Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Cuando por fin suena la canción que eligió para su entrada, aparece usando unas botas negras y largas, un chaleco atiborrado de parches y con el rostro cubierto hasta la nariz. En cuanto comienza a descender por las escaleras del Salón Arena, la multitud de los alrededores se le rinde a un solo grito: “¡Alocer, Alocer, Alocer!”.
Es noche de lucha extrema en Morelia y Alocer es el primero en recibir un golpe directo sobre la cara con una silla. Mientras la sangre comienza a brotar sin compasión, algunas familias huyen de la escena tratando de que los niños no miren nada.
A los alrededores del cuadrilátero, la numeración de los asientos se ha perdido porque todos están de pie observando una batalla en la que también se incluyen lámparas, una guitarra, tachuelas, latas, un balón de futbol y todo lo que los luchadores encuentran a su paso.
Da la impresión de que Alocer está perdiendo la lucha: su espalda sangra sin cesar, con una lámpara rota lo castigan sobre su frente y lo azotan contra tres sillas perfectamente bien acomodadas. Pero el luchador originario de Zacapu no lo aprecia así, pues mientras más sangre corra por la lona, mayor satisfacción es la que experimenta.
“El dolor yo lo asimilo como cualquier persona, pero a mí lo que me llama es la sangre. Curiosamente, mi primer lucha extrema fue en mi casa, cuando se registró un altercado violento con mi papá, a raíz de ese momento me salí de mi casa, pero ya más adelante cuando me metí más a la lucha, me di cuenta que existía esta modalidad”.
Alocer tiene 15 años de trayectoria en la lucha y como todos, en sus inicios pasó por un proceso en el que practicó lo más tradicional. Las oportunidades eran escasas por su falta de experiencia, hasta que en una función, casi por accidente, le propusieron participar en la lucha extrema en la que también estuvo Wotan, uno de los mejores exponentes del país.
Sin embargo, se trata de una modalidad que no es tan frecuente, pues señala que por una parte no todos los luchadores se animan a practicarla, pero además refiere que son esporádicos los escenarios que ponen a disposición diferentes tipos de artefactos como los alambres de púas, garrafones, guacales, cristales, botellas, entre otros.
“Yo veo a dos tipos de luchadores extremos, aquellos que luchan con lámparas y otros objetos, pero nunca se quitan la playera; y estamos los que decidimos exponer el cuerpo, entonces la verdad para mí los primeros no se pueden llamar extremos”.
Mientras castigan a Alocer a lo largo y ancho del Salón Arena, sus cicatrices se exponen a la vista de todos. Prácticamente todo su cuerpo es un registro de su pasión por la lucha, aunque reconoce que ya perdió la cuenta del saldo que arrastra desde hace 15 años.
“Hay cicatrices que ya no se ven por los tatuajes y viceversa, hay tatuajes deformados por los golpes. En una ocasión me golpearon con un refrigerador y cuando desperté ya estaba vendado arriba de un taxi. Pero realmente no ha sido lo más grave, a mí me preocupa cuando me suceden lesiones que me dejan fuera del ring por meses”.
El próximo 7 de mayo en Tultitlán, Estado de México, Alocer tendrá uno de sus mayores retos profesionales. Por primera ocasión, peleará en Zona 23, lo que para muchos, es el mejor escenario de la lucha extrema en México.
“Lo que quiero es que me den la oportunidad de explotar mi talento. Ese día en el deshuesadero sí me imagino volando de un tráiler hacia el suelo. Es algo muy distinto a lo que se puede vivir aquí y yo considero que es algo que me va a abrir muchas puertas”.
La noche en el Salón Arena terminó con una derrota para Alocer. Totalmente agotado, se sostiene sobre las cuerdas. Respira con cierta dificultad, pero les sonríe a todos aquellos que le dedican una felicitación o una simple palmada sobre su hombro. Algunos se acercan con sus posters para que se los autografíe y él, con una alegría insondable, toma residuos de su sangre para colocarlo a manera de firma y de recuerdo inolvidable.