Morelia, Michoacán. (OEM-Infomex).- Esta semana el mundo celebra a las y los poetas, esos personajes que llegan a construir figuras totales mediante la palabra. Instituido desde el 21 de marzo de 1999 por la Unesco, el festejo tiene el propósito de apoyar a la diversidad lingüística e incluso fomentar a las lenguas que se encuentran en peligro.
¿Cuál es el panorama actual de la poesía en Michoacán? En FINDE platicamos con tres escritores muy activos en la entidad: Rubí Tsanda Huerta, traductora y docente purépecha, además de una incansable promotora cultural; Carmen Mireille, una muy joven poeta que ha sido publicada en varias antologías, así como con Daniel Wence, que recientemente presentó su libro Historia Natural de la Melancolía.
¿Cómo fue que te comenzó a interesar la poesía y cuándo decidiste tomarla como forma de vida?
Daniel Wence: Hay varios momentos de mi vida donde la poesía me hizo un guiño. El primero fue gracias a los tediosos actos cívicos de los lunes en la primaria. Los primeros años, los profesores me invitaban –es decir, obligaban– a recitar algún poema alusivo a las efemérides porque mostraba interés en las clases de español y me fascinaban mis libros de Lecturas. Luego, en 5º y 6º empecé a participar voluntariamente y hasta le sugería al profe poemas para recitar. Así conocí a Sor Juana, Velarde, Darío, Nervo, Martí, entre otras. También comenzaron a llegar libros a casa, a veces traídos por mi papá (recuerdo mucho un audiolibro de Patoaventuras que traía cinta y libro impreso; mis hermanas y yo lo escuchábamos en el tocadiscos casi a diario), a veces por el pariente que venía de Estados Unidos con ediciones escolares, para colorear, de cuentos clásicos. Hasta que apareció en casa un libro de poemas que era para mi hermano; me asombró tanto que se lo robé. Todavía lo conservo, forrado con papel lustre dorado y plástico, ya sabes. Creo que ahí fue el verdadero click. A mi mamá le leía poemas de ese libro mientras cocía el nixtamal. Luego en secundaria la cosa fue tomando forma gracias un gran profesor –Javier– y director que tuvimos: nos hacía recitar Gratia plena en colectivo y me acompañó en eso de escribir: yo reescribía canciones y él me corregía. Lo de tomarla completamente en serio, hasta que se publicó mi Ceibita.
Rubí Tsanda: Mi primer acercamiento con la poesía no lo recuerdo exactamente. Lo que sí puedo decirte con seguridad es que desde que estuve en la secundaria me dio por escribir. Siempre he dicho que admiro mucho a los “piréris”, los que cantan en lengua purépecha, pero muchos de ellos no sólo solo fueron o son intérpretes, la gran mayoría son compositores, y me admiraba mucho de la manera magistral como componían sus pirékuas, el canto tradicional en lengua purépecha. Creo que eso me motivó mucho, en primero porque era en mi lengua materna, y segundo porque dentro de ello, encontraba muchos elementos que me hacían pensar que eso era poesía pura. Como forma de vida, creo que una vez que comienzas a deformar un lenguaje “común” -en este caso- expresarte de una forma no ordinaria, comienzas a tomarlo como forma de vida, porque lo que buscas es cada vez hacerlo mejor.
Carmen Mireille: La poesía me empezó a interesar por el ocio, cuando tenía entre cinco y seis años. Solía pasar muchas tardes sola en casa de mi abuela materna, en donde me aburría sin nada interesante por hacer. Los pocos libros que tenían ahí no me parecían llamativos, hasta que descubrí entre ellos uno de poesía mexicana y otro de poesía española. Sin saber muy bien en qué me internaba, inicié a leer por curiosidad esos libros. Los primeros textos fueron de poesía mexicana y eran de carácter cívico. Aún con esa corta edad, me fascinó la musicalidad de las palabras, las rimas, le emoción que me irradiaban. Esas palabras parecían danzarme dentro y clavarse en mi mente. Desde ahí decidí que quería escribir poesía, lo que no me planteé fue dedicar mi vida a ello. Eso simplemente me aconteció. Un día, ya en la Facultad de Letras, fue que me hice consciente de que no podría dejar de escribir poesía nunca y que no era una actividad al margen de mi existencia, sino la parte más fundamental de ella. Así fue que se convirtió en mi forma de vida.
¿Qué te da la poesía?
Daniel Wence: Calma. Asombro. Me divierto leyendo y, aunque suene cursi o a cliché, me ha acompañado en situaciones difíciles. Me mantiene despierto, interesado. Siempre quiero saber qué novedades. Y debo decir que también me ha servido como herramienta pedagógica.
Rubí Tsanda: La poesía me ha dado libertad, en muchos ámbitos de mi vida. Libertad para expresarme, libertad para amar, libertad en pensar, libertad en andar y viajar etc.. La poesía me ha redescubierto, también me ha confrontado de para quién escribo, porque lo hago en mi lengua materna, que es el purépecha.
Carmen Mireille: La poesía me da la posibilidad de ver desde diferentes aristas, experimentar sentimientos y sensaciones diversas, comunicarme a través de mis sentidos con mi entorno, jugar con el ritmo y el lenguaje; así como, tener interacción con la otredad desde mi ser interno y con sinceridad.
¿Qué le das tú a la poesía?
Daniel Wence: Esta pregunta es la más difícil, pero creo que le doy un lector fiel, asiduo. Se lee tan poca poesía que los que le seguimos la pista es por terquedad.
Rubí Tsanda: Creo que tiempo. La poesía, como la música, es muy celosa. Requiere de dedicarle tiempo, y a veces eso resulta complejo para una mujer que es mamá de una niña de tres años; tengo a mi pareja y ellos requieren de mi tiempo, también trabajo en mil cosas. Pero dentro de todo este mundo en el que vivo, le doy tiempo a la poesía, porque se tiene que disfrutar, contemplar, vivir, oler, tocar, imaginar, construir, crear.
Carmen Mireille: Le doy mi bagaje emocional, cultural y sensorial, le entrego mi corporalidad para que pueda tomar alguna forma menos abstracta; pero ante todo, me rindo a sus necesidades de expresión y a las historias que me pide contar.
¿Qué representó la primera vez que un poema tuyo fue publicado en un libro?
Daniel Wence: Fantasía realizada.
Rubí Tsanda: En ese momento no fui consciente de lo que representaba, porque se dio de una manera sin mayor complicación. No toqué puertas; mi primer poemario lo publicaron con recursos de una institución federal y pues no pensé en todo lo que uno tiene que batallar para publicar un libro. Años después de mi primera publicación, sentí que tenía mayor compromiso, la palabra cobraba vida, la palabra florecería, en mi caso, la palabra de mis abuelas, de mi madre. ¡Era una sensación extraordinaria!
Carmen Mireille: Fueron varias emociones que podrían parecer contrarias, pero que en ese momento se complementaron perfectamente: Felicidad porque era el resultado de mucho trabajo previo, orgullo de que alguien considerara mi labor creativa digna de una publicación; pero también, miedo de que el texto pudiera no gustar al lector, de las críticas negativas de los conocedores y de que yo pudiera avergonzarme o arrepentirme después de la publicación de ese texto.
¿Qué tan difícil es hoy en día encontrar editoriales que publiquen poesía?
Daniel Wence: Ya inmerso en el mundillo, es fácil. En México hay editoriales muy bellas, independientes todas, que nos llevan por buen camino en la lectura. Por nombrar algunas: Mantis, Simiente, Cuadrivio, Filodecaballos, Malpaís, Bonobos, Antílope… también están las editoriales universitarias, las de los institutos culturales de algunos estados (yo tengo un libro en el Zacatecano y otro en el Sinaloense) o las de la Secretaría de Cultura. Pero eso: la cosa se mueve más bien por el rumbo de lo independiente. También hay que tener presentes las revistas.
Rubí Tsanda: Siempre ha sido difícil, al menos publicar en lenguas originarias eso ha sido todo un peregrinar. Cuando comento en mi primera publicación no hubo tanta complicación, no lo digo porque haya sido fácil. Recordemos que como pueblos originarios estamos viviendo todo un proceso de reivindicación y lucha constante porque se nos reconozca, nuestros derechos, nuestra lengua, y todo lo que conlleva, y entre eso están por su puesto la literatura. Es será todo un proceso, y eso estamos. Afortunadamente ya habido editoriales independientes que le están empezando apostar en publicar en lenguas indígenas, pero no es fácil, buscamos un público que entienda primeramente que las lenguas originarias tienen un lugar y que merecen ser escuchadas y leídas. Pero es complicado, todavía hay mucho por aprender, educarnos, conocer la riqueza lingüística de nuestro país y también tomar en cuenta que muchas de nuestras lenguas se están muriendo.
Carmen Mireille: No es tan difícil. Afortunadamente, entre las nuevas editoriales de carácter independiente, las pequeñas editoriales y las que ya son conocidas y reconocidas por ser editoriales que publican poesía, se ha abierto un poco más la posibilidad. La problemática no reside en si existen o no editoriales que puedan publicar poesía, sino en los parámetros que siempre se utilizan, sin importar género, para la publicación: premios o becas a nivel federal. Lo cual no determina realmente el valor de un trabajo creativo ni del autor que lo crea. En varios casos eso coincide, pero no es una constante.
Sin premios, sin becas, ¿podría vivir un poeta sólo de lo que publica?
Daniel Wence: No. Siempre hay que tener un plan B.
Rubí Tsanda: Creo que ya había escritores mucho antes de que existieran las becas y los premios, al menos para los escritores en lenguas indígenas. Nosotros no podemos darnos el lujo de dedicarnos únicamente a la poesía, o la literatura, de hecho, inclusive muchos de los que escriben tienen alguna carrera, o están participando activamente en alguna organización por la defensa de sus pueblos o territorio, la poesía es un arma que para nosotros se vuelto un aliado, pues con la palabra podemos denunciar, abrir ventanas para que conozcan una realidad de determinada comunidad, también es la voz de nuestros ancestros que durante años fue callada. Creo yo, que son pocos los que están pensando si una beca o un premio les resolverá la vida.
Carmen Mireille: No, la venta de literatura es escasa, peor si el escritor no tiene una trayectoria que pueda mantenerlo visible constantemente, lo cual sólo ocurre con los célebres y los clásicos. En el caso de la poesía, su consumo es menor aún que el de la narrativa. Muchas personas se alejan de ese tipo de lenguaje porque les parece complicado de entender, aburrido o pretencioso. Todo esto, junto al hecho de que las editoriales llevan la mayor parte de la ganancia en la venta de los libros, no contribuye a que un poeta pueda vivir solamente de sus publicaciones.
¿Cuáles son los temas de tus poesías?
Daniel Wence: En este momento migración, enfermedad, género. Y otras cosas que sí son divertidas, sobre todo en lo que escribo para niñas y niños.
Rubí Tsanda: Lo que representa ser mujer, una mujer purépecha, también mucho de los procesos que me ha tocado ver y vivir en las comunidades purépecha, injusticias, pero también recoger fotografías a través de mi mirada para después plasmarlas con mi pluma, los bellos paisajes. El amor, el desamor.
Carmen Mireille: Mi trabajo poético, hasta ahora, une temáticas tan variadas como la realidad misma. Sobre todo, los sentimientos primigenios, como son: el amor, la ira, el miedo, la tristeza, entre otros. También se alimenta de lo insignificante, lo cotidiano, lo grotesco y de lo que pareciera estar falto de poesía. Pero lo vital, más allá del tema, es la visión desde donde se adentra el creador a ese tema. Yo en mis textos hago crítica a la convención del cómo se deben vivir esos sentimientos y a la normatividad en las sensaciones resultantes, lo cual limita a suponer que todos somos idénticos en el aspecto emocional y cultural, lo que es erróneo y simplista. Por supuesto, algunos se pueden identificar con esa realidad, pero no significa que sea la única, de ahí la importancia en la diversidad de perspectivas.
¿Cómo ha afectado o beneficiado el mundo virtual (blogs, revistas electrónicas, libros digitales) al qué hacer de los poetas?
Daniel Wence: Positivamente. Aunque es un alivio distanciarse de las redes sociales y descansar del ajetreo virtual, la web y sus derivados han ayudado a mantener cercana a la comunidad escritoril. Uno siempre se entera de lo que ocurre en otras latitudes, lo que andan haciendo poetas de tu interés, amigos, amigas. Invitas y te invitan a participar, presencias lecturas o presentaciones en función live, descargas libros, convocatorias, trabajas a distancia la edición, etc. Sí, es positivo.
Rubí Tsanda: Sin duda es una herramienta indispensable en estos tiempos, creo que ayuda bastante en difundir, conocer y compartir nuevas formas de pensar y nuevos mundos.
Carmen Mireille: Bastante, en ambos casos. Se ha visto el nacimiento de generaciones de poetas en diferentes partes del mundo, precisamente por la facilidad que da la Internet para hacer visible la creación y para encontrarse, unirse y apoyarse. También estos nuevos medios democratizan la poesía, la acercan al espectador, que sin buscarla exactamente, puede terminar necesitándola a posteriori. No se diga de los que ya teniendo interés en esta forma de expresión, precisan de leer a autores que sus libros son difíciles de conseguir y en la red encuentra la posibilidad de acceder a ellos. Cada vez es más sencillo encontrar y compartir poesía. Sin embargo, está la otra parte, la que impide el filtro de lo que puede o no ser poesía, que pareciera irrelevante pero que tiene su riesgo; también la aparente inexistencia del poeta, si éste no cuenta con redes sociales, como si fuese el único medio para manifestar su obra; y la preponderancia de la imagen del poeta, al punto de tener más impacto que la obra misma.
¿Consideras que las nuevas generaciones están interesadas en leer poesía?
Daniel Wence: Creo que sí. Percibo a las nuevas generaciones, en general, muy sensibles al arte.
Rubí Tsanda: Sinceramente no. Tenemos un público muy selecto, y cuando digo selecto no es porque sea elitista, sino que ante un mundo tan globalizado, desafortunadamente son una minoría los que se adentran en descubrir el mundo de la poesía.
Carmen Mireille: Puedo notar ese crecimiento en el interés de las nuevas generaciones por la poesía. No sólo en leerla, también en crearla. No es algo que suceda en todos los entornos, está claro, ni que vea como invariable. Pero sin reparo, afirmo que ese hecho debe esperanzarnos a todos, no sólo a los que escribimos poesía, pues esto nos demuestra que los cambios son posibles y de manera sencilla. Y sostengo que gran parte de que se vea este fenómeno es por la contribución de los profesores, el trabajo comunitario y las redes sociales.