Morelia, Michoacán (OEM Infomex).- El investigador de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Cuauhtémoc Sáenz Romero, participó en una convocatoria de la revista Nature Comunications en la que el objetivo fue medir el impacto del cambio climático en los bosques de todo el mundo, lo que incluyó zonas en México de estados como Jalisco, Puebla, Coahuila y Michoacán.
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Los resultados son adversos, sobre todo si se considera que el 15 por ciento de los árboles han comenzado a morir a edades más tempranas en la última década, comparado con el 3 por ciento que se tenía en otras épocas.
En todo el planeta, se calcula que 1,300 bosques comienzan a presentar estas características, lo que es ocasionado porque las sequías son más severas y más calientes, con resultados mortales para su biodiversidad.
Para dar una idea del desastre natural que ya llegó a todas las partes del planeta, Sáenz Romero dijo que entre 2010 y 2020 unos 500 millones de árboles murieron en los bosques de California y Texas, agregando que los escenarios más conservadores indican que por cada 10 años, habrá cuatro de intensas sequías y elevadas temperaturas.
“Es importante decir que para que los efectos del cambio climático no sean tan devastadores, es necesaria la presión de abajo hacia arriba, que la sociedad se organice para exigir mejores políticas públicas”, subrayó, no sin antes decir que el actual gobierno federal ha hecho hincapié en combatir la corrupción, pero ha quedado a deber en materia de apoyo a quienes investigan el medio ambiente.
En ese sentido, precisó que la sociedad solo puede hacer presión si está informada, algo que no es usual, sobre todo cuando las tareas de divulgación de la ciencia siguen tan limitadas, con textos complejos y muchos de ellos en otros idiomas.
Explicó que el trabajo desarrollado por Nature Comunications mide los pulsos de mortalidad inusual en todo el mundo, excluyendo solo La Antártida.
“Cuando hablamos de ello nos referimos a que en un bosque se pueden morir de forma repentina más del 15 por ciento de sus árboles y eso no es normal; lo habitual es que mueran porque envejecen o son atacados por plagas, pero esa mortalidad es de menos del 3 por ciento en un periodo de cinco años, lo que documenta este artículo es que la muerte antinatural ya se ha disparado”.
Aclaró que trabaja con investigadores de España, Estados Unidos, Alemania e Israel para tratar de saber qué tienen en común esos 1,300 bosques donde los árboles se mueren de forma repentina. La contribución del artículo publicado es aclarar ese patrón, concluyendo en que cada vez hay más sequías que sobre todo “son más calientes”, una combinación letal para los bosques templados de pinos, encinos y oyameles, como lo es, por ejemplo, el de la zona de la Mariposa Monarca.
Detalló que las hojas de los árboles poseen una estructura que se llama Estomas, las cuales se abren y se cierran, lo que permite la entrada de bióxido de carbono para dar pie a la fotosíntesis, sin embargo, este mismo proceso implica la fuga de vapor de agua, generando un diferencial de presión hidrostática que hace subir el agua de las raíces a las hojas.
Al haber sequía, la hoja trata de vitar pérdida de humedad y por ello cierra los estomas, lo que ocasiona que no entre bióxido de carbono y tampoco fotosíntesis. Eso es equivalente a que la planta entre a un proceso de “hambruna”, debilitando al árbol.
En otras palabras, los árboles ya no están resistiendo las sequías, pues pierden el vapor del agua aún con los estomas cerrados, lo que los expone también a plagas. Sáenz Romero explicó que para esta investigación todos los colaboradores acudieron a campo y no se usaron imágenes de satélite. “Esto evita errores comunes en las bases de datos internacionales de biodiversidad, donde muchas veces se reportan especies que en realidad no están en el sitio”.
A pregunta expresa, señaló que, si no se hacen cambios drásticos en la preservación ambiental, estamos a la mitad del camino para llegar a un escenario del desastre, el cual podría llegar en el año 2090.
Para evitarlo, un paso irrenunciable es disminuir los gases de efecto invernadero, plantar viveros a una altura adecuada y bajo sombra, solo que apuntó que cada vez hay menos arbustos, por lo cual habría que invertir en producirlos, aunque cueste mas dinero. “Se habla mucho de hectáreas sembradas, pero lo importante no es eso, sino la sobrevivencia de lo que se planta”, lo que, por cierto, dijo, no ocurre con el programa federal Sembrando Vida.