Morelia, Michoacán-(OEM-Infomex).- El rock and roll es un trabajo duro. Alfredo Garcidueñas, o el "Chino" como se le conoce en el bajo mundo de los riffs, lo sabe de sobra desde hace doce años. Músico de cinco bandas y siempre tentado a crear una sexta, el moreliano no claudica en el complejo camino de crear para lograr ser escuchado.
Con 28 años, el Chino vive en la colonia Obrera, aunque siempre se le puede ver caminando por distintos puntos de Morelia. Se le distingue por su pelo afro, pero también porque en una mano carga su saxofón, mientras que en el hombro se acomoda la guitarra como puede; paradójicamente siempre olvida las plumillas para tocar.
A fuerza de vasos de cerveza, euforia y slam, se suele transformar arriba de los escenarios. Sin que sus manos y espíritu muestren flaqueza, es capaz de tocar hasta con tres bandas distintas en una misma noche. Para él, el rock and roll es la chance que te da la vida de tocar el cielo o irte a la mierda, un libre albedrío cercano a la locura y a la lucidez.
"La recepción del público es algo muy interesante porque ya son pocas las nuevas generaciones que se interesan por los géneros del rock, pues al final crecieron escuchando otras cosas y entonces te encuentras con que la gente que nos presta sus oídos son de 30 años para arriba".
La capital michoacana no se caracteriza por tener tantos espacios para la difusión de música propia, pero el Chino explica que los músicos han encontrado en esta realidad una oportunidad para ejercer la autogestión, o como él prefiere llamarlo: no pedirle chichi al Estado ni a las productoras.
Más que dinero y tiempo, dice que lo que más se invierte en este mundo de notas y acordes es la juventud, "pero no es una queja, es muy gratificante cuando empiezas a notar que hablan de tus bandas, tus proyectos, que asisten a tus conciertos y se saben las canciones".
Aunque el Chino conoce de teoría musical y en sus ratos libres da clases de saxofón, asegura que no se considera a sí mismo como un profesional y que simplemente prefiere autonombrarse como un "músico de rancho". Eso sí, siempre dispuesto a dar el salto en cualquier momento.
Más allá del mito perseguido del "sexo, drogas y rock and roll", a Garcidueñas lo que le mueve es la insaciable necesidad de crear, "somos muy soñadores, deseamos mucho, no quitamos el dedo del renglón y es ahí cuando te das cuenta que hay que volverse más profesional".
Dentro de las barricadas con las que se encuentran las bandas de rock y los artistas en general, es el verse retribuidos económicamente con el arte que están ofreciendo, el buscar un trato respetuoso y digno.
"Me refiero a que si vas a alguna parte, lo mínimo que esperas es que tengan las condiciones mínimas de sonido, que te ofrezcan un lugar donde quedarte; sin embargo, eso siempre se piensa a futuro, más si eres independiente, porque a veces te toca mal comer, dormir en el piso y viajar a raite".
El rock and roll es un trabajo duro y en ese sacrificio se aprende a deambular. Al Chino le viene bien el ska, el punk, el reggae y el folk. Mañana seguramente ensayará y lo hará con Skautomatiks, Skambalache, Revuelta, Desterradxs o Santiamén.
También existe la posibilidad de que simplemente tome su guitarra y componga algo en la soledad de su habitación. Y es que Alfredo Garcidueñas ha entendido perfectamente eso que dicen de que no hay que vivir de la música, sino en ella.
