/ lunes 3 de octubre de 2022

¡Aunque me cueste la vida! El drama de la migración irregular

Veo a Ángel de Jesús sonriendo, sentado al pie de las escaleras del refugio donde ha sido acogido. Me llama la atención que calza sandalias con calcetines, uno blanco y otro negro, por supuesto eso no importa, no tiene zapatos me confiesa después. Salió de Venezuela desde hace más de seis meses debido a la crisis humanitaria de su país donde apenas le alcanzaba para comer, ahora se encuentra en Morelia, Michoacán junto con la familia de su tío. Su cruce hacia Estados Unidos ha sido frustrado por agentes del Instituto Nacional de Migración que lo aseguraron junto con sus acompañantes poco antes de cruzar el Río Bravo, en Piedras Negras, Coahuila.

Me he dado cita en la casa donde se encuentran tres familias venezolanas para registrar sus historias y mostrar una cara de la migración que a la población de Michoacán, asumo le parece aun lejana, debido a que nuestro estado no está en las tradicionales rutas de tránsito por las que pasan migrantes internacionales de forma continua y masiva; este es un fenómeno nuevo que comienza a causar incomodidad para algunos sectores de la población, o bien para otros, cierto despertar en la conciencia colectiva de que se espera que este fenómeno se intensifique.

- “Prefiero quedarme otro día en la selva que regresar a la estación migratoria de Piedras Negras”- me dice Gregorio al entrevistarlo. Interpreto en su expresión la amargura de quien tiene un mal recuerdo, y de pronto me vienen a la mente los testimonios de los centroamericanos que pasan por nuestro país, al que le han puesto como mote, el Infierno mexicano.

- “Te cuento que salimos del primer campamento el 7 de agosto de este año en Acandí, Colombia, para atravesar la frontera. Eran las 5:30 de la mañana, íbamos detrás de un grupo de 800 personas; ahí van mujeres gordas con niños, mujeres embarazadas en un camino con barro que te rebasa las rodillas; subidas, bajadas, quebradas…ves gente muerta en el camino, con las patas pa’ arriba. Nos tocó ver cómo a una mujer embarazada se le atravesó una vara, eran gritos de la mujer y no puedes hacer nada. ¡Gente llorando en un desespero porque ya son las seis de la tarde y sientes que te vas quedar y que te vas a morir ahí! Todo el mundo avanza, es tu vida si quieres ayuda, pero tienes que continuar, desgraciadamente es así”-.

Gregorio me narra este pequeño capítulo de su historia, pero no es la primera vez que escucho de viva voz la tragedia de esta lucha por la supervivencia de los migrantes, que implacable acontece día a día en esta decisión desesperada por llegar a México, por lo general no para quedarse, sino para solicitar refugio en Estados Unidos o Canadá. No hay garantías de vida, doscientos dólares por persona si quieres contratar un guía en Colombia que te ofrece “protección” durante la travesía. Los migrantes que no cuentan con este servicio ignoran la magnitud del peligro, desconocen el camino, los asaltos, la violencia, el secuestro y el asesinato. Resuelven la incertidumbre atenidos a la buena voluntad de aquellos hombres que lideran el grupo y que entregan a mujeres, hombres y niños en una frontera y luego en otra, no sin antes pasar por el tapón de la muerte, como se le dice al Tapón del Darién, ubicado en las fronteras de Panamá y Colombia. A pesar del desafío que implica atravesar esta peligrosa región, más de 133 mil migrantes procedentes de Venezuela, Cuba, Haití, así como personas procedentes de África y Asía cruzaron el Tapón del Darién en 2021(OIM, 2021). Esta es tierra de nadie, las bandas criminales han hecho de esta zona de 5 mil metros cuadrados de selva pantanosa su territorio, en donde el tráfico de personas, armamento y drogas es lo cotidiano.

Las altas condiciones de vulnerabilidad que enfrentan los migrantes irregulares en su búsqueda por huir de la precaria vida o del crimen, motivan el deseo de abandonar la tierra y encontrar otras oportunidades, no obstante que se les vaya la vida en ello durante el camino y de tener que enfrentar las políticas migratorias, cada vez más restrictivas y punitivas de los países de destino y tránsito como México.

Hoy en día se estima que existen 89.3 millones de personas desplazadas por la fuerza en el mundo y más de 27 millones se encuentran en condición de refugiados (ACNUR, 2022). Vale la pena mencionar que anualmente cruzan por el territorio nacional entre 140 mil y 400 mil personas originarias de Guatemala, Honduras y el Salvador (Canales & Rojas, 2018).

Al cierre de diciembre de 2021, habían solicitado asilo en México 131 mil personas, originarias entre otros países, de Haití, Honduras, Cuba, Chile y Venezuela.

En este sentido, es oportuno señalar que, desde enero de este año, el Estado Mexicano solicitó visa a la población venezolana, que ahora se suma a una gran lista de países, entre los que se encuentran los del Norte de Centroamérica (NCA). La obtención de la visa requiere reunir toda una serie de requisitos, que la mayoría de los solicitantes en condiciones de pobreza no cumplen, y por lo tanto las personas asumen el riesgo de atravesar fronteras, recientemente bajo el cobijo que representan las llamadas “caravanas de migrantes”, como la primera que transitó por México a mediados de 2018 y que reunió a más de 10 mil personas originarias principalmente de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala (CNDH, 2021); desde entonces esa forma de movilidad se presenta de manera eventual. Estos flujos masivos han traído para el gobierno mexicano evidenciadas crisis migratorias, al rebasar la capacidad para la atención de la población extranjera en condición irregular en tránsito por México.

¿Qué representan estas cifras para Michoacán? Por supuesto, el impacto de la migración extranjera en tránsito sin documentación, que ha pasado o permanecido en la entidad no se compara con las experiencias vividas en ambas fronteras de México, sin embargo, su flujo va en aumento. Entre enero y marzo del 2022, las detenciones se incrementaron en un 89 por ciento, de acuerdo con el año anterior (Estadísticas migratorias, Sintesis 2022). Hondureños, guatemaltecos, cubanos, nicarahuenses, haitianos y venezonalos, como muchas personas de otros países buscan la oportunidad para caminar hacia el norte o quedarse en territorio mexicano, y Michoacán, por supuesto podría ser una opción. Tan solo entre diciembre de 2021 y el primer trimestres de 2022, la oficina del Instituto Nacional de Migración en Michocacán otorgó alrededor de 3 mil tarjetas de visitante con vigencia de un año para haitianos que mostraron su interés de quedarse en México. Más de 60 de estas personas permanecieron semanas y hasta meses en un refugio improvisado en Morelia que surgió a raíz de que la sociedad civil detectó que en la central camionera de la ciudad deambulaban familias enteras que no hablaban español y no tenían dinero. Fue Caritas Diocesana Morelia y un grupo selecto de activistas, incluido Alejandro Solalinde que se organizaron y gestionaron durante casi seis meses, hospedaje, comida, atención médica, ropa y trabajo temporal para quienes decidieran quedarse a vivir en nuestra ciudad a bien de capitalizarse y continuar hacia un lugar que les ofreciera mejoren condiciones. Al final todos optaron por dejar Michoacán y establecerse en Mexicali, Nuevo León y Tijuana; otros ya están en Estados Unidos, parte importante del recurso para trasladarse salió del bolsillo de los activistas.

He seguido la experiencia de varias personas migrantes que han llegado a Michoacán yclaramente les puedo asegurar que no hay protocolos de actuación para brindar atención institucional. No estamos preparados como sociedad en caso de que lleguen nuevos flujos. La Ley de Migración de Michoacán no está orientada a resolver temáticas relacionadas con migrantes irregulares aunque reconozca los tratado internacionales signados por México en la materia y exponga las garantías que establece nuestra Constitución. Me atrevo a decir que no hay un plan de atención y articulación ante los eventos por venir en materia migrartoria y coincido con los expertos en el tema, cuando manifiestan abiertamente que los migrantes irregulares no representan votos, ni son una población importante que abone al reconocimiento político. Mientras las y los migrantes estén invisibilizados en cualquier parte del mundo, las condiciones de tránsito y estancia digna forman parte de un juego de la fortuna, un repulsivo recuerdo asegurado para quienes tengan la mala suerte de ser detenidos en una de esas estaciones migratorias, aquellas en las que se convive con la porquería, en el ahogo del hacinamiento, el maltrato, el abuso, la violencia o el desprecio; claro, sino tienes la desgracia de caer en las manos criminales, porque entonces ya no se puede continuar.

Veo a Ángel de Jesús sonriendo, sentado al pie de las escaleras del refugio donde ha sido acogido. Me llama la atención que calza sandalias con calcetines, uno blanco y otro negro, por supuesto eso no importa, no tiene zapatos me confiesa después. Salió de Venezuela desde hace más de seis meses debido a la crisis humanitaria de su país donde apenas le alcanzaba para comer, ahora se encuentra en Morelia, Michoacán junto con la familia de su tío. Su cruce hacia Estados Unidos ha sido frustrado por agentes del Instituto Nacional de Migración que lo aseguraron junto con sus acompañantes poco antes de cruzar el Río Bravo, en Piedras Negras, Coahuila.

Me he dado cita en la casa donde se encuentran tres familias venezolanas para registrar sus historias y mostrar una cara de la migración que a la población de Michoacán, asumo le parece aun lejana, debido a que nuestro estado no está en las tradicionales rutas de tránsito por las que pasan migrantes internacionales de forma continua y masiva; este es un fenómeno nuevo que comienza a causar incomodidad para algunos sectores de la población, o bien para otros, cierto despertar en la conciencia colectiva de que se espera que este fenómeno se intensifique.

- “Prefiero quedarme otro día en la selva que regresar a la estación migratoria de Piedras Negras”- me dice Gregorio al entrevistarlo. Interpreto en su expresión la amargura de quien tiene un mal recuerdo, y de pronto me vienen a la mente los testimonios de los centroamericanos que pasan por nuestro país, al que le han puesto como mote, el Infierno mexicano.

- “Te cuento que salimos del primer campamento el 7 de agosto de este año en Acandí, Colombia, para atravesar la frontera. Eran las 5:30 de la mañana, íbamos detrás de un grupo de 800 personas; ahí van mujeres gordas con niños, mujeres embarazadas en un camino con barro que te rebasa las rodillas; subidas, bajadas, quebradas…ves gente muerta en el camino, con las patas pa’ arriba. Nos tocó ver cómo a una mujer embarazada se le atravesó una vara, eran gritos de la mujer y no puedes hacer nada. ¡Gente llorando en un desespero porque ya son las seis de la tarde y sientes que te vas quedar y que te vas a morir ahí! Todo el mundo avanza, es tu vida si quieres ayuda, pero tienes que continuar, desgraciadamente es así”-.

Gregorio me narra este pequeño capítulo de su historia, pero no es la primera vez que escucho de viva voz la tragedia de esta lucha por la supervivencia de los migrantes, que implacable acontece día a día en esta decisión desesperada por llegar a México, por lo general no para quedarse, sino para solicitar refugio en Estados Unidos o Canadá. No hay garantías de vida, doscientos dólares por persona si quieres contratar un guía en Colombia que te ofrece “protección” durante la travesía. Los migrantes que no cuentan con este servicio ignoran la magnitud del peligro, desconocen el camino, los asaltos, la violencia, el secuestro y el asesinato. Resuelven la incertidumbre atenidos a la buena voluntad de aquellos hombres que lideran el grupo y que entregan a mujeres, hombres y niños en una frontera y luego en otra, no sin antes pasar por el tapón de la muerte, como se le dice al Tapón del Darién, ubicado en las fronteras de Panamá y Colombia. A pesar del desafío que implica atravesar esta peligrosa región, más de 133 mil migrantes procedentes de Venezuela, Cuba, Haití, así como personas procedentes de África y Asía cruzaron el Tapón del Darién en 2021(OIM, 2021). Esta es tierra de nadie, las bandas criminales han hecho de esta zona de 5 mil metros cuadrados de selva pantanosa su territorio, en donde el tráfico de personas, armamento y drogas es lo cotidiano.

Las altas condiciones de vulnerabilidad que enfrentan los migrantes irregulares en su búsqueda por huir de la precaria vida o del crimen, motivan el deseo de abandonar la tierra y encontrar otras oportunidades, no obstante que se les vaya la vida en ello durante el camino y de tener que enfrentar las políticas migratorias, cada vez más restrictivas y punitivas de los países de destino y tránsito como México.

Hoy en día se estima que existen 89.3 millones de personas desplazadas por la fuerza en el mundo y más de 27 millones se encuentran en condición de refugiados (ACNUR, 2022). Vale la pena mencionar que anualmente cruzan por el territorio nacional entre 140 mil y 400 mil personas originarias de Guatemala, Honduras y el Salvador (Canales & Rojas, 2018).

Al cierre de diciembre de 2021, habían solicitado asilo en México 131 mil personas, originarias entre otros países, de Haití, Honduras, Cuba, Chile y Venezuela.

En este sentido, es oportuno señalar que, desde enero de este año, el Estado Mexicano solicitó visa a la población venezolana, que ahora se suma a una gran lista de países, entre los que se encuentran los del Norte de Centroamérica (NCA). La obtención de la visa requiere reunir toda una serie de requisitos, que la mayoría de los solicitantes en condiciones de pobreza no cumplen, y por lo tanto las personas asumen el riesgo de atravesar fronteras, recientemente bajo el cobijo que representan las llamadas “caravanas de migrantes”, como la primera que transitó por México a mediados de 2018 y que reunió a más de 10 mil personas originarias principalmente de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala (CNDH, 2021); desde entonces esa forma de movilidad se presenta de manera eventual. Estos flujos masivos han traído para el gobierno mexicano evidenciadas crisis migratorias, al rebasar la capacidad para la atención de la población extranjera en condición irregular en tránsito por México.

¿Qué representan estas cifras para Michoacán? Por supuesto, el impacto de la migración extranjera en tránsito sin documentación, que ha pasado o permanecido en la entidad no se compara con las experiencias vividas en ambas fronteras de México, sin embargo, su flujo va en aumento. Entre enero y marzo del 2022, las detenciones se incrementaron en un 89 por ciento, de acuerdo con el año anterior (Estadísticas migratorias, Sintesis 2022). Hondureños, guatemaltecos, cubanos, nicarahuenses, haitianos y venezonalos, como muchas personas de otros países buscan la oportunidad para caminar hacia el norte o quedarse en territorio mexicano, y Michoacán, por supuesto podría ser una opción. Tan solo entre diciembre de 2021 y el primer trimestres de 2022, la oficina del Instituto Nacional de Migración en Michocacán otorgó alrededor de 3 mil tarjetas de visitante con vigencia de un año para haitianos que mostraron su interés de quedarse en México. Más de 60 de estas personas permanecieron semanas y hasta meses en un refugio improvisado en Morelia que surgió a raíz de que la sociedad civil detectó que en la central camionera de la ciudad deambulaban familias enteras que no hablaban español y no tenían dinero. Fue Caritas Diocesana Morelia y un grupo selecto de activistas, incluido Alejandro Solalinde que se organizaron y gestionaron durante casi seis meses, hospedaje, comida, atención médica, ropa y trabajo temporal para quienes decidieran quedarse a vivir en nuestra ciudad a bien de capitalizarse y continuar hacia un lugar que les ofreciera mejoren condiciones. Al final todos optaron por dejar Michoacán y establecerse en Mexicali, Nuevo León y Tijuana; otros ya están en Estados Unidos, parte importante del recurso para trasladarse salió del bolsillo de los activistas.

He seguido la experiencia de varias personas migrantes que han llegado a Michoacán yclaramente les puedo asegurar que no hay protocolos de actuación para brindar atención institucional. No estamos preparados como sociedad en caso de que lleguen nuevos flujos. La Ley de Migración de Michoacán no está orientada a resolver temáticas relacionadas con migrantes irregulares aunque reconozca los tratado internacionales signados por México en la materia y exponga las garantías que establece nuestra Constitución. Me atrevo a decir que no hay un plan de atención y articulación ante los eventos por venir en materia migrartoria y coincido con los expertos en el tema, cuando manifiestan abiertamente que los migrantes irregulares no representan votos, ni son una población importante que abone al reconocimiento político. Mientras las y los migrantes estén invisibilizados en cualquier parte del mundo, las condiciones de tránsito y estancia digna forman parte de un juego de la fortuna, un repulsivo recuerdo asegurado para quienes tengan la mala suerte de ser detenidos en una de esas estaciones migratorias, aquellas en las que se convive con la porquería, en el ahogo del hacinamiento, el maltrato, el abuso, la violencia o el desprecio; claro, sino tienes la desgracia de caer en las manos criminales, porque entonces ya no se puede continuar.