/ domingo 17 de enero de 2021

De pata de perro al confinamiento: historia del ocio de pandemia

Desde abril, Doña Cata no ha salido más de dos o tres veces a la semana a la tienda de la esquina o al mercado

Morelia, Michoacán-(OEM-Infomex).- Desde abril, Doña Cata no ha salido más de dos o tres veces a la semana a la tienda de la esquina o al mercado del fraccionamiento la Hacienda, pero cada que lo hace, usa cubrebocas, guantes y su gel desinfectante. En cada momento, asegura, trata de guardar la sana distancia, aunque a veces eso sea imposible.

Cuando regresa a su casa desinfecta todo, se baña y ruega a todos los santo no haberse contagiado de Covid-19.

Antes de la pandemia solía ir seguido al mercado Independencia, a comer al centro o al cine una vez por semana, y mínimo una vez al mes a Pátzcuaro, Quiroga o incluso hasta Ciudad de México a visitar a su familia.

Desde la pandemia, esos momentos de esparcimiento han terminado.

Doña Cata tiene 67 años, diabetes e hipertensión, es parte del grupo vulnerable de la población ante el Covid-19, por eso extrema los cuidados, aunque extraña salir y tener una vida más allá las paredes de su casa.

Te recomendamos: En Michoacán, más de 7,300 ya fueron vacunados

“Por eso no me casé, para que no me prohibieran salir”, dice y suelta una carcajada que se ahoga detrás del cubrebocas y caretas que lleva puestos, “y ahora viene esta enfermedad que nos mantiene en las casas, sin poder salir, y el gobierno con sus cierres de plazas y calles y negocios, uno ya no puede hacer nada. Antes de que esto empezara iba mucho al centro, que por un café, que a comprar, que sólo a pasear con una vecinita o al cine, a pasear en el estado, pero ahora sólo voy a la tienda de la cuadra o al mercado de los miércoles, con miedo de contagio, con eso de ser grupo vulnerable”.

Pero lo que más extraña es salir de paseo a alguno de los municipios del estado, pero sobre todo visitar a sus hijos o que ellos la visiten.

“Lo más feo ha sido estar lejos de la familia, mis hijos y nietos viven en la capital y en el estado de México, yo iba a verlos o ellos venían todos los meses, ahora no han venido, uno se quedó sin trabajo por el Covid,y se las está viendo muy difícil, el otro pasó el embarazo y parto de su mujer en estos meses, es mejor no arriesgar a la criatura ni a la nuera ni a mí misma, uno escucha tantas historias en la tele, casos cercanos de contagios y muertes, y más vale estar lejos unos meses”.

Su única compañía en esta época de pandemia es su mascota, un perro adoptado, quien le ha ayudado a no sentirse sola.

“Aquí sola es mi única compañía, sí hablo con mi familia todos los días, con mis vecinas en la calle, con su sana distancia, claro, o por teléfono, pero esta soledad es lo más pesado. Trato de mantenerme ocupada, me pongo a limpiar, pero pronto ya no hay nada qué limpiar, ver la tele o escuchar el radio, pero estoy acostumbrada a salir, andar como dicen “de pata de perro”, ya no sé qué hacer tanto tiempo en la casa, es desesperante, frustrante estar así”.

Cuando el estado estuvo en semáforo epidemiológico en amarillo, se animó a salir al centro un par de veces: “Un par de veces no aguanté más y fui al centro, pero desde que uno va en el camión ve la irresponsabilidad de la gente sin cubrebocas, los camiones repletos, la gente en la calle tocándose la cara, eso quita las ganas de estar en la calle, ojalá todos fueramos más conscientes de la situación, y siguiéramos las medidas para que pronto podamos regresar a la vida de antes”.

“Quién diría que íbamos a pasar por esto, de verdad que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, reflexiona, abre la puerta, limpia sus zapatos con el tapete sanitizante y cierra la puerta.

Morelia, Michoacán-(OEM-Infomex).- Desde abril, Doña Cata no ha salido más de dos o tres veces a la semana a la tienda de la esquina o al mercado del fraccionamiento la Hacienda, pero cada que lo hace, usa cubrebocas, guantes y su gel desinfectante. En cada momento, asegura, trata de guardar la sana distancia, aunque a veces eso sea imposible.

Cuando regresa a su casa desinfecta todo, se baña y ruega a todos los santo no haberse contagiado de Covid-19.

Antes de la pandemia solía ir seguido al mercado Independencia, a comer al centro o al cine una vez por semana, y mínimo una vez al mes a Pátzcuaro, Quiroga o incluso hasta Ciudad de México a visitar a su familia.

Desde la pandemia, esos momentos de esparcimiento han terminado.

Doña Cata tiene 67 años, diabetes e hipertensión, es parte del grupo vulnerable de la población ante el Covid-19, por eso extrema los cuidados, aunque extraña salir y tener una vida más allá las paredes de su casa.

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“Por eso no me casé, para que no me prohibieran salir”, dice y suelta una carcajada que se ahoga detrás del cubrebocas y caretas que lleva puestos, “y ahora viene esta enfermedad que nos mantiene en las casas, sin poder salir, y el gobierno con sus cierres de plazas y calles y negocios, uno ya no puede hacer nada. Antes de que esto empezara iba mucho al centro, que por un café, que a comprar, que sólo a pasear con una vecinita o al cine, a pasear en el estado, pero ahora sólo voy a la tienda de la cuadra o al mercado de los miércoles, con miedo de contagio, con eso de ser grupo vulnerable”.

Pero lo que más extraña es salir de paseo a alguno de los municipios del estado, pero sobre todo visitar a sus hijos o que ellos la visiten.

“Lo más feo ha sido estar lejos de la familia, mis hijos y nietos viven en la capital y en el estado de México, yo iba a verlos o ellos venían todos los meses, ahora no han venido, uno se quedó sin trabajo por el Covid,y se las está viendo muy difícil, el otro pasó el embarazo y parto de su mujer en estos meses, es mejor no arriesgar a la criatura ni a la nuera ni a mí misma, uno escucha tantas historias en la tele, casos cercanos de contagios y muertes, y más vale estar lejos unos meses”.

Su única compañía en esta época de pandemia es su mascota, un perro adoptado, quien le ha ayudado a no sentirse sola.

“Aquí sola es mi única compañía, sí hablo con mi familia todos los días, con mis vecinas en la calle, con su sana distancia, claro, o por teléfono, pero esta soledad es lo más pesado. Trato de mantenerme ocupada, me pongo a limpiar, pero pronto ya no hay nada qué limpiar, ver la tele o escuchar el radio, pero estoy acostumbrada a salir, andar como dicen “de pata de perro”, ya no sé qué hacer tanto tiempo en la casa, es desesperante, frustrante estar así”.

Cuando el estado estuvo en semáforo epidemiológico en amarillo, se animó a salir al centro un par de veces: “Un par de veces no aguanté más y fui al centro, pero desde que uno va en el camión ve la irresponsabilidad de la gente sin cubrebocas, los camiones repletos, la gente en la calle tocándose la cara, eso quita las ganas de estar en la calle, ojalá todos fueramos más conscientes de la situación, y siguiéramos las medidas para que pronto podamos regresar a la vida de antes”.

“Quién diría que íbamos a pasar por esto, de verdad que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, reflexiona, abre la puerta, limpia sus zapatos con el tapete sanitizante y cierra la puerta.

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