Morelia, Michoacán.- Son las 20:00 horas. En la Calzada Fray Antonio de San Miguel se escuchan los tambores y las matracas de la Archicofradía de Campaneros y Matraqueros, pertenecientes a Catedral de Morelia, que se preparan para la Procesión del Silencio del 29 de marzo.
Son 65 personas que participan cada año en este evento del Viernes Santo: 40 en el recorrido desde la Fuente de Las Tarascas donde 20 más suben a la torre del recinto religioso para tocar la matraca monumental; además de los cinco organizadores.
Uno de los fundadores, José Omar Guajardo Huerta, quien desde hace 44 años pertenece a este grupo, comparte que la matraca del Templo Mayor de la ciudad fue construida en 1876 y la conforman seis estrellas de media tonelada, con nueve mazos cada una, y una altura de dos metros y medio.
Puedes leer: ¿Te conviertes en pez? Este y otros mitos de la Semana santa
Durante la Procesión del Silencio, indica, se lleva una réplica de este instrumento de percusión para que los asistentes vean cómo se toca y cuál es el sonido que hace.
Sin embargo, dice, sus labores no se limitan a esta fecha; sino que todos los domingos, en punto de las 11:00 horas, hacen sonar las 21 campanas del Santuario, cuyo peso oscila entre una a nueve toneladas. Tradición que fue retomada de otros de sus compañeros que ya no se encuentran con vida.
Lee también: ¿Cuál es el significado del lavatorio de pies? Te lo contamos
Al finalizar su actividad, precisa el fundador de la Archicofradía, le agradecen a la Virgen de la Soledad, su Santa Patrona, "por permitirnos volver a subir y cumplir con los toques sin sufrir accidentes". La imagen de la religiosa es la que también llevan durante el transcurso del Viernes Santo.
Para los cofrades, comenta, es un orgullo pertenecer a esta asociación porque "cumplimos el sueño de subir y tundirle a las campanas. Los muchachos que suben es porque tienen esa vocación, no por curiosidad de cómo se ve la ciudad desde arriba".
Respecto a esto, resalta cómo, desde las alturas, han visto todos los cambios por los que ha pasado la capital michoacana y han sido testigos de eventos importantes como la visita del Papa Francisco el 16 de febrero de 2016.
Cuando vino el Papa tocamos las campanas. Fue un honor estar cerca de él. Es algo que no se paga con nada y es una de las situaciones que como cofrades tenemos privilegio, recuerda Guajardo Huerta.
Los cambios se presentan también entre sus miembros pues ha visto partir a unos pero también cómo nuevos rostros se han unido. Incluso, detalla que varios de los miembros más jóvenes heredaron "esta misión" al ser hijos de antiguos cofrades; por lo que la pertenencia es símbolo de linaje.
A esta agrupación se les puede encontrar en la llamada Calzada de San Diego ensayando desde un mes antes para el magno evento donde portarán su característico hábito azul y negro con su túnica, su banda en la cintura y su capirote "que es el signo de los penitentes". Todo con el fin de presentar su mejor papel.