Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Es una zona brava y complicada, reconoce Viridiana González, directora de Aldeas Infantiles S.O.S en Morelia, cuyo lugar está ubicado a un costado de la avenida Nicolás Ballesteros, en la colonia Primo Tapia de la capital. Ahí, una villa que luce árida por la temporada de calor, acoge a 34 niños, jóvenes y adolescentes que perdieron a sus padres por sufrir violencia física, sexual, por omisión de cuidados o abandono.
La primera Aldea Infantil S.O.S se fundó en Austria en 1949, después de la segunda guerra mundial, por Hermann Gmeiner, quien ideó la posibilidad de ayudar a los niños que habían quedado huérfanos por los actos bélicos de esa época, además, juntar a las mujeres que perdieron a sus esposos o familia. En México, esta idea llegó hace 71 años y poco a poco se esparció a diferentes estados como Baja California, Ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Puebla y Michoacán.
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En Morelia, la aldea se fundó en el año 2006 con el apoyo de la FIFA, durante el mundial de Alemania, a través de un programa para la construcción de seis aldeas en el mundo. De lo recaudado, un porcentaje se destinó a la capital michoacana. Actualmente esta organización privada y sin fines de lucro tiene presencia en 135 países y los centros están ubicados principalmente en las ciudades torales.
No hay niños michoacanos en la aldea
En 2006, la aldea en Morelia se abrió con un total de 106 niños, la mayoría michoacanos, sin embargo, al día de hoy hay capacidad para 50 menores, aunque actualmente hay 34, de los cuales 11 son hombres y 23 mujeres, pero provenientes de otros estados; los menores provienen de Querétaro, Guanajuato y Puebla.
“No hay de Michoacán, por más que se ha hecho el acercamiento, sigue faltando que podamos tenerlos, sabemos que hay necesidad, es tremenda, por situaciones de violencia y omisión de cuidados, pero hasta el momento no hemos tenido canalización, estamos trabajando para firmar un convenio”, acota Viridiana González.
Estas aldeas buscan donaciones o padrinos para sustentar parte de los gastos, a través de instituciones, empresas o algunos gobiernos. Además, cada mes se les otorga un recurso nacional a los pequeños por un monto de dos mil 400 pesos para manutención, higiene, vestuario, útiles escolares y gastos de bolsillo “como una especie de domingo”.
La niña más pequeña en el lugar tiene cinco años de edad y la más grande 25, aunque el límite para quedarse ahí es a los 18 o 20 años, sin embargo, antes de que los jóvenes abandonen la aldea deben contar con un plan de vida, es decir, tener trabajo y haber terminado sus estudios. La directora dice que hay dos jóvenes que tienen una discapacidad intelectual leve de 22 y 23 años con los que están trabajando para que puedan ingresar a la comunidad juvenil, además que este año tendrán dos mujeres graduadas en enfermería y pedagogía.
Las cuidadoras de los niños
María Madrigal de 62 años es una de las cuidadoras de la aldea, lleva trabajando casi 14 años en el lugar y actualmente es responsable de cuatro niñas: Liliana, María Esther, Martha y Camila, pero sus ojos y memoria guardan la imagen de muchos niños que llegaron al lugar y que con el tiempo comenzaron a llamarla “mamá”.
Ella estudió la licenciatura en Educación, trabajó en interinatos, en el Colegio de Bachilleres, en la secundaria abierta, en preescolar, pero sin conseguir una plaza y “por amor al arte”, platica al interior de la casa Ecuador, en medio de la aldea. Hace 13 años ella vio el comercial en la televisión y decidió llamar para trabajar aquí.
“Me animé porque me dijeron que eran niños que perdieron su parentesco parental, me interesaban los niños, yo recibí casa Australia con 10 niños y lo vi difícil, luego me cambiaron a casa Francia con ocho y después fui a cursos a Tehuacán, después me dieron mi nombramiento de mama S.O.S”, refiere orgullosa.
Asegura que es una trayectoria bonita, pero difícil porque hay niños que se levantan a mitad de la noche llorando y diciendo que extrañan a su mamá, que se quieren ir con ella y ella lo único que hace es apapachar y consolar a los pequeños hasta que se quedan dormidos. También les apoya con sus tareas, les hace de comer, organiza los gastos y trata de hacerlos felices.
“Yo me quería ir a los 15 días, escuchaba sus historias y no podía, pero ahora, Alfredo y Rebeca me dicen mamá, es triste porque hay niños que no saben ni quienes son, hay otros que se dan cuenta que tienen una mamá, pero no la conocen”, finaliza.
Viridiana González agrega que antes se les llamaba madre S.O.S, pero por la transformación y la convención de los derechos de niños que indica que no se pueden vulnerar sus derechos, se les llama cuidadora y compañeros de casa.
Las cuidadoras viven de planta con los niños, y velan por su sano desarrollo, el tema de la alimentación, vestimenta y escuela. La mayoría tienen más de 40 años, y reciben prestaciones de ley, un sueldo, toman un descanso y también hay cuidadoras de apoyo, cuando las responsables se ausentan.
Constantemente las cuidadoras se capacitan para salvaguardar a los infantes, y saber apoyar a los que tienen traumas, o para su autocuidado. Además, a ellas les brindan masajes, o terapeutas pues por lo regular son mujeres mayores.
¿Cómo viven? Y retos
La villa es amplia, hay una caseta de vigilancia, una oficina de dirección, un área de administración, un centro de computación, y 16 casas esparcidas que están equipadas con una sala, comedor, cocina integral, dos baños, cuatro cuartos, un porche y un patio de servicio. El lugar cuenta con internet intervenido, pues no pueden acceder a redes sociales ni a contenidos sexuales, también hay un sistema de captación de agua y calentadores solares.
La directora asegura que uno de los principales retos es la desinformación y en ocasiones la desconfianza por parte de la gente que no confía en cómo se les da uso a los donativos, por lo que exhortó a las personas a visitar el lugar y ver la forma de convivencia.
Algunas de las deficiencias del lugar son los juegos, pues, aunque tienen un espacio destinado, algunos lucen deteriorados por el uso, también tienen pendiente un huerto por falta de recurso, así como una barda perimetral que se cayó el año pasado por las lluvias.
Drogas y comportamiento
Aunque no es un tema recurrente, la directora admite que sí han presentado problemas de conducta y de consumo de drogas por parte de los adolescentes; “Es bueno hablar de lo bueno y de lo malo, no es algo frecuente, el año pasado fue el último caso de un chico de 17 años que tenía un consumo severo”.
Era un menor de edad que venía de Nayarit y que finalmente fue canalizado de nuevo a su centro, aunque no fue a la primera. El joven tuvo oportunidad de rehabilitarse y tomar terapia de acompañamiento, sin embargo, no se logró.
“En Michoacán y Morelia es muy fácil encontrar la droga y esta zona es muy compleja, ellos estudian en la secundaria 99 y en el CETIS de aquí cerca, afuera los atrapan muy rápido y ellos lo hacen por experimentar o pertenecer, entonces esto incrementó y empezó a tener un fuerte consumo e incluso quiso involucrar a otro joven y ahí dijimos ¡no!, porque es importante medir los alcances que uno tiene”.
Algunas casas cuentan con protecciones, aunque no todas por la falta de dinero, y están en proceso de implementar cámaras de seguridad y aunque, Viridiana González subraya que la zona es peligrosa y brava, siguen trabajando para proteger y acoger a los que perdieron a su familia.
Proceso de canalización
Si los niños son víctimas de violencia, omisión de cuidados o abandono son canalizados: Aldeas Infantiles S.O.S hace una revisión legal, si cuentan con CURP, acta de nacimiento, cuál es su situación jurídica, si está escolarizado, se realiza una valoración médica y psicológica y a partir de ahí se determina si se le da o no el acogimiento.
Cabe mencionar que no reciben a niños en situación de calle o personas con discapacidad de moderada a severa, al no contar con las herramientas o modelos para ello, además los que se encuentran en situaciones de uso de sustancias nocivas o que están vinculados con el crimen organizado, toda vez que es un centro social de puertas abiertas.