/ domingo 8 de mayo de 2022

Aunque no fue planeada, Carina disfruta su maternidad

Una joven treintañera cuenta cómo divide su tiempo entre el trabajo y su hijo que no fue planeado

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- “La parte más dura de ser mamá es que nunca sabes si lo estás haciendo bien o mal, es más, la mayoría del tiempo no sabes ni lo que estás haciendo”, así describe Carina Loaiza su maternidad, accidentada, semi planeada, pero siempre muy informada, Carina es una de esas mamás que leyó todos los libros habidos y por haber, y aún así se describe a sí misma como una novata en la educación de su hijo Gael.

Carina es una profesionista que se dedica a la aplicación de uñas esculturales, además de ser maestra de jóvenes y no tan jóvenes que buscan incursionar en el negocio de las uñas de acrílico y en gel. La naturaleza de su trabajo, el tiempo que debe invertir en cada cliente y las necesidades de su hijo de ocho años son un tema primordial que día a día chocan por la atención de la joven madre.

Hace apenas cinco meses Carina cumplió 30 años y recuerda como si hubiera sido ayer cuando le cantaba a la panza en donde se engendró Gael. Admite que los primeros meses de su maternidad fueron aún más duros que el embarazo, el buscar un equilibrio, ser sumamente responsable y no terminar por adorar a su bebé fueron los mayores retos de sus 22 años.

Sin embargo, refiere que una vez que Gael le dijo mamá, el mundo cambió. “Para mi todo era muy shockeante, porque al principio lo veía como un bebé y todos me decían que de seguro me sentía increíble, a mi sólo me daba miedo no ser una buena madre”.

El tema más complejo para la joven ha sido desde un inicio la educación de su pequeño. Carina señala que entre las decenas de lecturas que hizo antes de conocer a Gael se encontró con información acerca de nuevas maneras de educar a su bebé, un mundo diferente al que ella conoció.

Musicoterapia, activaciones tempranas, retos de autosuficiencia, terapia cerebral, pláticas extensas acerca de sus emociones, tanto como de madre como de hijo, son algunas de las cosas que Carina asegura ha hecho diferente. Recuerda que en su generación una mala calificación significaba una “chinga segura”, mientras que Gael desconoce de agresiones físicas y gritos estridentes.

“Para mi versa mucho en tratarlo como el humano que es, reconocer sus necesidades, pero que también sepa que yo soy humana, que soy una mujer y que trabajo, que entienda que así como yo procuro que él esté bien también sepa que yo requiero de lo mismo, (...) no puedo estar bien con él si no estoy bien yo”, asegura.

Este mismo pensamiento revolotea por la cabeza de Andrea Hernández, docente y madre dos. Carola, su hija mayor nació cuando Andrea estaba próxima a cumplir los 26 años, mientras que Noah llegó tan sólo tres años después.

La preparación previa nunca fue su fuerte y reconoce que hasta su segundo hijo supo la manera correcta de amamantar a un bebé, todo lo demás fue a prueba y error.

Señala que su maternidad siempre fue asistida, con el apoyo y ayuda de su esposo, padres y suegros, lo que le permitió nunca dejar de ser ella, no perder la esencia de aquello que la hacía mujer antes de hacerla madre. Sin embargo, confiesa que aún es fecha que observa a sus bebés, no tan bebés, dormir la siesta como cuando recién habían nacido.

“Es todo un viaje, porque todo el tiempo estás con la preocupación de los hijos, de si están bien, pero yo tuve mucho apoyo y lo sigo teniendo hasta la fecha, entre todos buscamos la manera para hacer lo mejor posible por los niños en todos los aspectos”, afirma.

Andrea asegura que la educación de sus hijos, al menos las formas, han cambiado drásticamente desde que ella era una niña. El internet, los videos, las redes sociales y los juegos en línea le dieron un giro de 180 grados a las maneras de educar y la pandemia por Covid-19 fue el golpe final para emigrar a nuevos modelos.

Ahora Carola y Noah compiten por el control de la televisión para poner cada uno un video en YouTube. Sin consolas de videojuegos, entre los dos se rinde la batalla campal por decidir que van a mirar, para que al final llegué Andrea a elegir una opción media que tenga algún contenido real.

Las nuevas generaciones, las nuevas tecnologías y los nuevos niños son cada vez más diferentes, más lejanos a lo ya conocido, pero parece que algunas cosas nunca cambian, como ejemplo, el amor de una madre.

Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- “La parte más dura de ser mamá es que nunca sabes si lo estás haciendo bien o mal, es más, la mayoría del tiempo no sabes ni lo que estás haciendo”, así describe Carina Loaiza su maternidad, accidentada, semi planeada, pero siempre muy informada, Carina es una de esas mamás que leyó todos los libros habidos y por haber, y aún así se describe a sí misma como una novata en la educación de su hijo Gael.

Carina es una profesionista que se dedica a la aplicación de uñas esculturales, además de ser maestra de jóvenes y no tan jóvenes que buscan incursionar en el negocio de las uñas de acrílico y en gel. La naturaleza de su trabajo, el tiempo que debe invertir en cada cliente y las necesidades de su hijo de ocho años son un tema primordial que día a día chocan por la atención de la joven madre.

Hace apenas cinco meses Carina cumplió 30 años y recuerda como si hubiera sido ayer cuando le cantaba a la panza en donde se engendró Gael. Admite que los primeros meses de su maternidad fueron aún más duros que el embarazo, el buscar un equilibrio, ser sumamente responsable y no terminar por adorar a su bebé fueron los mayores retos de sus 22 años.

Sin embargo, refiere que una vez que Gael le dijo mamá, el mundo cambió. “Para mi todo era muy shockeante, porque al principio lo veía como un bebé y todos me decían que de seguro me sentía increíble, a mi sólo me daba miedo no ser una buena madre”.

El tema más complejo para la joven ha sido desde un inicio la educación de su pequeño. Carina señala que entre las decenas de lecturas que hizo antes de conocer a Gael se encontró con información acerca de nuevas maneras de educar a su bebé, un mundo diferente al que ella conoció.

Musicoterapia, activaciones tempranas, retos de autosuficiencia, terapia cerebral, pláticas extensas acerca de sus emociones, tanto como de madre como de hijo, son algunas de las cosas que Carina asegura ha hecho diferente. Recuerda que en su generación una mala calificación significaba una “chinga segura”, mientras que Gael desconoce de agresiones físicas y gritos estridentes.

“Para mi versa mucho en tratarlo como el humano que es, reconocer sus necesidades, pero que también sepa que yo soy humana, que soy una mujer y que trabajo, que entienda que así como yo procuro que él esté bien también sepa que yo requiero de lo mismo, (...) no puedo estar bien con él si no estoy bien yo”, asegura.

Este mismo pensamiento revolotea por la cabeza de Andrea Hernández, docente y madre dos. Carola, su hija mayor nació cuando Andrea estaba próxima a cumplir los 26 años, mientras que Noah llegó tan sólo tres años después.

La preparación previa nunca fue su fuerte y reconoce que hasta su segundo hijo supo la manera correcta de amamantar a un bebé, todo lo demás fue a prueba y error.

Señala que su maternidad siempre fue asistida, con el apoyo y ayuda de su esposo, padres y suegros, lo que le permitió nunca dejar de ser ella, no perder la esencia de aquello que la hacía mujer antes de hacerla madre. Sin embargo, confiesa que aún es fecha que observa a sus bebés, no tan bebés, dormir la siesta como cuando recién habían nacido.

“Es todo un viaje, porque todo el tiempo estás con la preocupación de los hijos, de si están bien, pero yo tuve mucho apoyo y lo sigo teniendo hasta la fecha, entre todos buscamos la manera para hacer lo mejor posible por los niños en todos los aspectos”, afirma.

Andrea asegura que la educación de sus hijos, al menos las formas, han cambiado drásticamente desde que ella era una niña. El internet, los videos, las redes sociales y los juegos en línea le dieron un giro de 180 grados a las maneras de educar y la pandemia por Covid-19 fue el golpe final para emigrar a nuevos modelos.

Ahora Carola y Noah compiten por el control de la televisión para poner cada uno un video en YouTube. Sin consolas de videojuegos, entre los dos se rinde la batalla campal por decidir que van a mirar, para que al final llegué Andrea a elegir una opción media que tenga algún contenido real.

Las nuevas generaciones, las nuevas tecnologías y los nuevos niños son cada vez más diferentes, más lejanos a lo ya conocido, pero parece que algunas cosas nunca cambian, como ejemplo, el amor de una madre.

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