya no se vendía nada y teníamos que comer de otro lado, aún hay quien viene, pero ya no tengo nada, por ahí hay un montón de tal vez 15 revistas, viejas y olvidadas, así como mi local”, apuntó con una risa sarcástica.
En su local, que antes funcionaba como una especie de librería, ahora comparte el área con un centro joyero; sólo un estante lleno de polvo, unas cuantas enciclopedias y libros viejos permanece de pie y que vende en sus tiempos libres.
A decir de don Pedro, su negocio llegó a la quiebra por dos razones: las bajas ventas y que sus proveedores hayan decidido no surtirle más. “Ya nadie la quiere, sale más caro que surtan a lo que se le gana”.
En un caso similar se encuentran los puestos de periódico, en donde a la semana se vende uno o dos paquetes por mucho, los vendedores ya no completan estos ejemplares en sus ventas regulares.
La señora Consuelo Díaz, vendedora de revistas desde hace casi 30 años, apuntó que los libros vaqueros son aquéllos que menos se vende, mientras que aseguró que la venta de revistas y libros, tampoco genera grandes ganancias.
A veces pienso que los puestos nos mantenemos más por tradición que por otra cosa, porque si no son chicles, cigarros y a veces periódicos, no tenemos buenas ventas, sacamos lo del día y no más
Mismo caso con José Ruiz, vendedor de revistas en el puesto frente a la Catedral de Morelia, quien, de manera particular, ya no vende ni un ejemplar de esos libros “una vez al menos me llega un paquete de cinco revistas, y así mismo, una vez al mes, vendo una, a lo mucho dos”.
A través de un sondeo de opinión entre vendedores en las llamadas cajas duras, los oferentes coincidieron en lo mismo: el Libro Vaquero ya no se vende.
“Antes pedía que me surtieran o me iba a Ciudad de México a los mercados, pero ahora no vale la pena, nadie las quiere y quien sí, las consigue fácil porque a pesar de que ya no somos muchos quienes las vendemos, tampoco son muchos los que las piden”, indicó la señora Olivia Muñoz, comerciante desde hace 20 años.
Sin embargo, algo que lamentaron los comerciantes fue que las revistas salen con retrasos significativos de hasta cinco años, otra razón por la que los potenciales compradores desisten de la acción, nadie quiere una revista vieja que se presume con nueva.
Con respecto a quienes son los personajes que todavía buscan estos ejemplares, los oferentes hicieron una radiografía del perfil de sus compradores.
Entre varios, refirieron que el consumidor popular de este tipo de novelas son en su mayoría personas mayores de sexo masculino, entre los 50 y 70 años, muchas veces personas de comunidades rurales, que buscan el trueque entre las mercancías que ya tienen y lo que pueden obtener.
En aras de contrastar dicha información, El Sol de Morelia se contactó con una de las antiguas compradoras y proveedoras de don Pedro, la señora Hortencia García Hurtado.
En entrevista, la ama de casa comentó que ella ha comprado novelas vaqueras desde antes de la década de los 2000, pues uno de sus hijos menores quien fue diagnosticado con Síndrome de Down, disfruta de hojear las revistas de bolsillo, aunque no les entienda mucho.
“Yo sé que a veces vienen imágenes como obscenas, pero mi chamaco no entiende bien y a él siempre le han gustado, tenemos una pila bien grande de las novelas en la casa, pero con el tiempo ya no le van gustando las mismas”, expuso.
Acerca de lo difícil que le ha sido conseguir en los últimos años este tipo de ejemplares, García Hurtado explicó que cada vez es más complejo comprar el Libro Vaquero, pero tampoco es imposible, dice.
“Yo voy y pido con antelación, sino no hay manera de encontrar nada, a mí la gente ya me conoce”.