Villa Madero, Michoacán (OEM-Infomex).- El pasado lunes 6 de diciembre el ambientalista Guillermo Saucedo Gamiño fue secuestrado en la plaza municipal de Villa Madero. Sus captores lo retuvieron más de 10 horas y al final terminaron liberándolo porque las comunidades se unieron en la plaza pública para exigir su liberación con vida. Lo llevaron al cerro donde lo golpearon. Nunca supo exactamente dónde lo tenían secuestrado, su cuerpo tirado en el piso de una camioneta resentía el traqueteo de los caminos de terracería. Sus sentidos registraron el aroma a melaza en el ambiente, cree que en algún momento sus captores cruzaron cerca del ingenio azucarero de Pedernales.
A las 8:00 de la mañana de aquel lunes Guillermo terminaba su jornada de 48 horas como guardia en el Ayuntamiento de Madero. Se preparaba para regresar a su casa. Ya se había comunicado telefónicamente con su esposa para que pasara por él e irse al rancho. Cuando fue a retirar unos conos de señalamiento a la calle, miró con sospecha a una camioneta que se acercaba a él. Instintivamente tanteó su arma de cargo y se dio confianza de que aun la tría fajada. Eso lo alivió, pero la camioneta con cristales polarizados siguió de largo.
Unos instantes después llegó su esposa. Se pusieron de acuerdo para marcharse. Ella iría a comprar algo de recaudo para llevar al rancho mientras el terminaba de arreglar sus cosas. Guillermo no le dio mayor importancia a la señal que su sexto sentido advirtió al ver la camioneta cruzar. Regresó a su oficina, arregló sus cosas y dejó en resguardo su arma. Salió de la presidencia municipal para ir a encontrarse con su esposa.
Casi una semana antes, el 26 de noviembre, habían tenido una reunión con los Comités de Defensa del Medio Ambiente de las Comunidades Rurales de Madero. En esa reunión estuvieron mandos policiales estatales y federales, además de otras autoridades ambientales, ante las cuales Guillermo denunció que el 99.9 por ciento de los ambientalistas estaban amenazados, y que muchas personas han sido asesinadas por esta misma causa.
En esa reunión también se trazó una ruta de trabajo, parte de los acuerdos fue hacer una caminata para levantar coordenadas y medir un predio donde hay cambio ilegal de usos de suelo. En los siguientes días personal de la Comisión Forestal de Michoacán y la policía ambiental le pidieron a Guillermo, como elemento de seguridad municipal y como tercero interesado, que los acompañara a tomar coordenadas de una huerta ilegal de aguacate en la que días después se hizo un operativo para destruir la plantación por cometer el delito ambiental. Estas acciones están levantando inconformidad en los aguacateros y madereros, de eso era consciente Guillermo.
La mañana del secuestro, cuando abandonó la presidencia se enfiló por la avenida Revolución. No llevaba más de 50 pasos cuando nuevamente miró aquella camioneta sospechosa que venía de frente, se le cruzó de lleno para cerrarle el paso, incluso sobre la banqueta, de inmediato miró a dos hombres bajar portando armas largas, y un tercero que no vio le asestó un culatazo en la nunca. Quedó noqueado.
Cuando despertó, tenía una bolsa de tela sobre su cabeza, iba maniatado de manos tirado sobre el piso de una camioneta. No miraba nada, sólo escuchaba los ruidos familiares de la sierra y sentía el camino agreste que delataba que iban sobre un camino rural. En algún momento percibió el aroma a melaza y se imaginó que lo llevaban por el rumbo del ingenio azucarero, casi a una hora de donde lo habían "levantado".
Cuando lo bajaron, sin quitarle la capucha, sus captores le preguntaban por qué había entregado a Juan Parra, un lugarteniente del Cártel de Jalisco que días antes había sido detenido. Lo golpearon en el abdomen, en la cara, en la espalda, lo patearon y lo insultaron. "'Dinos por qué nos estás poniendo, jijo de tu puta madre', me gritaban. Me estuvieron golpeando casi por dos horas. Pero se estaban confundiendo, yo no puse a nadie y nuestro movimiento no es contra los grupos criminales. Eso les quedó claro con el interrogatorio que me hicieron, ”, narró Guillermo para este diario.
Aun con la mejilla morada, derrames de sangre en los ojos y la quijada golpeada, accedió a dar una entrevista al Sol de Morelia. La entrevista se hizo a la orilla de una carretera. Decidió narrar su experiencia porque asegura que él no se ha metido con la delincuencia organizada, sí ha participado con las comunidades organizadas para detener la tala clandestina y el cambio ilegal de uso de suelo, pero no se meten más allá de lo necesario. Esa situación les quedó claro a sus captores, que después de someterlo decidieron dejarlo libre.
"Creo que me liberaron por dos cosas: primero, porque se convencieron de que yo no puse a nadie, y segundo, porque fue claro que estamos afectando intereses de los madereros y de los aguacateros que están depredando nuestros bosques; más bien a mí me pusieron los aguacateros, quisieron inculparme con la maña y por eso me 'levantaron'", deduce.
Mientras Guillermo padecía el interrogatorio, en la plaza de Villa Madero ya se habían juntado al menos cinco comunidades para protestar y exigir su liberación con vida. El presidente municipal, Froylán Alcauter Ibarra, pidió apoyo a Seguridad Pública, a la Fiscalía. Llegó el Ejército Mexicano y la Guardia Nacional. La gente iba a quemar la presidencia, iban a quemar patrullas, iban a incendiar el pueblo de ser necesario, estaban dispuestos a todo…
“Me estuvieron golpeando como dos horas, por ahí como a las 2:00 de la tarde me soltaron. Me dijeron: ‘te vamos a soltar porque ya hicieron mucho pinche desmadre. Ya movieron a todo el Gobierno, parece que te andan buscando”, narra Guillermo mientras le chupaba a su cigarro.
Lo soltaron en una orilla de la carretera. “Antes de quitarme la capucha me dijeron: 'te vas a ir aquí derecho media hora sin pedir raite'. Me bajaron de la camioneta y me dijeron, 'órale güey, sin voltear pa'tras, a chingar a su madre'. Me alcanzaban carros y yo no pedía raite, la verdad creo que mandaban gente para ver qué hacía. Estábamos en el cerro pero eran camionetas con vidrios polarizados”.
Siguió caminando sin toparse con ninguna persona, casi a la media hora miró un caserío a la orilla del camino. “Había una tiendita de esas de madera y enfrente estaba una persona tirando el agua en un poste. Le pregunté ‘hey amigo, ¿adónde me lleva este camino?’ y él me respondió, '¿Qué andas haciendo por acá o qué?', yo le dije que me había perdido y que quería llegar a la carretera, pero como estaba todo golpeado no me creyó, así que le tuve que decir la verdad, que me habían 'levantado' y allí me habían dejado”.
“Pero en lugar de ayudarme comenzó a gritarme también y a insultarme, ‘por algo te han de haber levantado, cabrón, algo has de andar haciendo’, me respondió, y en seguida se puso a hablar por teléfono. Llegaron más personas, otros cuatro me rodearon, me preguntaron que quién era y qué andaba haciendo y otras más cosas. Pasó casi media hora hasta que les conté todo, decidieron que me encaminarían a la carretera. Me subieron a un carro y me llevaron otra vez pa’tras, justo por donde había llegado, allí donde me soltaron arribita estaba la carretera de chapopote, me dijeron ‘aquí te bajas y pide raite’, no me dieron ni pa’ dónde”, explicó Guillermo.
Instintivamente caminó hacia abajo unos 200 metros. “Pasé por un pobladito que se llama El Pedregoso, luego me encontré la carretera que decía Opopeo-Tacámbaro, y siguiendo por allí miré la otra carretera abajo, un letrero que decía Tacámbaro-Villa Madero-Morelia, pero no decían pa' dónde quedaba Morelia ni pa' dónde Tacámbaro. Allí estaban una señora y una muchacha. Les pregunté hacia dónde estaba Tacámbaro, me señalaron para dónde y que allí pasaba el camión, pero yo no traía dinero, me quitaron todo”.
Por aquella hora comenzaba a rayar el sol, la penumbra comenzaba a comerse las siluetas del camino cuando pasó por allí un carrito al que Guillermo le pidió rait. “Ahí se paró, parece que venía de trabajar el hombre, me preguntó que pa' dónde iba y yo le dije que a Villa Madero, él me dijo que sólo iba al rancho El Molino, por mí estaba bien, el chiste era ir avanzando. Ya en el camino le platiqué lo que me había pasado, y que no traía dinero para llegar hasta mi pueblo. Él humildemente me dijo que no me preocupara que él me daría dinero para pagar el camión, así lo hizo. Cuando llegamos a Piedra del Molino, se bajó y me dio un billete de 50 pesos”.
El sol comenzaba a ocultarse en las montañas, se aceraba la noche. A los pocos minutos pasó una camioneta a la que le volvió a pedir un aventón, “era una S-10, no me cobró, me dejó en Villa Madero. Allí fui a buscar un taxi y le pedí que llevara a casa de unos amigos. Sabía que en mi casa no estaría la gente, que podían andarme buscando. Allí donde llegué había puras mujeres, todos los hombres ya andaban buscándome o en la plaza, organizados; ya estaban ejerciendo presión para mi búsqueda. Las mujeres estaban asustadas, ya les dije quién era, para calmarlas un poco, en seguida comenzaron a avisar que ya estaba allí. Rápido toda la gente llegó, también la Fiscalía, el Ejército, la policía y todos los que me andaban buscando, todas las comunidades. Empezaron a abrazarme, a tomarme fotos, el fiscal me pidió que diera una declaración… y así terminó mi día”.
Finalmente, aseguró que los de la maña lo "levantaron" porque se están confundiendo, les quedó claro que él no está poniendo a la gente, eso fue lo que le salvó la vida. “Yo creo que no faltó un alguien de un aserradero o un aguacatero que me entregó porque saben que nuestra lucha está cobrando fuerza, nuestra causa es noble, y más que un movimiento de resistencia, se debe convertir en un movimiento de educación, de concientización. No vamos a detenernos porque luego no vamos a tener nada que defender, no les vamos a dejar nada a nuestros hijos y nietos”, relató don Guillermo.