/ domingo 31 de octubre de 2021

Noche de muertos: la tradición frente al turismo

En los pueblos originarios se dividen opiniones sobre la conservación de turismo en Día de Muertos

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Pan, bebidas, colores brillantes y veladas perfumadas por el cempasúchil son elementos que vienen con la Noche de Muertos. Es una festividad de la que se apoya el gobierno michoacano para atraer turistas y con estos, derrama económica. Pero ¿cómo reciben las comunidades a estos visitantes?, ¿lo perciben como un beneficio o una invasión?

El escritor y profesor purépecha, Ismael García Marcelino, afirma que en los pueblos originarios la opinión está dividida, pues hay quienes consideran que la política de turismo impulsada por el estado es benéfica para preservar la tradición y porque genera beneficio económico para algunas personas, como las personas que venden comida, artesanías u otros productos.

“Hay una población indígena que acepta de buen talante que las instituciones los muestren, que se metan a la comunidad porque están ilusionados en que eso es atractivo para los turistas y estos ofrecen una derrama económica importante, entonces lo aplauden y reciben con los brazos abiertos”, comenta el profesor, quien es originario de Ihuatzio.

Sin embargo, él tiene una percepción diferente: “El ciudadano común y corriente indígena, que celebra el regreso de las ánimas, que pone adornos en el cementerio e instala un altar en su casa, no es necesariamente beneficiado de forma directa con la derrama económica que las instituciones presumen”.

elsoldezamora_admin

El académico desmenuza lo anterior: “Se beneficia la señora que prepara quesadillas o quien vende atoles, pero no toda la población tiene click con el comercio. Por otra parte, quienes están interesados en que esta derrama económica no se pierda son personas que no tienen nada que ver con la población originaria. Se deja que los indígenas hagan la celebración y los ganones son las empresas”.

Justamente una de las personas que se benefician del turismo es la señora Guadalupe Hermenegildo Lázaro, artesana que habita en Arocutín y que disfruta de contribuir en el cuidado del templo de dicha comunidad.

Hermenegildo Lázaro suele intercalar con otras mujeres el resguardo del espacio y toma lugar en una banca colocada justo a la entrada, donde puede intercalar su vista entre el cementerio y las montañas del horizonte, con el bordado de rebozos y prendas. Justamente, son piezas que dice vender a los turistas cuando llegan a Arocutín para la Noche de Muertos.

"Lo hago desde niña, pues mi madre me enseñó el oficio al quedar viuda. Los vendemos ese día cuando vienen. El rebozo lo dejamos en mil pesos y las camisas en mil 200. Algunos sí compran al precio que uno dice porque saben valorar, pero otros sí nos regatean”, acepta.

Foto: Archivo

Hermenegildo Lázaro menciona que realiza la ofrenda en el cementerio y no le importa tanto estar bajo la mirada de los visitantes. En todo caso, se trata de un lugar público. Pero la celebración también tiene lugar al interior de las casas, por lo que García Marcelino teme que el turismo se extralimite y llegue a esos espacios íntimos.

En ese sentido, cuestiona que las instituciones “suelen exhibir, sin miramientos, a un pueblo al que con frecuencia no le han preguntado si quieren ser vistos, suelen transgredir ciertas formas de la celebración que a veces son muy íntimas (…) no están haciendo la celebración para ser vistos, lo hacen para honrar a los difuntos. El turismo es algo absolutamente paralelo y la celebración consiste en el contacto oracional, entonces los ritos visibles son llevar ofrenda al cementerio, pero de forma simultánea hay altares en las casas y ojalá no se vuelva moda visitarlos”.

La comunidad americana

A diferencia de pueblos como Tzintzuntzan, Erongarícuaro no tiene una dependencia económica con el turismo, de acuerdo con lo que expresa Ondine Rosenthal, habitante del pueblo. “Independientemente de lo que organiza el gobierno, la gente va a limpiar y decorar las tumbas, lo hacen no porque venga turismo, sino por el gusto de recibir a los difuntos”, afirma.

Ella es mexicana desciende de emigrantes estadounidenses, quienes han adoptado la festividad para vivirla de un modo particular: “Hay varios extranjeros que han fallecido, están enterrados aquí y están abandonados porque no tienen familiares aquí, entonces con mi mamá y la comunidad americana adoptamos la tradición de ir a arreglar sus tumbas. Hemos identificado siete”.

De forma paralela, señala que en su hogar también ponen un altar para sus difuntos, “no es tan tradicional como muchos otros, pero sí tenemos la foto de los abuelos, de otros familiares y con el cempasúchil por todos lados”.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Pan, bebidas, colores brillantes y veladas perfumadas por el cempasúchil son elementos que vienen con la Noche de Muertos. Es una festividad de la que se apoya el gobierno michoacano para atraer turistas y con estos, derrama económica. Pero ¿cómo reciben las comunidades a estos visitantes?, ¿lo perciben como un beneficio o una invasión?

El escritor y profesor purépecha, Ismael García Marcelino, afirma que en los pueblos originarios la opinión está dividida, pues hay quienes consideran que la política de turismo impulsada por el estado es benéfica para preservar la tradición y porque genera beneficio económico para algunas personas, como las personas que venden comida, artesanías u otros productos.

“Hay una población indígena que acepta de buen talante que las instituciones los muestren, que se metan a la comunidad porque están ilusionados en que eso es atractivo para los turistas y estos ofrecen una derrama económica importante, entonces lo aplauden y reciben con los brazos abiertos”, comenta el profesor, quien es originario de Ihuatzio.

Sin embargo, él tiene una percepción diferente: “El ciudadano común y corriente indígena, que celebra el regreso de las ánimas, que pone adornos en el cementerio e instala un altar en su casa, no es necesariamente beneficiado de forma directa con la derrama económica que las instituciones presumen”.

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El académico desmenuza lo anterior: “Se beneficia la señora que prepara quesadillas o quien vende atoles, pero no toda la población tiene click con el comercio. Por otra parte, quienes están interesados en que esta derrama económica no se pierda son personas que no tienen nada que ver con la población originaria. Se deja que los indígenas hagan la celebración y los ganones son las empresas”.

Justamente una de las personas que se benefician del turismo es la señora Guadalupe Hermenegildo Lázaro, artesana que habita en Arocutín y que disfruta de contribuir en el cuidado del templo de dicha comunidad.

Hermenegildo Lázaro suele intercalar con otras mujeres el resguardo del espacio y toma lugar en una banca colocada justo a la entrada, donde puede intercalar su vista entre el cementerio y las montañas del horizonte, con el bordado de rebozos y prendas. Justamente, son piezas que dice vender a los turistas cuando llegan a Arocutín para la Noche de Muertos.

"Lo hago desde niña, pues mi madre me enseñó el oficio al quedar viuda. Los vendemos ese día cuando vienen. El rebozo lo dejamos en mil pesos y las camisas en mil 200. Algunos sí compran al precio que uno dice porque saben valorar, pero otros sí nos regatean”, acepta.

Foto: Archivo

Hermenegildo Lázaro menciona que realiza la ofrenda en el cementerio y no le importa tanto estar bajo la mirada de los visitantes. En todo caso, se trata de un lugar público. Pero la celebración también tiene lugar al interior de las casas, por lo que García Marcelino teme que el turismo se extralimite y llegue a esos espacios íntimos.

En ese sentido, cuestiona que las instituciones “suelen exhibir, sin miramientos, a un pueblo al que con frecuencia no le han preguntado si quieren ser vistos, suelen transgredir ciertas formas de la celebración que a veces son muy íntimas (…) no están haciendo la celebración para ser vistos, lo hacen para honrar a los difuntos. El turismo es algo absolutamente paralelo y la celebración consiste en el contacto oracional, entonces los ritos visibles son llevar ofrenda al cementerio, pero de forma simultánea hay altares en las casas y ojalá no se vuelva moda visitarlos”.

La comunidad americana

A diferencia de pueblos como Tzintzuntzan, Erongarícuaro no tiene una dependencia económica con el turismo, de acuerdo con lo que expresa Ondine Rosenthal, habitante del pueblo. “Independientemente de lo que organiza el gobierno, la gente va a limpiar y decorar las tumbas, lo hacen no porque venga turismo, sino por el gusto de recibir a los difuntos”, afirma.

Ella es mexicana desciende de emigrantes estadounidenses, quienes han adoptado la festividad para vivirla de un modo particular: “Hay varios extranjeros que han fallecido, están enterrados aquí y están abandonados porque no tienen familiares aquí, entonces con mi mamá y la comunidad americana adoptamos la tradición de ir a arreglar sus tumbas. Hemos identificado siete”.

De forma paralela, señala que en su hogar también ponen un altar para sus difuntos, “no es tan tradicional como muchos otros, pero sí tenemos la foto de los abuelos, de otros familiares y con el cempasúchil por todos lados”.

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