Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- El Festival Internacional de Órgano de Morelia (FIOM) reactivó sus actividades con un concierto encabezado por Laura Carrasco, complementada por el Coro del Instituto Superior de Música Sacra de Morelia, a cargo de Christina Cendejas.
El recital nocturno acontecido en Catedral fue un tributo a los autores michoacanos Delfino Madrigal, nacido en Erongarícuaro; el moreliano Miguel Bernal Jiménez; el nacido en Zurumútaro, Felipe Aguilera Ruiz; Domingo Lobato Bañales, también originario de la capital michoacana; el de Tlalpujahua, Cenobio Paniagua Vasquez; el vallisoletano Manuel Delgado, el nacido en Tuxpan, Paulino Paredes Pérez, y desde luego al que bautiza este festival, Alfonso Vega Núñez.
Con un lleno que no necesitó asientos extras como ocurrió en la inauguración, los asistentes escucharon los cánticos con tintes religiosos a cargo de un grupo bien preparado, que eligió la elegancia del negro como vestimenta para la ocasión. El hecho de que los artistas no aparezcan a la vista de los espectadores, sino a través de la transmisión simultánea en una pantalla, no dejó de ser algo extraño y causó, sobre todo al inicio del concierto, la búsqueda con la mirada para tratar de adivinar desde qué punto de la Catedral se encontraban tanto Carrasco como los coristas.
La trayectoria de la organista la confirma como una más que merecida invitada al FIOM. Entre sus maestros del instrumento se cuentan John E. Mitchener, Hans Davidsson, y Jesse Eschbach, a lo que suma cursos y clases especiales con Guy Bovet, James D. Christie, Roberto Fresco, Jean Guillou, Hannfried Lucke, Rudolph Lutz, Kimberly Marshall, Pamela Ruiter y Luigi F. Tagliavini.
Ha sido solista para órgano, clavecín y piano con el Conjunto de Percusiones de la NCSA, la Camerata de Michoacán, las orquestas de Cámara de la Universidad Michoacana y la Filarmónica de Jalisco, entre muchas otras.
En razón de ello, contagió a los feligreses del templo moreliano de una armonía que supo recrear las composiciones de los ya mencionados artistas michoacanos. Los aplausos, sonoros, fueron la más sincera forma de agradecimiento.