Morelia, Mich. (OEM-Infomex).- La cancelación de la Feria Nacional del Libro y la Lectura de Michoacán (Fenal) para este 2019 es quizá el colofón de un año donde los recursos económicos estatales y federales destinados a la cultura prácticamente quedaron en el olvido. Con más de una década de ediciones, el encuentro literario siempre encontró dificultades para que se pudiera consolidar, ya fuera por un constante cambio de fechas o por sedes que no resultaron las idóneas, como el caso del Centro de Investigación, Arte y Cultura (CIAC) donde las presentaciones literarias se caracterizaban por la ausencia de público. Aún con su regreso al Centro Histórico a partir de 2016, el evento sufrió de bajas ventas, mal clima, falta de pago a participantes y pocas figuras atractivas en los terrenos mediáticos. Incluso, en su más reciente capítulo la única escritora con una vasta obra publicada fue Ana Clavel, quien accedió a visitar la feria gracias a la gestión de dos amigos y no necesariamente por un acercamiento del gobierno estatal.
Para Miguel Ángel García, director de la editorial Silla Vacía y quien se sumó de manera voluntaria a la organización de la Fenal en 2018, la cancelación de la misma “es algo que duele mucho; el año pasado la Secretaría de Cultura se acercó desde seis meses antes a los editores para pedirnos apoyo en la realización y lo hicimos con mucho gusto, a sabiendas de que la Feria se venía demeritando y necesitaba sumar fuerzas. Ahora es doloroso saber que se cancela, porque digamos que era el último bastión para incentivar la lectura y escritura desde las esferas oficiales. Ojalá que las autoridades reconsideren, que aprovechen este descalabro para que identifiquen cómo renovarla, cómo revivir a una feria que estaba de por sí muy debilitada”.
Consultora académica de Librerías Hidalgo, grupo que participaba constantemente en esta Feria, Ivonne Ceniceros Villanueva afirma que con la cancelación de la Fenal se manda un mensaje negativo desde las esferas gubernamentales, “pues prácticamente se nos está diciendo que el evento es poco importante, que la cultura y la educación no son prioridad”. Cuestionada sobre el funcionamiento de ediciones anteriores, reconoce que era un escaparate solo para tener cierta presencia, ya que en cuestión de negocio los números constantemente eran negativos: “No garantizaba la afluencia, por ende, existían pocas ventas. Sumemos varios accidentes en los que se conjugaron factores como el clima, espacios no adecuados y la falta de apoyo del staff, todo ello generando pérdidas. Los expositores locales tenemos la gran ventaja de no tener gastos de viáticos y esto nos permite participar, pero para foráneos resulta muy caro, ya que la venta no cubre los gastos operativos”. Si a futuro se rescata la Fenal, Ceniceros recomienda algunos factores clave como una infraestructura adecuada, mejor organización, la invitación de autores reconocidos que sumen público, lecturas en voz alta, una sección especial para niños y adolescentes y algo que parecería obvio: no permitir la venta de libros apócrifos.
Recientemente galardonado con el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares, el escritor Darío Zalapa Solorio no duda en comentar que la Feria del Libro local carecía de las características básicas para posicionarse entre sus pares de la República Mexicana, por lo que con su extinción no se pierde demasiado. “Desde hace varios años no presentaba un buen programa, eran pocos los autores invitados de renombre y por ende resultaba poco atractiva. En segundo lugar, a nivel administrativo y organizativo era un desastre, tenían deudas, cambiaban de sedes, de fechas; un carácter nómada que en nada ayudó. Considerando esos factores y que nunca tuvo una personalidad propia, creo que la noticia de su cancelación es lo mejor que pudo haber pasado”. El autor de la novela Perro de Ataque considera que si a futuro se rescata esta feria, se tendrán que replantear muchas cosas, pero principalmente dotarle de un perfil original y no querer copiarle a otros encuentros como Minería, Oaxaca o Zócalo. “El estado tiene todo para que su feria lo represente”, subrayó, al tiempo de sugerir que en vez de una feria pretensiosa, las autoridades culturales organicen presentaciones particulares con los mejores escritores mexicanos, como los casos de Fernanda Melchor o Enrique Serna, por citar solo un par de ejemplos.
El autor de la novela El ojo de la Iguana, Héctor Alvarado Díaz, tampoco extrañará la Feria del Libro del estado: “La he visto como un compromiso (léase obligación) institucional al que no se le dan ni los recursos ni la logística de una feria, ya no digamos nacional, sino local. A veces parece un conjunto de tenderetes pueblerinos donde las presentaciones no prenden. En lo personal me invitaron a dar un seminario de tres días que aún no me pagan, supongo que es un problema generalizado. La interinsitucionalidad, cuando existe, es realmente pobre y no operan esquemas para "extender" la feria a las escuelas de humanidades de la prepas y universidades locales. No la voy a extrañar. Y ojalá me paguen”, remata.