Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Pasados los 34 kilómetros de la competencia, Isaac Palma aceptó que el cuerpo ya no le respondía. De un solo trago de agua digirió el orgullo y sin más abandonó el circuito en un caluroso día de Tokio. La televisión, a nivel mundial, mostraba el rostro del deportista michoacano que se hundía entre el cansancio, el dolor y la frustración.
Lo que fueron unos simples segundos sobre la pantalla, para el originario del municipio de Zitácuaro se tradujo en semanas de depresión, de cuestionamientos, autocríticas, incertidumbre y la latente posibilidad del retiro, de decirle adiós de una vez por todas al deporte del alto rendimiento.
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Los Juegos Olímpicos de Tokio evidenciaron algo de lo que, hasta ese momento, nunca se hablaba o se tocaba ligeramente: el colapso emocional de los atletas. El caso más emblemático fue el de la gimnasta norteamericana, Simone Biles, quien sucumbió ante la ansiedad en plena competencia, pero la realidad es que la depresión es una amenaza constante que ronda la vida de los deportistas.
Recuperado totalmente de aquella crisis y con el convencimiento de aventurarse a un último ciclo olímpico rumbo a París 2024, Isaac Palma no tiene tapujos en relatar lo que vivió tras haber participado en sus segundas Olimpiadas.
“Caí en depresión por no poder competir como yo quería, no luchar como lo pretendía y no conseguir el resultado. Te pongo un ejemplo, es como el prepararte y haber estudiado por muchos años, pero llegas al momento de la entrevista más importante de tu vida y no lo logras, así es la presión que vivimos como deportistas”.
En un tono de sinceridad, el marchista es claro al señalar que si no te va bien en Juegos Olímpicos simplemente te conviertes en alguien intrascendente en el deporte. Es una carga que, asegura, en ocasiones ni con el respaldo psicológico se logra solventar, pues, además, considera que el estrés aumenta con las expectativas que genera la prensa, las críticas y los entrenamientos extenuantes de hasta diez horas al día.
Este fenómeno emocional también alcanza a los entrenadores y a decir de Omar Garnica, instructor de boxeo, puede llevar al retiro a destiempo si no se tiene la capacidad de asimilar la derrota para posteriormente transformarla en un aprendizaje que ayude en el futuro.
“Yo mismo he sufrido bajones de ánimo, sobre todo cuando tenemos peleas importantes de campeonato, donde sí llegas a pensar que no sirves para esto, que no lo estás haciendo bien. Y esto se agudiza cuando no se tiene el reconocimiento de las mismas instancias deportivas que, en teoría, son las que deben apoyarte”.
Luego de que en 2019 los jueces decidieran que la pelea por el campeonato mundial entre Sol Vargas y Fabiana Bytyqi tenía que ser declarada en empate técnico, Omar Garnica arribó a México con ganas de no saber nada del deporte.
Admite que se planteó seriamente la alternativa de dedicarse a otra cosa en la vida, pues encima de las derrotas deportivas, asevera que los entrenadores deben soportar la baja remuneración económica, ya que, para los ojos de la sociedad, se trata de un mero pasatiempo.
“Pero luego vienen las recompensas, encontrarte a gente en la calle que te agradece por haberlos ayudado, el poder codearse con los mejores del mundo y competir son las cosas que me han ayudado a salir del agujero”.
Para el entrenador de pugilistas, el gremio deportivo no tiene precisamente una negación o resistencia a echar mano de las herramientas que le ayudan a superar estos episodios de crisis, sino que, desde su percepción, existen pocos especialistas en la materia o no se cuenta con los recursos monetarios para acceder a ellos.
Modificar la cultura del resultado
La coordinadora del área de psicología de la Comisión Estatal de Cultura Física y Deporte (CECUFID), Berenice Becerra Covarrubias, no duda en señalar a la cultura del resultado como uno de los principales factores que originan que los atletas caigan en depresión tras una competencia.
“Tristemente nos enfocamos solamente en obtener una medalla, un triunfo y si bien es lo que todos quisiéramos, no tenemos que perder el camino, todo lo que se tuvo que hacer para poder llegar a la competencia”.
En este sentido, la especialista en psicología deportiva también señala como un error no hacer un trabajo preventivo y fijar los objetivos de rendimiento, que es donde se van a establecer los cimientos con técnicas, cuestiones nutricionales, fisioterapia y todo lo que debe rodear a un deportista para evitar los conflictos emocionales.
Aunado a esto, enfatiza la importancia de que el deportista se conozca, desde la manera en que lleva sus entrenamientos, pero también las reacciones que suele demostrar cuando tiene frente a sí tanto la victoria como la derrota.
Luego de que un atleta asistió a un campeonato, Becerra Covarrubias expone que es fundamental la retroalimentación basada en tres preguntas: ¿qué logré?, ¿qué aprendí?, y ¿qué aspectos puedo mejorar?
“Tras el encierro de la pandemia, los casos que me ha tocado atender de depresión o ansiedad vinieron en incremento, padres de familia que me hablan para preguntarme qué pueden hacer por sus hijos, los mismos atletas y entrenadores”.
La psicóloga añade que todo consiste en saber mediar con los factores externos para poder llegar a la comprensión de que los logros son propios y es que, aunque éstos generen alegrías o tristezas al colectivo, los deportistas no le deben nada al país ni al estado.