Cuando se habla de huracanes, es común escuchar nombres como Ellen, Jonh o Milton. Estos nombres no son elegidos al azar ni corresponden a personas específicas, sino que forman parte de una estrategia diseñada por el Comité de Huracanes de la Organización Meteorológica Mundial (WMO).
El objetivo de nombrar los huracanes es facilitar la comunicación y la identificación de estos fenómenos meteorológicos para que la población esté mejor informada y preparada.
En lugar de usar números o coordenadas de latitud y longitud, que pueden ser confusos o difíciles de recordar, los nombres de personas permiten que las alertas sean más accesibles y fáciles de difundir en los medios de comunicación. Además, ayudan a generar mayor interés y a que la gente preste atención a las advertencias meteorológicas, especialmente en situaciones de emergencia.
La práctica de nombrar tormentas tiene décadas de historia. En un inicio, solo se utilizaban nombres femeninos, pero en 1979 se incluyeron nombres masculinos, y actualmente se alternan en las listas. Cada lista abarca 21 letras del alfabeto (se omiten Q, U, X, Y y Z por la dificultad de encontrar suficientes nombres adecuados). Estas listas rotan cada seis años; por ejemplo, los nombres usados en 2019 se volverán a emplear en 2025.
Los nombres elegidos deben ser fáciles de pronunciar, recordar y comunicar. Sin embargo, si un huracán se vuelve especialmente devastador, su nombre puede ser retirado de las listas por respeto a las víctimas y para evitar asociaciones negativas en el futuro.
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Para las regiones del Caribe, Atlántico Norte y Golfo de México, las listas de nombres incluyen opciones en inglés, francés y español, reflejando la diversidad geográfica y cultural de las zonas afectadas. Este enfoque internacional permite una mejor cobertura y coordinación en las áreas impactadas por los huracanes.