/ viernes 27 de septiembre de 2024

Crónica: Bajo la lluvia de Morelia, el clamor de los 43 de Ayotzinapa resuena en cada paso

Los manifestantes exigieron justicia por sus 43 compañeros desaparecidos

Morelia, Michoacán.- Llueve. Los normalistas se concentran en el monumento a Lázaro Cárdenas bajo un cielo gris. Se cubren el rostro con paliacates, pañuelos y gorras para marchar por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Son las 11:30 de la mañana y todo transcurre con normalidad en la glorieta del Obelisco, hasta que varios normalistas procedentes de las ocho sedes en Michoacán bloquean la vialidad alrededor e impiden el paso vehicular.

Los claxones se hacen sonar en forma de molestia, sin embargo, los manifestantes aseguran que también de su lado hay indignación y enojo, pues a una década de lo que sucedió en Iguala, Guerrero, no hay respuesta, ni justicia para los padres de los jóvenes normalistas.

Fue la noche del 26 de septiembre del 2014, cuando integrantes del crimen organizado y autoridades municipales y federales tomaron autobuses en los que viajaban los 43 normalistas rumbo a una manifestación estudiantil, pero posteriormente fueron desaparecidos.

La lluvia aumenta, pero entre los estudiantes no se habla de cancelar la actividad. Poco después del mediodía, el lugar luce con mayor número de normalistas, integrantes del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS), padres y madres.

Dos jóvenes se acercan a la estatua de Lázaro Cárdenas y con aerosol rojo pintan un par de consignas: "+43", "Ni perdono ni olvido", "Ayotzi vive", mientras los contingentes se acomodan para la salida hacia Palacio de Gobierno.

Avanzan a paso lento. Gritan sus consignas y extienden mantas con frases que exigen justicia y la aparición de los jóvenes. Detrás de todos ellos se asoman dos autobuses de pasajeros que los estudiantes retuvieron. También camionetas tipo van de color blanco y una combi de colores beige con sonido.

Te podría interesar: Estado sigue omiso en el caso Ayotzinapa: normalistas en Michoacán

Un grupo de mujeres raya las paredes de negocios y espacios públicos. Las paradas del transporte también son intervenidas. Frente al Teatro Stella Inda, sobre la avenida Francisco I. Madero, desde un balcón con banderas de México, sale una señora enojada y le grita a un joven que realiza iconoclasia: "Muchacho pendejo, deja de rayar".

La mayoría de comentarios que salpican sobre la acera por parte de los dueños de negocios son negativos: "Deberían estar estudiando", "Son vándalos", "No tienen nada qué hacer". Otras personas disminuyen su paso y se detienen a observar la manifestación, unas más sacan el celular para grabar.

La persona que va al mando del sonido que se emite desde la combi beige, asegura que todos los señalan, hasta que es un familiar o sus propios hijos los que se encuentran en una situación como esa. Piden disculpas por obstruir calles, sin embargo, afirma que se trata de una actividad para que el pueblo no olvide.

La marcha desemboca en el primer cuadro de la ciudad, en medio de la catedral de Morelia y Palacio de Gobierno. Cientos de normalistas se acomodan para emitir un mensaje político y realizar actividades socioculturales. La manifestación está a punto de culminar, pero la lluvia no cesa.

A diez años de la tragedia no hay mayor avance en la investigación. Y solo se escucha el eco de la frase que espetan los normalistas michoacanos: "¡Ni la lluvia, ni el viento detendrán el movimiento!".

Morelia, Michoacán.- Llueve. Los normalistas se concentran en el monumento a Lázaro Cárdenas bajo un cielo gris. Se cubren el rostro con paliacates, pañuelos y gorras para marchar por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Son las 11:30 de la mañana y todo transcurre con normalidad en la glorieta del Obelisco, hasta que varios normalistas procedentes de las ocho sedes en Michoacán bloquean la vialidad alrededor e impiden el paso vehicular.

Los claxones se hacen sonar en forma de molestia, sin embargo, los manifestantes aseguran que también de su lado hay indignación y enojo, pues a una década de lo que sucedió en Iguala, Guerrero, no hay respuesta, ni justicia para los padres de los jóvenes normalistas.

Fue la noche del 26 de septiembre del 2014, cuando integrantes del crimen organizado y autoridades municipales y federales tomaron autobuses en los que viajaban los 43 normalistas rumbo a una manifestación estudiantil, pero posteriormente fueron desaparecidos.

La lluvia aumenta, pero entre los estudiantes no se habla de cancelar la actividad. Poco después del mediodía, el lugar luce con mayor número de normalistas, integrantes del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS), padres y madres.

Dos jóvenes se acercan a la estatua de Lázaro Cárdenas y con aerosol rojo pintan un par de consignas: "+43", "Ni perdono ni olvido", "Ayotzi vive", mientras los contingentes se acomodan para la salida hacia Palacio de Gobierno.

Avanzan a paso lento. Gritan sus consignas y extienden mantas con frases que exigen justicia y la aparición de los jóvenes. Detrás de todos ellos se asoman dos autobuses de pasajeros que los estudiantes retuvieron. También camionetas tipo van de color blanco y una combi de colores beige con sonido.

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Un grupo de mujeres raya las paredes de negocios y espacios públicos. Las paradas del transporte también son intervenidas. Frente al Teatro Stella Inda, sobre la avenida Francisco I. Madero, desde un balcón con banderas de México, sale una señora enojada y le grita a un joven que realiza iconoclasia: "Muchacho pendejo, deja de rayar".

La mayoría de comentarios que salpican sobre la acera por parte de los dueños de negocios son negativos: "Deberían estar estudiando", "Son vándalos", "No tienen nada qué hacer". Otras personas disminuyen su paso y se detienen a observar la manifestación, unas más sacan el celular para grabar.

La persona que va al mando del sonido que se emite desde la combi beige, asegura que todos los señalan, hasta que es un familiar o sus propios hijos los que se encuentran en una situación como esa. Piden disculpas por obstruir calles, sin embargo, afirma que se trata de una actividad para que el pueblo no olvide.

La marcha desemboca en el primer cuadro de la ciudad, en medio de la catedral de Morelia y Palacio de Gobierno. Cientos de normalistas se acomodan para emitir un mensaje político y realizar actividades socioculturales. La manifestación está a punto de culminar, pero la lluvia no cesa.

A diez años de la tragedia no hay mayor avance en la investigación. Y solo se escucha el eco de la frase que espetan los normalistas michoacanos: "¡Ni la lluvia, ni el viento detendrán el movimiento!".

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