/ martes 11 de octubre de 2022

Centro histórico de Morelia, ¿sigue siendo habitable?

En 19 años, casi el 75% de los habitantes de la colonia centro del Morelia dejaron la zona

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En medio de la sala, dentro de la vieja casona ubicada en la calle 1° de mayo del Centro Histórico, Guadalupe Ramírez exhibe seis litografías en las que se plasman monumentos e inmuebles de Morelia, como la Catedral y el Acueducto.

“Somos unos enamorados de esta joya virreinal”, expresa para detallar que ya son cinco generaciones las que han vivido en esta zona de la ciudad que cada vez se encuentra más gentrificada.

Te podría interesar: En diciembre la sonorización en la plaza de armas de Morelia

Tras autodefinirse como una familia de tradición, relata que hace más de cien años sus abuelos fueron los primeros en habitar dentro del centro de Morelia, en la calle 5 de febrero.

Posteriormente, sus papás decidieron mudarse a unas cuadras más adelante, en la 1° de mayo, sitio en el que, a través de 80 años, han pasado hijos, hermanos y sobrinos que se aferran al arraigo, la pertenencia y la identidad que les heredaron sus antepasados.

Con 59 años, Guadalupe recuerda que en su infancia el Centro Histórico fungía como una zona de recreación, donde junto a sus hermanos, salían todas las tardes a hacer de las calles unos auténticos campos de futbol y a improvisar cuanto juego les pasara por la mente a los niños de aquella generación.

“Esta parte de la ciudad se conservó por muchos años, no había cambios bruscos realmente hasta el año de 1985, cuando se da el sismo en el entonces Distrito Federal y mucha gente de allá comienza a moverse hacia Morelia, ahí es cuando detectamos que la dinámica del centro empieza a ser otra”.

La experiencia de vivir en esta parte ahora es distinta y Guadalupe la califica como una dicotomía: por un lado, asegura que sigue disfrutando la arquitectura y toda la parte histórica que lleva implícita el centro, pero por momentos, se sincera al afirmar que se convierte en una pesadilla por la tensión que genera el tránsito vehicular y los problemas sociales que terminan por desembocar en esta zona.

Aunque los seis miembros que habitan actualmente el predio se han planteado la posibilidad de mudarse, la nostalgia los termina por vencer y la familia Ramírez se mantiene dentro de ese mínimo porcentaje que no ha cedido a la gentrificación, término que mundialmente se define como el proceso de desplazamiento de un sector o población original de un barrio, por otro que tiene un mayor nivel adquisitivo.

De acuerdo con datos proporcionados por la Gerencia del Centro Histórico del Ayuntamiento de Morelia, en el año 2001 había 61 mil personas habitando esta parte de la ciudad, pero las últimas cifras del Inventario Nacional de Viviendas (INV) del INEGI revelaron que en 2020 la cifra poblacional descendió a 17 mil 915.

Asimismo, tras un trazado de polígonos, el INV desglosó que de las siete mil 521 viviendas particulares que se ubican en el centro a partir de avenida Michelena y hasta la avenida Tata Vasco, cinco mil 527 están habitadas, mientras que mil 954 no lo están.

Turismo con consecuencias

Varias teorías han respondido a la gentrificación que se presenta en gran parte del mundo, pero para el caso de Morelia, el arquitecto y coordinador de la sección de Monumentos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Michoacán, Salvador Chacón Piñón, el fenómeno gira en torno a dos aspectos: el turismo y lo comercial.

A raíz de que a la capital michoacana se le dio el nombramiento de Ciudad Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO en 1991, abunda, las políticas públicas comenzaron a visualizar al turismo como un pilar de la economía, lo que a su vez generó otra serie de actividades como la instalación de hoteles, restaurantes, bares, cafeterías, galerías, entre otros establecimientos de distintos giros.

Los cuadernos del patrimonio cultural del gobierno federal, a través de la Secretaría de Cultura, indican que la afluencia de turismo en 1990 era de 647 mil visitantes, pero para el 2005 la cifra ascendió a un millón 495 mil y de acuerdo con los datos de la Secretaría de Turismo municipal, el año pasado más de tres millones de turistas arribaron a la ciudad.

“Todo esto genera una especulación del territorio y por eso se ha presentado el uso de cambio de suelo. Si a eso le sumamos el hecho de que las políticas públicas están a favor del turismo como una prioridad económica y como referente para el desarrollo de la ciudad, esto nos lleva a un deterioro y destrucción del patrimonio porque los inmuebles adquieren una dimensión económica mayor que no tienen que ver con el uso habitacional”.

Dicho en otras palabras, se trata de un abandono del habitante originario por alguien que tiene mayor poder adquisitivo y que en este contexto, se trata del comerciante, el hotelero, el dueño del bar y de aquellos que tienen la capacidad financiera de restaurar inmuebles para instalarse en la plataforma digital de Airbnb, la cual consiste en la oferta de alojamientos a particulares y turísticos.

Desde la percepción de Salvador Chacón, los gobiernos municipales de antes y el de ahora, se han olvidado de aplicar políticas públicas que incentiven el ordenamiento y la planeación para lograr un equilibrio entre el uso habitacional y lo comercial, pero además, advierte que en los barrios del Centro Histórico se ha ido perdiendo la identidad y el elemento de pertenencia que satisfacía las necesidades de la población.

“Antes los vecinos del centro tenían a la mano tiendas de abarrotes, carnicerías, venta de verdura y todo lo que se requería; pero esto ya no lo encuentras por el fenómeno de desplazamiento y contrasta con lo que sucede con fraccionamientos como Villas del Pedregal, donde cuentan con dichos servicios. Se necesita mejorar la economía local, con un esquema de barrio que incentive el uso habitacional y a su vez, la conservación del patrimonio”.

El funcionario del INAH señala que en teoría la gentrificación turística y comercial debería ser positiva en el sentido de la conservación de los inmuebles, pero comparte que en la práctica se ha convertido en un dolor de cabeza, pues diariamente tienen que lidiar con comerciantes y propietarios que pretenden hacer modificaciones al patrimonio que no están permitidas, lo que deriva en el reto de poder adecuar la actividad económica a un edificio que forma parte de la historia de la ciudad.

Usos mixtos, la propuesta

Entre las causas que la Gerencia del Centro Histórico del Ayuntamiento de Morelia ha identificado para que la gentrificación se esté acrecentando, se encuentran la antigüedad de los inmuebles y su abandono, lo que genera flora y microflora nociva; el bajo estatus económico de los propietarios, quienes no cuentan con el recurso para restaurar las casas; y los problemas legales, ya que en muchos casos los patrimonios están bajo pleitos familiares que derivan en propiedades dejadas al olvido.

A decir del titular de la gerencia, Gaspar Hernández Razo, el desplazamiento poblacional de los barrios del centro de la ciudad sí es algo que preocupa a la presente administración municipal, por lo que detalla que están trabajando en dos aspectos principalmente para revertirlo.

“Estamos en vinculación con la Asociación Nacional de Ciudades Mexicanas Patrimonio Mundial para buscar un fideicomiso con el que podamos rescatar inmuebles que sean destinados a la habitabilidad. En otro punto, aunque más complejo porque dependemos del gobierno federal, queremos solicitar un decreto para incentivos fiscales, lo que significa que si alguien adquiere un inmueble, también tenga la posibilidad de recuperar un alto porcentaje de los impuestos”.

Por su parte, la directora del Instituto Municipal de Planeación (IMPLAN), Joanna Moreno Manzo, expone que dentro del programa de Desarrollo Urbano, el cual se pondrá a consulta pública este mismo año, se contemplan estrategias para incentivar la ocupación habitacional del centro bajo un uso mixto, es decir, que se combine la actividad comercial con el vivir en el mismo inmueble.

De la misma forma, la funcionaria municipal adelanta que otra posibilidad que se incluye es una modificación en las reglas de densidad, ya que actualmente prácticamente todo el centro se encuentra en el rango de baja y media, lo que se traduce en que dentro la primera se permiten 45 viviendas por hectárea y en la segunda 88, “nosotros queremos que le permitan al propietario poder hacer un proyecto donde pueda haber más unidades habitacionales en el mismo predio y esto le sea rentable para que la gente se anime a irse a vivir a esa zona”.

¿Quién se anima a restaurar?

“Es muy complicado invertir en el centro, se trata de estarte peleando con el INAH”, así de claro lo expresa Juan Carlos Doce, arquitecto y quien se ha convertido desde hace tiempo en un constante restaurador de inmuebles del Centro Histórico.

Si por una parte entiende la posición de resguardar la cultura y el patrimonio, el también ingeniero en construcción considera que el INAH debe tener una mayor apertura a las propuestas, pues ante las limitaciones que establecen, los inversionistas optan por no arriesgar su dinero.

“Son muchas cuestiones, a veces el inmueble no va a dar para las necesidades y además cuesta mucho trabajo mantener las casas y enfrentarse a cualquier modificación, por pequeña que sea, se requiere de un trámite del INAH y todo se termina por burocratizar, entonces ni los mismos arquitectos le quieren entrar”, explicó.

A estas dificultades, puntualiza que se le suman detalles técnicos como el tener que sacar los escombros de madrugada, lo que implica gastar en honorarios nocturnos, así como la demora en la llegada de los materiales de construcción por el tráfico vehicular o manifestaciones.

Con la experiencia de haber restaurado hoteles y otros inmuebles, Juan Carlos Doce precisa que lo primero es hacer un análisis profundo para saber si es viable el cambio de uso de suelo, posteriormente se da paso al diseño, a la presentación de planes arquitectónicos y a la memoria descriptiva donde se le deberá indicar minuciosamente al INAH lo que se pretende realizar.

Al ser un trabajo prácticamente artesanal, asevera que los proyectos son rechazados una y otra vez, entonces todo llega a encarecerse y es ahí precisamente donde el cliente se desespera y opta por claudicar.

Como miembro del consejo consultivo de la ciudad, el restaurador revela que ya se le dio el visto bueno a un proyecto para tramitar la construcción de departamentos por la zona aledaña de la fuente de las Tarascas y aunque en apariencia se trata de algo positivo para incentivar el nivel de población, duda de la habitabilidad en este momento del Centro Histórico.

“Yo viví en el centro de la ciudad y veo muchas dificultades, como el que no tenemos cajones de estacionamiento suficientes en calles que se encuentran saturadas, las marchas y el exceso de transporte público. Yo esperaría que en Morelia no se cometa el error de sitios como San Miguel de Allende, donde todo se volvió comercial y el fin de semana se vuelve una taberna donde siempre sucede algo; todo esto llega a afectar a lo habitacional”.

La inseguridad es otro aspecto que juega en contra del Centro Histórico, pues con base a las estadísticas de la Policía Morelia, desde septiembre del 2021 y hasta el pasado mes de junio, el delito de robo a transeúntes era el que mayor incidencia tenía en esta franja de la ciudad con 85 casos reportados.

En este sentido, Guadalupe Ramírez explica que de los vecinos que todavía sobreviven en la circunferencia de la 1° de Mayo, la mayoría tienen por lo menos tres cerraduras en sus casas. Y es que, al convertirse el centro en un espacio de restaurantes, hoteles boutique y oficinas gubernamentales, señala que las calles quedan desiertas a partir de las siete de la noche.

Como consecuencia de este indicativo, se han dado a la tarea de organizarse para colocar en lo alto de la calle la tradicional manta con la leyenda “Vecinos vigilando”, además de hacer uso de la tecnología con la creación de grupos de WhatsApp para protegerse unos a los otros y tratar de sobrellevar la situación.

Insiste en que vivir en el Centro Histórico es algo que valora porque toma conciencia de la riqueza cultural, pero también admite que llega a desencantar por los factores antes mencionados. Y, aunque todavía le queda amor por su barrio, advierte que existe la posibilidad de que la fidelidad y la lealtad no sean para siempre.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- En medio de la sala, dentro de la vieja casona ubicada en la calle 1° de mayo del Centro Histórico, Guadalupe Ramírez exhibe seis litografías en las que se plasman monumentos e inmuebles de Morelia, como la Catedral y el Acueducto.

“Somos unos enamorados de esta joya virreinal”, expresa para detallar que ya son cinco generaciones las que han vivido en esta zona de la ciudad que cada vez se encuentra más gentrificada.

Te podría interesar: En diciembre la sonorización en la plaza de armas de Morelia

Tras autodefinirse como una familia de tradición, relata que hace más de cien años sus abuelos fueron los primeros en habitar dentro del centro de Morelia, en la calle 5 de febrero.

Posteriormente, sus papás decidieron mudarse a unas cuadras más adelante, en la 1° de mayo, sitio en el que, a través de 80 años, han pasado hijos, hermanos y sobrinos que se aferran al arraigo, la pertenencia y la identidad que les heredaron sus antepasados.

Con 59 años, Guadalupe recuerda que en su infancia el Centro Histórico fungía como una zona de recreación, donde junto a sus hermanos, salían todas las tardes a hacer de las calles unos auténticos campos de futbol y a improvisar cuanto juego les pasara por la mente a los niños de aquella generación.

“Esta parte de la ciudad se conservó por muchos años, no había cambios bruscos realmente hasta el año de 1985, cuando se da el sismo en el entonces Distrito Federal y mucha gente de allá comienza a moverse hacia Morelia, ahí es cuando detectamos que la dinámica del centro empieza a ser otra”.

La experiencia de vivir en esta parte ahora es distinta y Guadalupe la califica como una dicotomía: por un lado, asegura que sigue disfrutando la arquitectura y toda la parte histórica que lleva implícita el centro, pero por momentos, se sincera al afirmar que se convierte en una pesadilla por la tensión que genera el tránsito vehicular y los problemas sociales que terminan por desembocar en esta zona.

Aunque los seis miembros que habitan actualmente el predio se han planteado la posibilidad de mudarse, la nostalgia los termina por vencer y la familia Ramírez se mantiene dentro de ese mínimo porcentaje que no ha cedido a la gentrificación, término que mundialmente se define como el proceso de desplazamiento de un sector o población original de un barrio, por otro que tiene un mayor nivel adquisitivo.

De acuerdo con datos proporcionados por la Gerencia del Centro Histórico del Ayuntamiento de Morelia, en el año 2001 había 61 mil personas habitando esta parte de la ciudad, pero las últimas cifras del Inventario Nacional de Viviendas (INV) del INEGI revelaron que en 2020 la cifra poblacional descendió a 17 mil 915.

Asimismo, tras un trazado de polígonos, el INV desglosó que de las siete mil 521 viviendas particulares que se ubican en el centro a partir de avenida Michelena y hasta la avenida Tata Vasco, cinco mil 527 están habitadas, mientras que mil 954 no lo están.

Turismo con consecuencias

Varias teorías han respondido a la gentrificación que se presenta en gran parte del mundo, pero para el caso de Morelia, el arquitecto y coordinador de la sección de Monumentos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Michoacán, Salvador Chacón Piñón, el fenómeno gira en torno a dos aspectos: el turismo y lo comercial.

A raíz de que a la capital michoacana se le dio el nombramiento de Ciudad Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO en 1991, abunda, las políticas públicas comenzaron a visualizar al turismo como un pilar de la economía, lo que a su vez generó otra serie de actividades como la instalación de hoteles, restaurantes, bares, cafeterías, galerías, entre otros establecimientos de distintos giros.

Los cuadernos del patrimonio cultural del gobierno federal, a través de la Secretaría de Cultura, indican que la afluencia de turismo en 1990 era de 647 mil visitantes, pero para el 2005 la cifra ascendió a un millón 495 mil y de acuerdo con los datos de la Secretaría de Turismo municipal, el año pasado más de tres millones de turistas arribaron a la ciudad.

“Todo esto genera una especulación del territorio y por eso se ha presentado el uso de cambio de suelo. Si a eso le sumamos el hecho de que las políticas públicas están a favor del turismo como una prioridad económica y como referente para el desarrollo de la ciudad, esto nos lleva a un deterioro y destrucción del patrimonio porque los inmuebles adquieren una dimensión económica mayor que no tienen que ver con el uso habitacional”.

Dicho en otras palabras, se trata de un abandono del habitante originario por alguien que tiene mayor poder adquisitivo y que en este contexto, se trata del comerciante, el hotelero, el dueño del bar y de aquellos que tienen la capacidad financiera de restaurar inmuebles para instalarse en la plataforma digital de Airbnb, la cual consiste en la oferta de alojamientos a particulares y turísticos.

Desde la percepción de Salvador Chacón, los gobiernos municipales de antes y el de ahora, se han olvidado de aplicar políticas públicas que incentiven el ordenamiento y la planeación para lograr un equilibrio entre el uso habitacional y lo comercial, pero además, advierte que en los barrios del Centro Histórico se ha ido perdiendo la identidad y el elemento de pertenencia que satisfacía las necesidades de la población.

“Antes los vecinos del centro tenían a la mano tiendas de abarrotes, carnicerías, venta de verdura y todo lo que se requería; pero esto ya no lo encuentras por el fenómeno de desplazamiento y contrasta con lo que sucede con fraccionamientos como Villas del Pedregal, donde cuentan con dichos servicios. Se necesita mejorar la economía local, con un esquema de barrio que incentive el uso habitacional y a su vez, la conservación del patrimonio”.

El funcionario del INAH señala que en teoría la gentrificación turística y comercial debería ser positiva en el sentido de la conservación de los inmuebles, pero comparte que en la práctica se ha convertido en un dolor de cabeza, pues diariamente tienen que lidiar con comerciantes y propietarios que pretenden hacer modificaciones al patrimonio que no están permitidas, lo que deriva en el reto de poder adecuar la actividad económica a un edificio que forma parte de la historia de la ciudad.

Usos mixtos, la propuesta

Entre las causas que la Gerencia del Centro Histórico del Ayuntamiento de Morelia ha identificado para que la gentrificación se esté acrecentando, se encuentran la antigüedad de los inmuebles y su abandono, lo que genera flora y microflora nociva; el bajo estatus económico de los propietarios, quienes no cuentan con el recurso para restaurar las casas; y los problemas legales, ya que en muchos casos los patrimonios están bajo pleitos familiares que derivan en propiedades dejadas al olvido.

A decir del titular de la gerencia, Gaspar Hernández Razo, el desplazamiento poblacional de los barrios del centro de la ciudad sí es algo que preocupa a la presente administración municipal, por lo que detalla que están trabajando en dos aspectos principalmente para revertirlo.

“Estamos en vinculación con la Asociación Nacional de Ciudades Mexicanas Patrimonio Mundial para buscar un fideicomiso con el que podamos rescatar inmuebles que sean destinados a la habitabilidad. En otro punto, aunque más complejo porque dependemos del gobierno federal, queremos solicitar un decreto para incentivos fiscales, lo que significa que si alguien adquiere un inmueble, también tenga la posibilidad de recuperar un alto porcentaje de los impuestos”.

Por su parte, la directora del Instituto Municipal de Planeación (IMPLAN), Joanna Moreno Manzo, expone que dentro del programa de Desarrollo Urbano, el cual se pondrá a consulta pública este mismo año, se contemplan estrategias para incentivar la ocupación habitacional del centro bajo un uso mixto, es decir, que se combine la actividad comercial con el vivir en el mismo inmueble.

De la misma forma, la funcionaria municipal adelanta que otra posibilidad que se incluye es una modificación en las reglas de densidad, ya que actualmente prácticamente todo el centro se encuentra en el rango de baja y media, lo que se traduce en que dentro la primera se permiten 45 viviendas por hectárea y en la segunda 88, “nosotros queremos que le permitan al propietario poder hacer un proyecto donde pueda haber más unidades habitacionales en el mismo predio y esto le sea rentable para que la gente se anime a irse a vivir a esa zona”.

¿Quién se anima a restaurar?

“Es muy complicado invertir en el centro, se trata de estarte peleando con el INAH”, así de claro lo expresa Juan Carlos Doce, arquitecto y quien se ha convertido desde hace tiempo en un constante restaurador de inmuebles del Centro Histórico.

Si por una parte entiende la posición de resguardar la cultura y el patrimonio, el también ingeniero en construcción considera que el INAH debe tener una mayor apertura a las propuestas, pues ante las limitaciones que establecen, los inversionistas optan por no arriesgar su dinero.

“Son muchas cuestiones, a veces el inmueble no va a dar para las necesidades y además cuesta mucho trabajo mantener las casas y enfrentarse a cualquier modificación, por pequeña que sea, se requiere de un trámite del INAH y todo se termina por burocratizar, entonces ni los mismos arquitectos le quieren entrar”, explicó.

A estas dificultades, puntualiza que se le suman detalles técnicos como el tener que sacar los escombros de madrugada, lo que implica gastar en honorarios nocturnos, así como la demora en la llegada de los materiales de construcción por el tráfico vehicular o manifestaciones.

Con la experiencia de haber restaurado hoteles y otros inmuebles, Juan Carlos Doce precisa que lo primero es hacer un análisis profundo para saber si es viable el cambio de uso de suelo, posteriormente se da paso al diseño, a la presentación de planes arquitectónicos y a la memoria descriptiva donde se le deberá indicar minuciosamente al INAH lo que se pretende realizar.

Al ser un trabajo prácticamente artesanal, asevera que los proyectos son rechazados una y otra vez, entonces todo llega a encarecerse y es ahí precisamente donde el cliente se desespera y opta por claudicar.

Como miembro del consejo consultivo de la ciudad, el restaurador revela que ya se le dio el visto bueno a un proyecto para tramitar la construcción de departamentos por la zona aledaña de la fuente de las Tarascas y aunque en apariencia se trata de algo positivo para incentivar el nivel de población, duda de la habitabilidad en este momento del Centro Histórico.

“Yo viví en el centro de la ciudad y veo muchas dificultades, como el que no tenemos cajones de estacionamiento suficientes en calles que se encuentran saturadas, las marchas y el exceso de transporte público. Yo esperaría que en Morelia no se cometa el error de sitios como San Miguel de Allende, donde todo se volvió comercial y el fin de semana se vuelve una taberna donde siempre sucede algo; todo esto llega a afectar a lo habitacional”.

La inseguridad es otro aspecto que juega en contra del Centro Histórico, pues con base a las estadísticas de la Policía Morelia, desde septiembre del 2021 y hasta el pasado mes de junio, el delito de robo a transeúntes era el que mayor incidencia tenía en esta franja de la ciudad con 85 casos reportados.

En este sentido, Guadalupe Ramírez explica que de los vecinos que todavía sobreviven en la circunferencia de la 1° de Mayo, la mayoría tienen por lo menos tres cerraduras en sus casas. Y es que, al convertirse el centro en un espacio de restaurantes, hoteles boutique y oficinas gubernamentales, señala que las calles quedan desiertas a partir de las siete de la noche.

Como consecuencia de este indicativo, se han dado a la tarea de organizarse para colocar en lo alto de la calle la tradicional manta con la leyenda “Vecinos vigilando”, además de hacer uso de la tecnología con la creación de grupos de WhatsApp para protegerse unos a los otros y tratar de sobrellevar la situación.

Insiste en que vivir en el Centro Histórico es algo que valora porque toma conciencia de la riqueza cultural, pero también admite que llega a desencantar por los factores antes mencionados. Y, aunque todavía le queda amor por su barrio, advierte que existe la posibilidad de que la fidelidad y la lealtad no sean para siempre.

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