Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Héctor González Aguilera nació prácticamente con un balón de fútbol americano a lado. Desde muy pequeño asistía a los entrenamientos de su padre en el Politécnico Nacional de la Ciudad de México, donde también aprendió a jugarlo. Y así, vivió hasta el último día de su vida, convirtiéndose en uno de los principales promotores que tuvo Michoacán en este deporte.
A través de su familia, El Sol de Morelia pudo conocer la historia del coach que llegó a la capital michoacana tras el sismo del 85, donde uno de sus primeros objetivos fue el establecer el futbol americano como una oferta deportiva más dentro de la ciudad para niños y jóvenes.
A decir de su hermano, Edgar González, el coach comenzó a emprender sus proyectos en la década de los 90, época en que era sumamente complicado tener un equipo de fútbol americano, ya que se trataba de un deporte que no estaba tan arraigado como en otros estados.
“Mi papá y mi hermano empezaron a hacer sus primeros intentos a partir del año 92, Héctor jugó por un tiempo en Nuevo León, entonces empezó con la búsqueda de tener equipos poco a poco, siendo en la universidad La Salle su primer intento, luego vinieron las Águilas, un equipo que fue arropado por el IMSS. Posteriormente, fue absorbido por el Tecnológico de Monterrey y se volvió el primer entrenador de la generación”.
Por su parte, Daniela Mejorada, hija del coach, agrega que en 2008 decide crear el equipo de Troyanos, en el cual también jugaba como mariscal de campo utilizando el número 17. Su participación en este proyecto, refiere, sirvió para sembrar la semilla del gusto por el deporte tanto de ella como de su hermano Héctor.
En este sentido, Héctor Mejorada expone que la filosofía de su padre siempre estuvo enfocada a formar gente; es decir, no tanto en el aspecto técnico y de competencia, sino hacia la parte humana y para ello, también echó mano de la modalidad de tochito bandera cuando en la ciudad no se tenían equipos formales.
Al calificar el trabajo que hizo Héctor González como desmedido y apasionado, su hijo considera que su mayor aportación al deporte michoacano fue lograr que sus jugadores estuvieran realizados en el terreno individual, que pudieran desarrollarse profesionalmente y con valores, siempre cumpliendo sus sueños.
De la misma manera, Edgar González abundó que su hermano procuraba a los chicos que pasaban por sus equipos, pues más allá de la competencia natural que implica la práctica del futbol americano, expone que para él eso era algo meramente circunstancial.
“En su funeral fue sorprendente la gente que asistió a decirnos lo importante que fue en sus vidas Héctor, porque justamente quería que sus jugadores se dedicaran a ser mejores en sus casas, en sus trabajos, que pudieran vivir bien. Sin duda, esa tiene que ser su mejor contribución”.
Bajo la misma idea, la madre del coach, María Ester Aguilera, señala que el velorio realizado hace apenas unos días terminó siendo en cierta forma algo sanador, ya que se pudieron percatar de que no era poca gente la que lo quería y admiraba su labor, una que lo mismo estuvo centrada en rescatar a jóvenes de las adicciones como a formar a niños desde temprana edad.
Aunque todavía es muy pronto, el hijo del coach reconoce que ahora mismo tiene la intención de darle continuidad a los proyectos que construyó su padre a lo largo de los años, como es el caso de la Liga Moreflag que se disputaba cada fin de semana.
“No quiero dar más información de la necesaria, es muy temprano para determinarlo, sin embargo, mi pasión también va por ahí, pues yo estuve con él, lo veía, nos íbamos de viaje a todos los partidos, estábamos enterados de la situación de los chavos y en conjunto tomamos la decisión de crear la liga. Siempre estuvimos juntos y si se da la oportunidad de seguir ese camino, pues a su tiempo lo haré”.
Daniela Mejorada expresa que su padre se volvió una especie de coach de vida, donde además de buscar que el futbol americano tuviera una mayor difusión, supo hacer que la gente fuera feliz, divirtiéndose, compitiendo y logrando una convivencia en un ambiente de valores. Dicho en otras palabras, tuvo la capacidad de que los domingos tuvieran otro significado a través del deporte.