Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- El mural La lucha contra la guerra y el fascismo fue una obra que se adelantó a los horrores de la Segunda Guerra Mundial y tras una serie de interpretaciones que generaron malos entendidos en la época de su realización, poco a poco se han ido esclareciendo sus condiciones de producción y sus aportes al muralismo mexicano.
En entrevista para El Sol de Morelia, la historiadora del arte, Valeria Mendoza Loaiza, explicó que el trabajo que realizaron los pintores norteamericanos Philip Guston –antes Goldstein– (1913-1980) y Reuben Kadish (1913-1992), en compañía del poeta Jules Langsner (1911-1967), para el Museo regional michoacano en 1934, es una obra visionaria que “no ha sido reconocida en su justa dimensión” y en gran parte se debe a las “malas interpretaciones” que sobre dicho trabajo se cernieron la década siguiente a su develamiento.
"Aún no comienza la Segunda Guerra Mundial, pero el movimiento nazi ya estaba, al igual que el socialismo. Son temas que ya flotaban en el ambiente y ellos se orientaban por la izquierda. Además, Guston y Kadish son hijos de inmigrantes de Europa oriental, ya nacidos en Estados Unidos (EU); les toca el movimiento del Ku Klux Klan (KKK) estando en el sur de EU y les toca la época de la Gran Depresión”, refirió la investigadora al advertir que la referencia directa a los ahorcados del mural, proviene del suicidio del padre de Philip Guston.
Nadie sabía quién lo había pintado, nadie sabía de qué se trataba. La malinterpretación proviene de confundir a los encapuchados del KKK con verdugos de la Inquisición, de ahí viene esa pérdida del nombre original al nombre que se le da actualmente (La Inquisición)”, dijo luego de mencionar que tras ser concluido a finales de 1934 y estar expuesto alrededor de diez años, “los moralistas de esta ciudad solicitaron taparlo por prejuicios, pero sobre todo por desconocimiento
La historia referida a la presencia de los estadunidenses en Morelia, cuenta que David Alfaro Siqueiros –de quien entonces eran pupilos en un taller de Los Ángeles, California– les consiguió ese muro con el rector de la Universidad Michoacana, Gustavo Corona, quien puso a disposición de los jóvenes el muro y los materiales para la realización de la obra.
Mendoza Loaiza –quien también trabajó en el último proceso de restauración del mural– explicó que un dato curioso de la obra es que “había una especie de cable de luz que bajaba por el muro, que ellos aprovecharon para integrarlo al mural, haciendo como si fueran las conexiones de los electrodos”. Elemento que conoció años después de la restauración (2011-2012), gracias a una fotografía desconocida hasta entonces.
“Es una parte que en la actualidad está desaparecida. Cuando estábamos trabajando en la restauración, todavía no encontrábamos esa foto, entonces no sabíamos cómo estaba originalmente”
Entre otros datos, la historiadora acusa en esta obra una “influencia muy marcada de Siqueiros y del italiano Giorgio de Chirico”, así como un manejo academicista de los escorzos por el hecho de ser “el primer mural que ellos pintaron en sus carreras –dijo– aunque posteriormente, al regresar a EU hicieron otros tres o cuatro, en los que se nota una mejoría de la técnica del fresco, unida a sus experimentaciones con la pintura acrílica”.