/ lunes 16 de enero de 2023

Una vida de música: la historia de Salomón, mariachi de la Cerrada de San Agustín

Con el uso de redes sociales han logrado impulsar a quienes se dedican a ser Mariachis

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Mientras haya fiesta, es imposible que los mariachis se extingan. Así lo piensa Salomón Estrada Moreno, quien ha llegado al centro de la ciudad con el traje de charro perfectamente alineado y a su medida, acompañado de su hijo y con el violín que comenzó a tocar a los 18 años.

Foto: Javier Guerrero | El Sol Morelia

En las calles que rodean a la Cerrada de San Agustín da la impresión de que el trabajo para los mariachis escasea y Salomón admite que en esta zona están expuestos a las desveladas y a la incertidumbre de no saber si habrá chamba, pero aclara que la mayoría de las agrupaciones ya utilizan la oportunidad que ofrecen otras plataformas como las redes sociales.

Con 52 años en la actualidad, relata que la música regional mexicana es algo que estuvo en su familia desde toda la vida. Dicho en otras palabras, al revisar su árbol genealógico, uno se va a encontrar con trompetas, guitarras, guitarrones, violines y mucha voz para interpretar a todos los clásicos de la música ranchera.

“Uno sigue a la tradición y así nos fuimos acomodando en la música. En mi casa siempre sonó todo lo mexicano y es como uno comienza a incursionar, te empieza a nacer ese gusto. Mi padre fue el que me enseñó a tocar el violín, desde la posición que se debe utilizar, las escalas, notas, melodías y a dar mis primeros pasos de manera lírica”.

Los inicios de Salomón fueron en Acapulco, Guerrero. Ahí, sin cobrar un solo peso por varios meses, se pulió como músico en presentaciones que estaban llenas de los clásicos nervios que experimenta todo novato.

Al paso del tiempo, las experiencias han sido diversas: lo mismo ha tocado para jefes delincuenciales en un Cereso, que para enamorados y despechados, o para artistas de más calibre comercial como Vicente Fernández, Pablo Montero, Paquita la del Barrio, Federico Villa, Aida Cuevas, los Tigres del Norte, entre otros.

Los caminos de la música lo llevaron a instalarse en Michoacán, pero también a vivir por seis meses en Japón donde fue contratado para tocar, a “irse de mojado” en dos ocasiones a los Estados Unidos y hasta conocer a su actual esposa, quien formaba parte de otro mariachi.

Foto: Javier Guerrero | El Sol Morelia

“Tengo varios artistas favoritos, pero a mí me gustaba mucho cómo cantaba Javier Solís y Pedro Infante. Aunque hay otros que fueron muy completos, como es el caso de José Alfredo Jiménez, pues fue cantautor y las piezas musicales que creó, hasta la fecha no fallan en las peticiones que nos hace llegar la gente que contrata a un mariachi”.

En la llamada época de oro del cine mexicano se alimentó la narrativa en el imaginario colectivo de que el mariachi era el personaje más borracho y el más capaz de soportar las fiestas hasta el amanecer. Para Salomón, se trata de una realidad que sigue estando en el entorno de los músicos.

“Para mí no se trata de un mito, pues a final de cuentas, insisto que mientras haya fiesta, siempre habrá mariachi para tocar. Cuando la gente ya se encuentra entonada, lo que hacen es buscar un grupo a quien contratar, entonces nosotros los fines de semana, aunque no tengamos compromiso, prácticamente nos mantenemos con el traje de charro porque sabemos que a eso de la una de la mañana el teléfono puede llegar a sonar”.

Pensando en la herencia familiar, expresa que a él le gustaría que sus hijos se enfoquen en una carrera académica, pero admite que no le desagrada la idea de que lo puedan combinar con el aprendizaje de un instrumento musical, ya que argumenta que, además de ser un arte de los más hermosos, también alimenta el intelecto.

Foto: Javier Guerrero | El Sol Morelia

Salomón saca del estuche su violín, uno de sus favoritos. Elaborado por un familiar que es laudero, se trata de un instrumento que ronda los 3 mil dólares. En la parte frontal, se exhibe un desperfecto que puede ser considerado como una herida de guerra tras treinta años de carrera.

“Lo peor es que se lo hice sano y sobrio”, bromea para reafirmar que lo que más le gusta de ser mariachi es que siempre se ha divertido. Sin importar la sonorización ambiental que se encuentra activada en Plaza de Armas, comienza a tocar las notas del Son de la Negra y los curiosos que rodean la escena, no dudan en activar las cámaras de sus celulares para capturar el momento de fiesta a plena luz del día.

Morelia, Mich (OEM-Infomex).- Mientras haya fiesta, es imposible que los mariachis se extingan. Así lo piensa Salomón Estrada Moreno, quien ha llegado al centro de la ciudad con el traje de charro perfectamente alineado y a su medida, acompañado de su hijo y con el violín que comenzó a tocar a los 18 años.

Foto: Javier Guerrero | El Sol Morelia

En las calles que rodean a la Cerrada de San Agustín da la impresión de que el trabajo para los mariachis escasea y Salomón admite que en esta zona están expuestos a las desveladas y a la incertidumbre de no saber si habrá chamba, pero aclara que la mayoría de las agrupaciones ya utilizan la oportunidad que ofrecen otras plataformas como las redes sociales.

Con 52 años en la actualidad, relata que la música regional mexicana es algo que estuvo en su familia desde toda la vida. Dicho en otras palabras, al revisar su árbol genealógico, uno se va a encontrar con trompetas, guitarras, guitarrones, violines y mucha voz para interpretar a todos los clásicos de la música ranchera.

“Uno sigue a la tradición y así nos fuimos acomodando en la música. En mi casa siempre sonó todo lo mexicano y es como uno comienza a incursionar, te empieza a nacer ese gusto. Mi padre fue el que me enseñó a tocar el violín, desde la posición que se debe utilizar, las escalas, notas, melodías y a dar mis primeros pasos de manera lírica”.

Los inicios de Salomón fueron en Acapulco, Guerrero. Ahí, sin cobrar un solo peso por varios meses, se pulió como músico en presentaciones que estaban llenas de los clásicos nervios que experimenta todo novato.

Al paso del tiempo, las experiencias han sido diversas: lo mismo ha tocado para jefes delincuenciales en un Cereso, que para enamorados y despechados, o para artistas de más calibre comercial como Vicente Fernández, Pablo Montero, Paquita la del Barrio, Federico Villa, Aida Cuevas, los Tigres del Norte, entre otros.

Los caminos de la música lo llevaron a instalarse en Michoacán, pero también a vivir por seis meses en Japón donde fue contratado para tocar, a “irse de mojado” en dos ocasiones a los Estados Unidos y hasta conocer a su actual esposa, quien formaba parte de otro mariachi.

Foto: Javier Guerrero | El Sol Morelia

“Tengo varios artistas favoritos, pero a mí me gustaba mucho cómo cantaba Javier Solís y Pedro Infante. Aunque hay otros que fueron muy completos, como es el caso de José Alfredo Jiménez, pues fue cantautor y las piezas musicales que creó, hasta la fecha no fallan en las peticiones que nos hace llegar la gente que contrata a un mariachi”.

En la llamada época de oro del cine mexicano se alimentó la narrativa en el imaginario colectivo de que el mariachi era el personaje más borracho y el más capaz de soportar las fiestas hasta el amanecer. Para Salomón, se trata de una realidad que sigue estando en el entorno de los músicos.

“Para mí no se trata de un mito, pues a final de cuentas, insisto que mientras haya fiesta, siempre habrá mariachi para tocar. Cuando la gente ya se encuentra entonada, lo que hacen es buscar un grupo a quien contratar, entonces nosotros los fines de semana, aunque no tengamos compromiso, prácticamente nos mantenemos con el traje de charro porque sabemos que a eso de la una de la mañana el teléfono puede llegar a sonar”.

Pensando en la herencia familiar, expresa que a él le gustaría que sus hijos se enfoquen en una carrera académica, pero admite que no le desagrada la idea de que lo puedan combinar con el aprendizaje de un instrumento musical, ya que argumenta que, además de ser un arte de los más hermosos, también alimenta el intelecto.

Foto: Javier Guerrero | El Sol Morelia

Salomón saca del estuche su violín, uno de sus favoritos. Elaborado por un familiar que es laudero, se trata de un instrumento que ronda los 3 mil dólares. En la parte frontal, se exhibe un desperfecto que puede ser considerado como una herida de guerra tras treinta años de carrera.

“Lo peor es que se lo hice sano y sobrio”, bromea para reafirmar que lo que más le gusta de ser mariachi es que siempre se ha divertido. Sin importar la sonorización ambiental que se encuentra activada en Plaza de Armas, comienza a tocar las notas del Son de la Negra y los curiosos que rodean la escena, no dudan en activar las cámaras de sus celulares para capturar el momento de fiesta a plena luz del día.

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