Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- Este 2020 se celebra el centenario de uno de los escritores más fascinantes de todos los tiempos. Nació en Illinois, pero desarrolló su carrera en Los Ángeles, ciudad desde la cual imaginó que habría vida en Marte, una vida muy oscura, solitaria y desoladora. Ray Bradbury marcó una época en la literatura de ciencia ficción, fantasía y hasta terror. Aunque también incursionó en la poesía, es recordado por sus dos obras más monstruosas: Crónicas Marcianas y Fahrenheit 451, donde planteó una sociedad distópica en la que los libros están prohibidos, tanto, que un comando del gobierno los quema cuando los descubre.
Bradbury, quien afirmaba que sus relatos contenían una carga moral, siempre recordaba bien a México e incluso tuvo la oportunidad de estar en Pátzcuaro, donde quedó fascinado con la celebración de Noche de Muertos. En este especial, recordamos su trayectoria y le preguntamos a dos escritores michoacanos qué significa para ellos este gran talento de las letras.
El comienzo
Miembro de una familia con escasos recursos, Ray vivió una infancia inestable, mudándose de un lugar a otro, hasta que por fin se establecieron en Los Ángeles. Creció pobre, tanto, que no hubo plata para que llegara a la universidad, así que se puso a vender periódicos para ayudar a sus padres. Lector voraz, el joven pasaba la mayor parte del tiempo en bibliotecas públicas, donde conoció grandes obras que lo incitaron a escribir sus primeros cuentos; el primero de ellos fue publicado en la revista Imagination! en 1938, mientras que un año después ya imprimía su propio fanzine literario, lo que abonó para que en 1941 la publicación Super Science Stories le pagara su primera historia corta: El Péndulo. Nacía entonces una bestia, un iluminado, un visionario que imaginó a seres con pesadillas en otro planeta.
Un parteaguas en su carrera sucedió en 1945, cuando el relato The Big Black and White Game formó parte del Best American Short Stories y dos años después ya editaba su primera colección de cuentos cortos: Dark Carnival.
La cumbre llegaba rápido, en 1950 se publicó Crónicas Marcianas, la novela que comienza en 1999 relatando cómo una mujer llamada Ylla sueña con un extraño sujeto de 1.80 de estatura, piel blanca y ojos azules, prácticamente un fenómeno que decía haber viajado desde el Tercer Planeta.
Tres años después, Bradbury demostraría el poder de su pluma con la que es considerada su obra cumbre: Fahrenheit 451, historia distópica donde los bomberos no apagan el fuego, sino que lo provocan cuando queman libros, como lo ha ordenado un gobierno totalitario. En ese escenario, leer es una actividad proscrita, perseguida, penada por el régimen.
Cuando al autor le preguntaban sobre el mensaje de ese libro, aseguraba que la “quema” de libros era una realidad, pues los índices de lectura eran cada vez más bajos en la sociedad contemporánea,
hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos
Declaró en una entrevista.
Considerado uno de los máximos exponentes de la ciencia ficción, el norteamericano nunca aceptó la etiqueta, pues aseguraba que su único libro de tal género era precisamente Fahrenheit 451, mientras que el resto apuntaba hacia la fantasía.
Ya como un autor reconocido, incursionó en el cine al escribir el guión de El monstruo de los tiempos remotos (The Beast from 20000 Fathoms), adaptación de su cuento The Fog Horn. Lo mismo pasó con La feria de las tinieblas y Moby Dick (1956), invitado por el director John Huston. En la televisión produjo shows como Ray Bradbury Theater y la miniserie Crónicas Marcianas, además de colaborar en algunos episodios de Alfred Hitchcock presenta, La dimensión desconocida y la película para TV The Halloween Tree.
Lectores fieles
Ray Bradbury dejó un planeta poblado de fieles lectores. Para el escritor michoacano Jaime Garba, descubrir a este autor fue algo más que fascinante.
“Sé que es común descubrir a autores de ciencia ficción –y de otros géneros- que vaticinan el futuro, sin embargo creo que Bradbury lo hace proyectando de fondo el lado humano, es decir, cada una de sus historias, ambientadas en los escenarios y circunstancias más creativas, tratan del hombre, sus circunstancias, emociones y su forma de ver –y enfrentar- el mundo. Por ello sus novelas y relatos son muy atractivos para cualquier clase de lector, porque podemos reflejarnos aunque sea un poco en cada uno de los personajes, su idiosincrasia y pensamientos.
"Quizá diga algo que no le gustará a los seguidores de Asimov, pero creo que la vigencia de Bradbury, quien se vuelve cada año más popular (a diferencia del Isaac que mantiene y mantendrá su séquito de lectores) es que al tratar sus historias sobre lo humano, carecen de caducidad, mientras que la mayoría de la ciencia ficción clásica está siendo ya rebasada por la cruda realidad”.
Si nos referimos a alguien que ama los libros, con todas sus letras, es precisamente este autor zamorano, quien describe así su experiencia tras leer Fahrenheit 451: “El tratamiento de la obra es extraordinaria. Ver cómo Guy Montag ha sido adoctrinado no sólo como la mayoría de la sociedad, sino a un nivel superior, pues forma parte de este cuerpo de bomberos que en lugar de apagar incendios quema libros, hace que el efecto de ruptura ante el encuentro con la literatura tenga mayor impacto”.
Y añade:
El libro está repleto de esas metáforas fascinantes sobre la importancia de los libros en nuestras vidas, es una elegía al amor por las historias y las palabras escrita extraordinariamente
Al preguntarle cómo sería la experiencia de leer Crónicas Marcianas en estos días, donde el panorama distópico nos ha alcanzado, el autor de ¿Qué tanto es morir? opina:
“Libros como los de Isaac Asimov, Richard Matheson y por supuesto Bradbury, nos permiten darnos cuenta de hacia dónde vamos o hemos llegado, sin que lo sintamos como una bofetada (a pesar de que a veces necesitamos el balde de agua fría para reaccionar). En el caso de Crónicas Marcianas, no veo tan descabellada la premisa de que terminemos por acabarnos la Tierra y colonicemos otro planeta en el que haya vida inteligente, quienes podrían recibirnos con los brazos abiertos y nosotros, sin aprender la lección, continuemos igual de destructivos y acabaremos con ellos y su hogar. Con ello pienso, ¿aprenderemos la lección que nos está dando el Covid 19? Ojalá”.
Para Víctor Manuel López Ortega, autor de la novela Sustancia Quemada, las obras de Bradbury le aportaron sutileza a la literatura universal.
Por ejemplo, en la ciencia ficción lo logra sin dejar de prevenirnos sobre un futuro desolador y menos libre. También creo que le aporta belleza, prosa sencilla de leer, pero filosófica. Su escritura tiene eso, sin dejar de entretenernos, nos deja una reflexión y un sentimiento de que hemos leído algo sublime
Sobre lo que le dejó la lectura de esa novela en la que las letras son un delito, añade: “Me deja claro que el libro sobrevivirá aunque se destruya el papel. La literatura existe desde antes de que existiera la escritura y puede preservarse por la memoria. La humanidad necesita leer para ser libre”. ¿Será buena idea leer esas crónicas acontecidas en Marte en plena cuarentena?, le preguntamos: “Sí, creo que puede leerse un relato por día y puede obtenerse un buen entretenimiento. Algo así como hace siglos debieron haberse contado las historias del Decamerón o Los Cuentos de Canterbury durante la peste negra”.
Bradbury en México
La relación de Ray Bradbury con México no fue esporádica ni casual, sino todo lo contrario. En diversas entrevistas aseguró que en California conocía a muchos mexicanos, uno de ellos incluso le había ayudado económicamente en épocas de crisis fuertes. Pero además, nuestro país aparece en la literatura del norteamericano, lo que incluye a Michoacán. En el cuento El Día de Muertos, relata:
En el lago de Pátzcuaro, en la isla de Janitzio, las grandes redes de pescar caían con movimientos de mariposa, recogiendo peces plateados. La isla, con la enorme estatua de piedra del padre Morelos en lo alto, ya había empezado a beber tequila, con lo que así se iniciaba la celebración del Día de Muertos.
Invitado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2009, el escritor ofreció una charla remota desde su casa en Los Ángeles, donde habló sobre su sueño por cristalizar una colonización en Marte: “A mí lo que me preocupa es que no estemos ya en Marte; deberíamos haber colonizado Marte, debimos tener estaciones en la Luna desde hace 40 años”, apuntaba, según consta en una nota del diario La Jornada.
Con 89 años a cuestas, Bradbury recordaba así a sus amigos mexicanos:
Yo nací en Chicago y cuando estudié la secundaria mi mejor amigo era Eduardo Barrera y a través de él entré en contacto con su familia hispana; nos veíamos como hermanos. Yo era muy pobre, no tenía ni para el tranvía
Y sobre su parada en Michoacán, anotó: “En 1945 fui a México, me fui a Cuernavaca, a la costa, y luego volví a subir y me fui a Guadalajara y me quedé en el hotel Fénix de Guadalajara, era un hotel que tenía un precio baratísimo. El viaje siguió en Pátzcuaro, en Janitzio, para pasar la noche de Muertos en ese lugar; me quedé toda la noche en el panteón el Día de Muertos. Algo que me impresionó fue ver a las señoras sentadas en las tumbas junto con sus hijos; esa imagen se ha quedado conmigo desde entonces”.
Ray Bradbury, el hombre que ideó vida en otros planetas e imaginó Estados totalitarios que odiaban a la literatura, murió el 5 de junio de 2012, dejando una de las herencias literarias más queridas en el mundo. A 100 años de su nacimiento, bien vale la pena sumergirnos en todos sus libros.